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Una ruta sin rodeos que atraviesa la hora punta. El atajo de Hoja de Router para esquivar el atasco informativo.

 

Al estilo occidental y con un toque de espionaje: los ordenadores al otro lado del telón de acero

Foto de un viejo ordenador en Letonia

José Manuel Blanco

A mediados del siglo XX, la informática despuntaba no solo en Silicon Valley. Mientras en San Francisco se gestaba una revolución tecnológica, en plena Guerra Fría y al otro lado del telón de acero se fabricaban ordenadores personales que poco tenían que envidiar a los de otras latitudes. La Unión Soviética y Checoslovaquia se colocaban en vanguardia a base de esfuerzo, dedicación… y un poquito de espionaje.

Ya sabíamos que al este de Berlín también se apostaba fuertemente por la tecnología, como pudimos comprobar con los robots, y los ordenadores no iban a ser menos. Las máquinas soviéticas eran una mezcla de los diseños y técnicas de Occidente con formatos propios.

A pesar del embargo occidental sobre los países de la órbita soviética, se las apañaron mediante espionaje y trucos caseros (fotocopias de libros o catálogos extranjeros) para imitar los modelos que triunfaban al otro lado del muro. Por ejemplo, en la antigua Checoslovaquia (actuales República Checa y Eslovaquia) se clonó el Intel 3000, mientras en Alemania 'homenajeaban' al Intel 8008 y en la URSS al 8080 o el 8086.

La historia de estas reliquias se cincela con muchos nombres propios: Serguéi Lebedev, considerado uno de los padres de los ordenadores soviéticos; Víktor Glushkov o Alexey Pajitnov, el célebre inventor del Tetris. El libro ‘Pioneers of Soviet Computing’, de Boris Nikolaevich Malinovsky, recoge la historia que hay detrás de estos pioneros y de hitos como el Sistema Unificado de Ordenadores Electrónicos, una gama de aparatos que copiaban el modelo 360 de IBM. De hecho, la compañía estadounidense llegó a interesarse por la tecnología que desarrollaban, pero parece que los contactos no llegaron a buen puerto.

La antigua Checoslovaquia se destapó como una verdadera potencia de los ordenadores. El bloguero checo Martin Malý recoge en un artículo la historia de sus singulares creaciones y sus desarrolladores, que comenzó en 1957 con SAPO, puesto en funcionamiento tras diez años de investigación. Según las palabras de Malý, carecían de tecnologías modernas pero tenían gente “cualificada e inteligente” para trabajar.

Por otra parte, los usuarios necesitaban que la suerte se pusiera de su lado para dar con el ordenador de sus sueños. El checo lo explica así: “Podías comprar la copia oriental del Z80 (fabricado en Alemania como U880D), pero no podías comprar el 74LS00 al mismo tiempo. Sí, muchos productores lo fabricaban, pero ‘no está en stock ahora; prueba a preguntar el año que viene’, así que ‘fabricar un ordenador’ quería decir cincuenta por ciento de habilidades electrónicas y cincuenta por ciento de redes sociales e informaciones extraoficiales como ‘conozco a un tipo que conoce a un tipo y su vecino trabaja en una fábrica, donde quizá tengan un material para los circuitos impresos’”.

El emporio de los ordenadores en Checoslovaquia tenía un nombre sugerente: Tesla, claro homenaje al pionero de la electricidad, pero también acrónimo de ‘Technika Slaboprouda’ (‘Tecnología de baja tensión’ en checo). Era un conglomerado, describe Malý, en el que se fabricaban diferentes productos: semiconductores, televisores… Entre sus hitos y ordenadores más populares se encuentra el PMD-85, inspirado en el HP-85.

Además de Checoslovaquia, otros países satélites apostaron por estas máquinas. Así, podemos encontrar ejemplos como Bulgaria, cuyo reputado Pravetz era compatible con Apple II. En los 80, el país producía el 40% de los ordenadores del bloque de países, y daba empleo a 300.000 personas. A la búlgara se sumaban, entre otras, las industrias bielorrusa y ucraniana.

Sin embargo, no todo eran buenas noticias en la órbita soviética: a menudo, los 'chips' que fabricaban no cumplían con los estándares internacionales, por lo que no podían exportarlos. Además, muchas familias no podían asumir su coste, por lo que los ordenadores quedaban restringidos a escuelas, institutos tecnológicos y otras instituciones similares.

Tras la caída del bloque comunista, la industria de los ordenadores decayó, así que pocos recuerdan hoy en día estas máquinas que apenas tuvieron repercusión más allá de las fronteras de la URSS.

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Las imágenes son propiedad de Sigurd Rage y Rostilav Lisovy

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