Los propietarios de las floristerías que están frente a la entrada del principal cementerio de Santiago de Compostela, el de Boisaca, tienen la impresión de que el Día de Difuntos es especial este año. Antonio Louzán, el responsable de uno de estos establecimientos, nota a la gente “deseosa” de visitar la tumba de sus allegados en una fecha irrenunciable. La pandemia y las restricciones para intentar frenarla han dejado en estos siete meses un reguero de fallecimientos que han tenido que ser llorados en soledad o en la intimidad de un grupo limitado de personas. El florista ve una relación directa con el afán por acudir a los camposantos a recordar a los muertos y dejarles la tumba limpia y arreglada. Nota también más anticipación y que el pico de actividad se adelantó dos jornadas este año. Atribuye la prisa a la “confusión” por los cambios en las restricciones.
A la misma hora que la Xunta anunciaba el cierre perimetral de las siete principales ciudades gallegas el viernes pasado, en el autobús urbano que lleva a Boisaca nada anticipaba el trajín que ya había entre las tumbas. En la línea 1, que conecta el principal hospital de la ciudad con su cementerio más grande, la mitad de los asientos estaban vacíos y no asomaba ni una sola flor de las bolsas de los viajeros. Al llegar a destino, sin embargo, las plazas del aparcamiento estaban casi completas. Luisa Fernández, vecina de Santiago, terminaba su segunda y última visita esta semana y ofrecía una explicación: “Ya no hay gente en el autobús, vienen en su coche particular. Estamos atemorizados todos”.
Ella se decidió a acudir al cementerio antes de lo habitual con la esperanza de cruzarse con menos gente. Unos pocos de los visitantes, que se cuentan por decenas en ese momento, dicen que todos los años procuran dejarlo todo listo antes del 1 de noviembre y evitar esa jornada y la siguiente. La mayoría, como Luisa, culpa a la pandemia de este enésimo cambio en sus planes. La mujer desliza también una queja sobre lo complicado que resulta seguir las modificaciones de las normas: “¡Cómo no lo vamos a adelantar, si nunca sabes si se puede salir o no!”. Al enterarse del cierre perimetral de Santiago, su hija la apremia para irse porque tiene que llegar a Sigüeiro, en el vecino municipio de Oroso, antes de que la medida entre en vigor en un par de horas.
Entre las personas que se afanan por retirar el musgo y el polvo de las lápidas de sus seres queridos se repite una respuesta similar. “Claro que lo adelantamos este año por el virus. Ya hay muchísimas tumbas arregladas”, afirma Mari Carmen Castro. También se repiten los motivos, que son evitar aglomeraciones y el temor a que nuevas restricciones impidan acceder al recinto durante el fin de semana. Unos metros más allá, otra vecina de Santiago, Manuela Fernández, tiene dos tumbas de las que ocuparse. Hay familiares que podrían ayudarla, pero no son convivientes y no pueden acudir juntos. Ya sabe que podrá seguir desplazándose dentro de su municipio, pero no se fía: “¿Y si ahora cogen y dicen otra cosa? Están cambiando todo el tiempo. Nunca se sabe”. Tampoco se quiere arriesgar a verse rodeada de una multitud. “Dios nos aparte -del coronavirus-”, dice para despedirse.
Los cierres decretados por el Gobierno gallego permiten desplazarse dentro del propio municipio o pasar a los ayuntamientos vecinos que comparten la medida. En el caso de Santiago, los compostelanos pueden ir a Ames y a Teo también, pero no salir a otros territorios colindantes como Oroso o Vedra. Impedir deplazamientos de la Galicia urbana a la rural para ir este fin de semana a los cementerios es uno de los objetivos declarados de estas medidas, según el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. Muchos gallegos que viven en las ciudades proceden de pueblos y aldeas y tienen una arraigada costumbre de volver estos días para encontrarse con familiares y recordar a sus muertos. “Cortamos el perímetro de las ciudades para evitar que la población urbana, que tiene una tasa de infección superior a la población rural, pueda desplazarse y hacer comidas familiares, y desplazar el virus”, argumentó Feijóo.
El Gobierno gallego aplica, además, un protocolo especial para el acceso a los camposantos: las visitas no podrán extenderse más de 30 minutos y los grupos no podrán superar las cuatro personas. En los municipios en los que solo se pueden reunir personas que viven bajo el mismo techo, como es el caso de las principales ciudades gallegas y los municipios con cierre perimetral, esta limitación se aplica también en los cementerios. La Xunta ha pedido ampliar el horario de apertura y establecer circuitos diferenciados de entrada y salida. También han de respetarse las medidas de distancia social y el uso de la mascarilla.
La poca anticipación para anunciar los cierres perimetrales no cayó bien en los negocios de flores que tenían ya encargos de clientes de otros municipios. Tras atender varias llamadas para cancelar pedidos, la propietaria de otra de las floristerías de Boisaca, Carmiña Castro, lamenta que ya perdió las campañas por los Días del Padre y de la Madre y que ahora se verá afectada la del “mejor mes” del año, en el que esperaba “remontar”. “Le pido a Feijóo que mire por Galicia y a Sánchez que mire por España. Nos están arruinando”, protesta. En cualquier caso, una parte de sus existencias de flores están servidas porque empezó a notar más actividad una semana antes del Día de Todos los Santos. “Ayer -por el jueves- fue de locos”, confirma.
Una tercera tienda de flores se dio cuenta de las preocupaciones de sus clientes y empezó a ofrecerles la opción de colocar los centros y ramos encargados en las tumbas si las restricciones les impedían ir hasta Boisaca. La responsable del establecimiento, Ana María Vidal, cree que este año terminarán por atender tantos o más pedidos que el pasado.
A algo más de diez kilómetros de Boisaca, el cementerio de Marrozos, una parroquia del rural compostelano, ya ofrecía cuatro días antes de Todos los Santos una estampa con numerosas lápidas limpias y adornadas con flores frescas. En este camposanto hace tiempo que los nichos verticales superaron en número a las tumbas en el suelo. Terminada la limpieza, y ante la perspectiva de no volver en los próximos días, algunos de los pequeños grupos que están en el lugar emprenden un pequeño paseo. Es una versión breve del que tradicionalmente se hacía después de la misa para visitar los enterramientos de otros allegados.
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