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El retorno de Unió Mallorquina, el partido que manejó implacable a PP y PSOE y se disolvió acuciado por la corrupción

Entre aplausos, la exdirigente histórica de UM Maria Antònia Munar hace acto de presencia en la sede del partido antes de dar comienzo a uno de los consejos de gobierno de la formación

Esther Ballesteros

Mallorca —

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Hubo un tiempo en el que la gobernabilidad de Balears estuvo condicionada por un minúsculo pero decisivo -e influyente- partido: Unió Mallorquina. Durante décadas, su histórica dirigente, Maria Antònia Munar, manejó los hilos de las principales instituciones de Balears fruto del incontestable poder político que amasó -ningún ámbito de actuación escapó a sus tentáculos- y de la eterna condición de UM como partido bisagra que durante años le brindó la Ley d'Hont. A lo largo de varias legislaturas, PP y PSOE necesitaron indefectiblemente a la formación regionalista para formar gobierno y Munar, sa Princesa, fue plenamente consciente de ello. El partido, sin embargo, acabaría envuelto en una maraña de casos de corrupción que lo abocarían, el 28 de febrero de 2011, a su disolución.

La infinidad de escándalos que, en sus últimos años de existencia, sacudió a UM escenificó varias de las semanas más agitadas que a nivel político se recuerdan en las islas. Compra de votos con dinero público, contrataciones por parte de la Administración de trabajadores que en realidad se dedicaban a hacer proselitismo de partido, excursiones, charlas y hasta un certamen de Miss Argentina Balears sufragados con cargo al erario público pero destinados a granjearse nuevos electores... Las múltiples tácticas empleadas por Unió Mallorquina acabaron pasándole factura, con sus dirigentes -varios de ellos en puestos públicos- detenidos en sucesivas operaciones policiales. La situación llegó a tal extremo que, el 5 de febrero de 2010, el acuerdo de gobernabilidad que tres años antes habían suscrito PSOE, Bloc per Mallorca y UM a nivel autonómico terminó saltando por los aires.

Ahora, trece años después de que UM anunciara su desaparición de la arena política, sus excomponentes han anunciado su regreso. Quieren dejar atrás la imagen de partido vinculado a la corrupción, pasar página y ocupar el espacio de centro que, en su opinión, falta en Balears. “Los que tenían que pagar han pagado”, asevera a elDiario.es uno de los integrantes de la nueva gestora, Damià Nicolau, otrora secretario general de la formación. Como sus compañeros, Nicolau considera que lo que se produjo hace más de una década fue “una caza de un partido que molestaba”. 

Trece años después de que UM anunciara su desaparición de la arena política, sus excomponentes han anunciado su regreso. Quieren pasar página y ocupar el espacio de centro que, en su opinión, falta en Balears. "Los que tenían que pagar han pagado"

Los miembros de la nueva UM no hablan de refundación, sino de “reactivación”, dado que el partido “sólo estaba parado” y lo han puesto “otra vez en marcha”. Descartan por completo, además, modificar las siglas de la formación. “¿Acaso lo ha cambiado el PP? ¿Y el PSOE, que protagonizó el mayor caso de corrupción con los GAL?”, apunta Nicolau. Los integrantes del partido confían en que a finales de año se celebre su primer congreso, pero de momento han comenzado a aunar rostros, antiguos y nuevos, para relanzar el proyecto. “La idea es que venga gente nueva, gente joven, gente que tenga ganas de trabajar para esta tierra”, incide.

