Diez planes que hacer en Madrid tan solo una vez: de las alitas más 'guarras' hasta un tardeo tropical en Usera
Madrid es una ciudad repleta de vida y de planes. Algunos parecen hechos para repetir una y otra vez, como ciertos referentes de la gastronomía o del ocio. Sin embargo, otras actividades son un paso obligado en una visita a la capital, aunque quizá basta con una vez. Y no más.
Esto es así debido a unas consecuencias que pueden manifestarse a modo de terror, vergüenza ajena, cansancio, agobio, vértigo, resaca o hasta dolor estomacal. Un Madrid de paso pasajero, sí, pero también obligado. Una ciudad inclasificable sintetizada en estas diez opciones irrepetibeles, en todos los sentidos del término.
Mirar a la cara los horrores del Museo de Cera
Visitar el Museo de Cera de Madrid es una experiencia inolvidable, para bien o para mal. Sobre todo para los aficionados a jugar al ¿Quién es quién?, aunque sea con celebridades deformadas. Una especie de universo alternativo donde Brad Pitt se parece más a Paquirrín que a sí mismo, la reina Letizia es cualquier persona salvo la reina Letizia y si no lees la placa, es probable que confundas a Einstein con un profesor de secundaria malhumorado. El verdadero arte aquí es adivinar a quién se supone que representan las figuras: una mezcla entre concurso de imitadores y pesadilla de cera.
Pero ahí está justamente el encanto del museo: no en el realismo, sino en el juego humorístico involuntario que ha originado, en el meme. Cada sala es una sorpresa, y mientras más intentes identificar a los personajes, más te ríes. Es el sitio ideal para sacarte fotos absurdas y compartirlas con amigos que se preguntarán si fuiste a un museo... o a una galería del terror. Eso sí, los precios oscilan entre los 18 y los 19 euros (12 para mayores de 65 y 10 para personas con discapacidad), así que quizá el paseo solo hace gracia una vez.
- Plaza de Colón, 1. Metro: Colón (línea 4). Lunes a domingos de 11.00 a 20.00
Saborear las alitas de Pepe 'el Guarro'
Pepe, dueño de uno de los establecimientos con más solera del Barrio del Pilar, lleva años luchando contra el apodo que su local se ha granjeado: Pepe el Guarro. “Somos un bar tan limpio como cualquier otro”, afirmaba en abril en una entrevista para El Mundo. “Se podría decir en realidad que el guarro aquí no es Pepe, sino sus clientes”, recoge una reseña de Tripadvisor.
Esperamos que el hostelero no se tome a mal su inclusión en esta lista, pero algunas delicias del menú, como las alitas de pollo, bien lo merecen. Una abundante tapa, o más bien ración, servida con cada jarra de cerveza. Fritura grasienta en su máxima expresión, servida con todas las garantías de sabor para una experiencia explosiva. Lo cierto es que Pepe, mote aparte, se merece alguna visita extra (salvo vegetarianos y personas dieta).. Pero cualquier excusa es buena para recomendar este bar emblemático.
- Calle de Celanova, 19. Metro: Antonio Machado (línea 7). Lunes a viernes de 7.30 a 2.00, sábados y domingos de 8.00 a 2.00.
Montar en las barcas del Retiro para cumplir con la postal
Subirse a las barcas del parque del Retiro es casi un ritual madrileño, un bautizo obligado una vez en la vida para quien pasa por la ciudad, aunque solo sea para poder decir “yo también he dado vueltas sin rumbo en un estanque lleno de migas de pan”. Una de esas experiencias que suenan muy bucólicas en teoría (“barquita romántico al atardecer”), pero que en la práctica se reduce a evitar una caída en el embarcadero, pelear con los remos, chocar con turistas y tratar de no acabar girando en círculos cual lavadora. Más que un paseo, es un entrenamiento físico y mental por entre 6 y 8 euros.
Sin embargo, cada año miles de personas reviven este clásico momente: la pareja que discute porque uno no rema bien, los niños gritando porque el agua les da miedo, el clásico amigo que dice “esto es superelajante” mientras se le cae el remo y el que hace la gracia meneando la embarcación. Es una tradición un poco manida, sí, pero también parte del encanto absurdo de Madrid. Porque la razón de ser no es la emoción náutica, sino que el motivo suele ser más bien la foto para Instagram y la anécdota de cómo casi te estampas con una familia sueca. Por eso lo ideal es probarlo, quedarse con el post para redes y evitar un naugragio a la madrileña en un segundo viaje. O probar las menos conocidas barcas de Casa de Campo.
