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¿Comer carne es de derechas? Otra 'guerra cultural' que viene de EEUU

El expresidente de Estados Unidos Donald Trump (2017-2021).

Carlos Hernández-Echevarría

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Antes de que políticos de media España nos enseñaran sus filetes empanados en las redes sociales, los conservadores de EEUU ya estaban luchando esa supuesta ''guerra contra la carne''. Antes de que Pedro Sánchez se sintiera en la necesidad de contarnos cómo pide el chuletón, la cadena conservadora de televisión FOX News ya había tenido que pedir perdón por inventarse un supuesto plan de Biden para obligar a los estadounidenses a comer solo una hamburguesa al mes.

Es importante tener en cuenta nuestra habilidad para importar batallas culturales de EEUU, no vaya a ser que algún político español acabe como el senador texano Ted Cruz, friendo bacon en el cañón de su rifle para el aplauso de su afición. Y para eso hay que entender que viene de lejos: que muchos años antes de que al ministro Garzón se le ocurriera repetir que los médicos dicen que hay que comer menos carne, Michelle Obama ya recibía críticas por un acto tan revolucionario como plantar un huerto en el jardín de la Casa Blanca.

Cuando Trump ganó las elecciones de 2016, una influyente tertuliana conservadora le sugirió públicamente que desmantelara el huerto y lo convirtiera en un hoyo de golf. Melania Trump no hizo tal cosa, pero su marido se cargó la iniciativa de Michelle Obama para exigir menús más nutritivos y con más verdura en los colegios de EEUU. Tal vez por casualidad, la medida se anunció el día del cumpleaños de la ex primera dama. 

No resulta nada extraño, porque Trump no ha conocido una guerra cultural en la que no quisiera luchar. La imaginaria persecución a la hamburguesa entronca perfectamente con los otros agravios que conformaban la idea general de ''hacer a América grande otra vez''. Una América de minorías calladitas y sin tonterías del colesterol. Como decía el popular meme: ''ESTO ES AMÉRICA. COMEMOS CARNE, BEBEMOS CERVEZA Y HABLAMOS PUTO INGLÉS''. Las mayúsculas son textuales también.

De García Page al gobernador Nebraska

Por supuesto, como casi siempre, en la supuesta ''guerra contra la carne'' existen intereses económicos y regionales. El enorme enfado de los presidentes socialistas de Castilla-La Mancha y Extremadura, regiones productoras de carne, es perfectamente reconocible en la reacción del gobernador republicano de Nebraska al falso plan de Biden para prohibir la hamburguesa: ''un ataque directo a nuestro modo de vida''. Él ya había señalado en el calendario un ''día oficial de la carne en el menú'', pero después de todo el follón ha puesto toda la carne en el asador y ha declarado oficialmente a mayo como ''mes de la ternera''.

En EEUU los lobbies de la alimentación son enormemente poderosos. Los fabricantes de pesticidas protestaron oficialmente cuando Michelle Obama decidió no usar químicos en su huerto y los productores de patata han logrado derrotar los intentos de que los colegios sirvan más guarniciones de verdura. El sector de la carne también ha sido muy efectivo. Por ejemplo, ha impulsado en al menos 24 estados leyes que impidan usar la palabra ''carne'' para referirse a cualquier sucedáneo vegano hecho con soja o cualquier otra planta. Arkansas fue más lejos y prohibió a las ''hamburguesas vegetales'' usar el título de ''hamburguesa'', pero la justicia lo impidió.

La realidad es que los médicos tienen claro que EEUU, como España, come mucha más carne de la que es buena para la salud y que ese consumo tiene efectos nocivos también para el medio ambiente. Sin embargo, en ambos países las nuevas generaciones consumen menos y hay muchos empleos en juego. En Nebraska la carne es la principal industria y envía cada año al matadero tres veces más reses que habitantes tiene el estado. En Extremadura la suma de los cerdos y las vacas también triplica al de la población. 

La vertiente económica está clara, pero los conservadores estadounidenses han preferido hasta ahora enmarcar el problema como una cuestión de libertad personal: que no se metan en mi vida, que me dejen en paz comer lo que me parezca. No es nuevo, es el mismo enfoque que han usado con otros consensos científicos como el del cambio climático. Una narrativa que se traslada ahora a las fotos de chuletones de los políticos españoles y de la que también tenemos referencias históricas: ''quién te ha dicho a ti las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber, déjame que las beba tranquilo''. Lo dijo Aznar en 2007 y, por cierto, en la frase siguiente hablaba de comer hamburguesas.

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