UCD se hunde, nace UM

Durante décadas, el papel de UM fue decisivo para inclinar la gobernabilidad a favor de la derecha o de la izquierda. Ya se barruntaba el papel que ejercería el partido cuando en 1982 nacía al abrigo de la implosión de UCD, que en las elecciones generales de ese año pasó de 168 diputados a doce mientras Felipe González ascendía a la Moncloa. Un año antes, Adolfo Suárez había ratificado su dimisión en un congreso precisamente celebrado en Mallorca. Todo se fue a pique. Sin embargo, quienes sobrevivieron al naufragio se dispersaron a otros partidos o decidieron fundar otros nuevos de corte regionalista y nacionalista. En el caso de Balears, los exintegrantes de la formación reformista impulsaron UM. Entre ellos se encontraba Munar, quien en 1979 había sido elegida primera edil del municipio mallorquín de Costitx, su localidad natal. Con 24 años, se convertía en la primera alcaldesa en las islas y en la más joven a nivel estatal.

El artífice de la fundación del nuevo partido fue Jeroni Albertí, figura fundamental en la historia democrática balear. Albertí, quien ha fallecido esta semana a los 96 años, fue presidente del Consell General Interinsular que reemplazó a las antiguas Diputaciones y precedió al Gobierno autonómico. En febrero de 1982, UM se presentaba ante 2.000 personas como una formación regionalista de corte liberal, defensora de un nacionalismo moderado y con vocación “balear, española y europea”. “Podemos gobernar si somos el partido no socialista más votado”, proclamaba Albertí de cara a los comicios autonómicos y municipales de 1983.

En febrero de 1982, UM se presentaba ante 2.000 personas como una formación regionalista liberal y con vocación "balear, española y europea". "Podemos gobernar si somos el partido no socialista más votado", proclamaba su presidente, Jeroni Albertí

Apenas unos meses antes, en marzo, Balears había alumbrado su Estatut y UM celebraba su congreso constituyente, al que asistía, entre otros, Miquel Roca, uno de los padres de la Constitución, quien se mostraba crítico con el bipartidismo y convencido de la fuerza que ejercería el mallorquinismo político. Unió Mallorquina echaba a andar con Albertí como presidente, Pere Morey como secretario general, una sede provisional en un entresuelo aledaño a los cines Augusta y veinte millones de pesetas para su campaña. En los carteles electorales, un lacónico “Ens posem en marxa” (“Nos ponemos en marcha”).

La clave, en el centro

UM aspiraba a convirtirse en una nueva plataforma de poder en Balears, pero tenía enfrente a contrincantes que no se lo pusieron fácil. Por un lado, el PSOE. Por otro, Alianza Popular (con Gabriel Cañellas como candidato), que, con la debacle de UCD, se convirtió en la principal fuerza conservadora tanto a nivel balear como estatal. Pero el espacio de centro estaba huérfano y ahí estaba la clave: “Queremos el voto que nunca votaría a AP y que por la crisis de UCD se ha ido al PSOE”, subrayaba entonces Albertí. UM logró 46.915 votos y cosechó un triunfo fulgurante en los municipios. Tal fue el éxito obtenido que, con seis diputados, ya se estrenó entonces como partido bisagra en el Parlament Balear -AP y PSOE habían cosechado 21 escaños cada uno-, una condición que ya no abandonaría y de la que sacaría el mayor rédito imaginable a lo largo de su existencia.

Sin embargo, la posibilidad de gobernar era otra cosa. Tras las elecciones, según confesaría posteriormente Albertí -y como harían referencia con el tiempo varios medios de comunicación-, el financiero Carlos March, presidente de Banca March, lo citó en su despacho de Madrid junto a Cañellas. El documento en el que quedó plasmado el acuerdo que alcanzaron quedó guardado en una caja fuerte. Tal como publicó la revista El Temps, Albertí fue sometido a una presión insostenible para que apoyara la investidura del líder de Alianza Popular: “Yo no era libre económicamente”, admitiría, dejando entrever los términos de la negociación.