- Paseo de Colombia, 2. Metro: Atocha (línea 1) / Retiro (línea 2) / Príncipe de Vergara (líneas 2 y 9). Consultar horarios en cada época del año en este enlace.
Completar la escape room más terrorífica y oscura
Los aficionados a huir de una serie de estancias mientras una voz les mete prisa a cambio de una cuantiosa cantidad económica tienen en Madrid un arsenal de ofertas entre las que elegir. Es un formato dado al “una y no más”, ya que la gracia desaparece cuando se conocen los mecanismos de las pruebas. Pero esta característica se potencia con las escape rooms terrorifícas, que quitan cualquier interés por volver después de pasar un gran mal rato.
Entre ellas, La Oscuridad es una de las opciones más valoradas de la ciudad. La historia se ambienta en un convento en el que una presencia trata de saciar su sed de venganza. Lo curioso es que el desafío (para entre 2 y 7 jugadores) tiene tres modos, todos con su dosis de miedo pero administrada de diferente modo: el de terror, el de tensión y el de investigación. El precio también asusta un poco, aunque esta en la línea de estas experiencias: desde 30 euros por persona para seis o siete jugadores hasta 55 si son solo dos.
- Calle Sambara, 116. Metro: Pueblo Nuevo (líneas 5 y 7). Lunes a domingos de 9.00 a 23.00 (hora de inicio, duración de 90 minutos máximo). Más información y reservas en este enlace
Pegarse un tardeo descontrolado en La Tropi
“¿Qué hacen 200 personas con purpurina en la cara bailando en una churrasquería de Plaza Elíptica?”. Así arranca un artículo de El Confidencial sobre uno de los lugares más inclasificables del ocio madrileño. La historia de este complejo es compleja de entender. Se trata de un espacio integrado por un gimnasio, una piscina olímpica, una tienda de nutrición deportiva, una churrasquería y un recinto que cada fin de semana congrega a centenares de personas. Vecinos del sur de la ciudad (se ubica entre Carbanchel y Usera), incluyendo mucha migración latina, pero también más y más modernos. A todos les une la afición a la música tropical y al tardeo, una tendencia cada vez más de moda en Madrid después de la pandemia.
La Tropiterraza es un templo al respecto, un lugar al que cada fin de semana peregrinan cientos de personas que llegan a su pista de baile a través de la churrasquería Baby Beef. “Al cruzar una de sus puertas, el tropi-fan se topa con una bola de discoteca, luces tenues y música a todo volumen. Y un señor con un datáfono”, narra el mencionado reportaje (aunque ahora la fiesta ha añadido otras ubicaciones, como la sala Medias Puri de Tirso de Molina). Hay que pagar 10 euros de entrada, sí, pero a cambio se abren las puertas de una discoteca que cierra a medianoche y posee un encanto... inclasificable. Una joyita que hay que visitar al menos una vez en la vida. Y quizá no más.
- Calle de Manuel de Falla, 3. Metro: Santiago Bernabéu / Cuzco (línea 10). Viernes, sábados y domingos de 18.00 a 23.50 (en verano solo sábados).
Sobrevivir a la Ruta de senderismo de Cuerda Larga
La ruta de la Cuerda Larga cuenta con más de 20 kilómetros desde el Puerto de la Morcuera, en la sierra de Guadarrama, hasta el de Navacerrada. En total la componen ocho cumbres, como Cabezas de Hierro, la Mayor y la Menor. Una ruta exigente, entre las más complejas de la Comunidad de Madrid, que algunos senderistas califican incluso como “rompepiernas”.
En gran medida porque acumula un gran desnivel, que alcanza los 1.100 metros. A ello hay que añadir sus hasta 2.100 metros de altitud y que, dependiendo del día, pueden producirse fuertes rachas de viento y mucha niebla, por lo que es fácil perderse. Orientación y resistencia como requisitos para disfrutar de un paraje natural incomparable con una exigencia que, quizá quita las ganas de repetir una experiencia por lo demás gratificante.