Carlos March, presidente de Banca March, citó a Albertí en su despacho junto a Gabriel Cañellas. El documento en el que quedó plasmado el acuerdo que alcanzaron quedó guardado en una caja fuerte. Tras ello, Cañellas acabó siendo investido presidente balear

Tras aquel encuentro, Cañellas acabaría convirtiéndose en el primer presidente del Govern balear. Un cargo que ostentaría durante tres legislaturas hasta 1995 (hasta 1989 al frente de Alianza Popular, reconvertida ese año en el PP), cuando José María Aznar forzó su dimisión tras ser acusado del cobro de un soborno de 50 millones de pesetas -redistribuidos con posterioridad entre los proveedores de la campaña electoral del PP previa a los comicios europeos de 1989- por la adjudicación de las obras del túnel de Sóller, convertido en epicentro del primer gran caso de corrupción impulsado en Balears. Dos años después, en una sentencia demoledora, el Tribunal Superior de Justicia de Balears (TSJIB) consideraba probada la comisión del delito de cohecho que llevó al banquillo al exmandatario balear, pero decidió absolverle porque los hechos habían prescrito.

Munar asume la presidencia de UM

En 1991, Munar asumiría la presidencia de UM. Mientras en la década recién iniciada los partidos de centro comenzaban a tambalearse ante un bipartidismo imparable, la ex dirigente histórica propició lo contrario. Nacida en Barcelona en 1955, doctora en Derecho y empresaria, tras su nombramiento como líder de la formación regionalista saltó a la primera línea política como consellera de Educación y Cultura en el segundo mandato de Cañellas. Sin embargo, no fue hasta 1995 cuando Munar vislumbró su gran oportunidad: ese año se alzaba con la presidencia del Consell de Mallorca, institución que dirigiría ininterrumpidamente hasta 2007. Tres legislaturas a lo largo de las cuales supo sacar provecho de la necesidad de PP y PSOE de contar con su apoyo para formar gobierno al frente de la administración supramunicipal, convertida con el paso del tiempo en reducto de los desmanes de UM.

Querida por un amplio sector de la sociedad mallorquina y denostada por otros, Munar se volcó, entre otros proyectos, en reforzar la identidad de Mallorca como pueblo. En 1999, el PP le ofreció, incluso, un estatuto que reconociese a Balears como “nacionalidad histórica” a cambio de pactar con los conservadores. Esta vez, UM se inclinó hacia la izquierda, posibilitando el primer pacto de progreso en Balears, con el socialista Francesc Antich como presidente balear, y poniendo fin a 16 años consecutivos de hegemonía conservadora.

Cuatro años después, en 2003, el PP de Jaume Matas recuperó el poder -el expresidente ya había ostentado el cargo entre 1997 y 1999, año en que dio el salto al Ministerio de Medio Ambiente-, dando inicio a la legislatura más polémica de cuantas se recuerdan en las islas. A lo largo de ese mandato, Matas gobernó holgadamente Balears mientras Munar lo hacía a nivel de Mallorca gracias, de nuevo, a su pacto con los populares. Eran tiempos de euforia, de los proyectos megalómanos, el Partido Popular se había autoproclamado autor del “milagro económico” frente al “paro, el despilfarro y la corrupción” de la era Felipe González y Matas quería imprimir su marca personal consagrándose al crecimiento económico y turístico de las islas.

Llegan las investigaciones por corrupción

En paralelo, UM se encomendaba a reforzar el carácter identitario de la isla, en apoyar a colectivos y sectores de toda índole y en impulsar la mejora de toda la red viaria de Mallorca, pero también a la puesta en marcha de infraestructuras y dudosas recalificaciones en las que los tribunales, como en el caso del PP de Matas, no tardaron en poner la lupa. Tras la gestión de ambos partidos fueron detectadas innumerables irregularidades en forma de malversaciones, tráfico de influencias, contratos a dedo y adjudicaciones amañadas. El expresidente balear acabaría desterrado de Balears tras el batacazo electoral que sufriría en 2007, que lo abocaría al abandono de la política para trasladarse a Estados Unidos.

Con el indiscutible poder político cosechado durante varias décadas, a Munar se le abriría ese año las puertas de la presidencia del Parlament tras pactar con PSIB y los nacionalistas del Bloc per Mallorca, alianza que coronó de nuevo Francesc Antich como presidente del Govern. El paso de sa Princesa por la cámara autonómica no tardaría, sin embargo, en enmarañarse a raíz del ovillo de casos de corrupción que comenzaron a asolar a UM, y en varios de los cuales acabaría viéndose involucrada. La captación de votos para el partido con fondos públicos, el desvío de dinero con destino a los bolsillos de los integrantes de la formación o la contratación, en distintas instituciones isleñas, de trabajadores que en realidad se dedicaban a llevar a cabo trabajos a beneficio de la formación, apenas dibujan parte de la trayectoria judicial de Unió Mallorquina.

UM se encomendó a reforzar el carácter identitario de la isla, en apoyar a colectivos y sectores de toda índole y en impulsar la mejora de toda la red viaria de Mallorca, pero también a la puesta en marcha de infraestructuras y dudosas recalificaciones

La infinidad de investigaciones abiertas contra UM llevaron a Antich a romper, el 5 de febrero de 2010, el pacto de gobernabilidad de esa legislatura, en el que los regionalistas ocupaban varias Consellerias. El día 28, Munar anunciaba su dimisión como presidenta de la Cámara autonómica y abandonaba la vida política. Ese mismo día, el que fuese su delfín político, Miquel Nadal, había confesado que la dirigente le había entregado en su coche oficial 300.000 euros en metálico para comprar la mitad de una productora audiovisual que ambos controlaban a través de testaferros y a la que habían regado con fondos públicos mientras dirigían el Consell de Mallorca.

La disolución

La propia UM fue la encargada de dar a conocer la dimisión de la expolítica mediante un comunicado en el que, paradójicamente, afirmaba que, “como se demostrará”, Munar “siempre” había actuado “desde la más absoluta legalidad y de acuerdo con la ética política” a lo largo de su trayectoria pública. Unas manifestaciones que el veredicto de los tribunales acabaría desmintiendo. Durante uno de los últimos juicios que afrontó, Munar manifestó estar “muerta política, económica y socialmente”. El fiscal, sin embargo, hacía caso omiso a sus sollozos y, dirigiéndose al jurado, profería: “La responsabilidad de ese sufrimiento no es de los que hacen cumplir la ley, sino del que se aprovechó de su cargo para saltársela”.

El alud de casos de corrupción que acorralaron a la formación condujo, el 28 de febrero de 2011, a la disolución del partido. El registro llevado a cabo dos días antes en la sede del partido, uno de los primeros llevados a cabo en las dependencias de una formación política en la historia de la democracia, al igual que la fianza de 1,6 millones de euros que le fue impuesta en una de aquellas causas acabaron de desarmar a un partido que durante décadas se había erigido en imprescindible en el panorama político balear.

El registro llevado a cabo en la sede de UM y la fianza de 1,6 millones de euros que le fue impuesta acabaron de desarmar a un partido que durante décadas se había erigido en imprescindible en el panorama político balear

Como manifestaba esta semana Podemos, “hablar de Unió Mallorquina es hablar de droga dura, pensar en corrupción y clientelismo”, al recordar que la de esta formación fue “un tipo de corrupción que de alguna manera estuvo permitida por el PP”. Los populares, con todo, ya han extendido su mano a la recién renacida UM para dialogar. Los regionalistas, por ahora, prefieren no elucubrar, aunque no descartan futuros pactos.

“La política actual, tanto a nivel balear como estatal, es un desastre. Los extremos la han radicalizado. ¿No habría preferido Pedro Sánchez pactar con un Convergència i Unió o con un PNV de hace diez años o quince años? ¿No preferiría el PP pactar con un partido de centro regionalista liberal que no con Vox?”, desliza Damià Nicolau a elDiario.es. El dirigente apela incluso a recuperar el espíritu de principios de la democracia: “Era gente que estaba por encima de los partidos, gente que amaba este país y gente que estaba dispuesta a hacer pactos. Creo que lo que necesitamos es esto y Unió Mallorquina puede simbolizar ese cambio”.

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