- Más información sobre la ruta de Cuerda Larga en este enlace
Contemplar el ecléctico espanto de Colón
Visitar la Plaza de Colón en Madrid es como hacer turismo arquitectónico… pero mal. Es uno de esos sitios donde te preguntas si hubo una apuesta perdida entre urbanistas: esculturas que parecen bloques de hormigón caídos del cielo, una bandera gigante que amenaza con envolverte si sopla el viento fuerte, una cara aplastada obra de Jaume Plensa, un monumento a Colón que desde lejos parece más bien una figura olvidada del Belén gigante, dos torres que no dejan de crecer, Meninas transitorias y hasta una rana ludópata ilegal.
Pasear por allí es como meterse en una distopía. Pero no por su recurrente protagonismo en actos de la derecha y la extrema derecha, sino por su estampa de mármol y cemento, con mucho espacio para caminar pero pocas ganas de quedarse. Lo mejor de Colón es que siempre te hace sentir mejor con tus propias decisiones estéticas. ¿Que un día decoraste tu salón con luces LED moradas? No pasa nada, al menos no diseñaste esta plaza. Aun así, tiene su encanto raro y acaba siendo entrañable, o al menos un fiel reflejo del... ecléctico urbanismo madrileño. Una estampa que hay que ver una vez en la vida... para que las demás baste con apartar la mirada.
Probar una pijada inmersiva
Una de las corrientes de moda en la capital son las experiencias inmersivas. Juegos de luces y colores, ambiente musical envolvente y mucha sugestión en un formato que ha llegado a exposiciones, actividades pedagógicas o restaurantes. Normalmente a cambio, eso sí, de rascarse el bolsillo de forma importante.
Cuesta asegurar si se aprecia mejor un cuadro iluminado sobre una enorme pared que la reproducción original de esa obra en un museo. Tampoco si el pescado sabe más fresco entre pantallas que sumergen en el océano. Pero ya que Madrid ofrece y potencia estos proyectos entre la utopía y la distopía, ¿por qué no aprovechar la oportunidad? Aunque solo sea por recordarlo con sorna...
Asomarse al Abismo del Parque de Atracciones
El Abismo, icónica montaña rusa en el Parque de Atracciones de Madrid, tiene ese extraño magnetismo de todo lo que parece una locura con tornillos: sabes que subir ahí es una idea cuestionable, pero no puedes evitarlo. Con su estructura vertical y una lenta subida lenta, completamente al aire libre, al montarse hay tiempo de sobra para arrepentirte antes de la caída. Una invitación a ver la vida pasar en cámara lenta antes de lanzarse al vacío a una velocidad que alcanza los 105 kilómetros por hora, mientras la máquina infernal da todo tipo de giros, inversiones y tirabuzones.
Pero el vértigo empieza mucho antes de que arranque: basta contemplar desde la fila de espera como los predecesores salen con el pelo disparado y la cara desencajada después de alcanzar hasta 450 metros de altura. Esa clase de atracción que divide amistades (“¿Subimos otra vez?” “¿Estás loco?”) y deja claro quién es valiente y quién es simplemente inconsciente. Hace falta asomarse al abismo para comprobar que no se quiere regresar a él... o sí.
- Parque de Atracciones de Madrid. Casa de Campo, sin número. Metro: Casa de Campo (líneas 5 y 10). Lunes a domingos de 12.00 a 22.00
Adentrarse en el encendido de Navidad y sus aglomeraciones
Ir al encendido de luces de Navidad en Madrid (normalmente a finales de abril) supone cumplir con otra especie de rito místico capitalino: todos lo hacemos al menos una vez, con la ilusión de vivir un momento mágico... y al menos una parte de la magia es negra. Porque llegar a la calle Alcalá con Gran Vía (aunque algunas ediciones han trasladado el evento a Plaza de España) es descubrir que otras miles de personas, incluidos muchos turistas nacionales e internacionales, han ido en busca del espíritu navideño. Ese que podrían haber buscado en otros muchos lugares, de Laponia a Vigo.
Se suceden pues los empujones suaves pero constantes, y ese peculiar calor humano que te hace sudar en pleno diciembre. Las luces, eso sí, son preciosas: destellos de color por todas partes, árboles resplandecientes y hasta renos que parecen sacados de una película.
Pero buena suerte para quien intenta sacarse una foto natural o espontánea. Así que, quienes deseen sacarse la espinita, pueden ir una vez, dejarse maravillar por el ambiente, respiras hondo para no caer en el pánico al ver la marea de gente y prometerse que el año que viene lo verán desde casa por TikTok.
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