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Giorgia Meloni, la ultra que están blanqueando Feijóo y Von der Leyen para las europeas

La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, y el líder de Vox, Santiago Abascal, este domingo, en Roma.

Andrés Gil / Aitor Riveiro / Mariangela Paone

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El PP europeo lo tiene claro: para reforzar sus mayorías en la Eurocámara, tanto para aprobar como para bloquear políticas, quiere ir de la mano de la extrema derecha. Así lo dijo este jueves la presidenta de la Comisión Europea y candidata de los populares a repetir en el cargo, Ursula Von der Leyen, en un debate con el resto de candidatos de las demás familias políticas.

Von der Leyen ha repetido que sus condiciones para llegar a acuerdos son que las fuerzas sean “pro-europeas, anti-Putin y defensoras del estado de derecho” y ha dejado más claro que nunca que eso lo cumple Meloni y que, por tanto, buscará su apoyo. “He trabajado muy bien con Meloni en el Consejo Europeo, como con otros primeros ministros, es mi tarea. [Meloni] es pro-europea, ha sido muy clara contra Putin y pro-estado de derecho. Le ofrezco trabajar juntas”, sentenció la alemana este jueves en el debate en el que ha marcado distancias con las formaciones de Identidad y Democracia, como Alternativa por Alemania o la Agrupación Nacional de Marine Le Pen por ser “amigos de Putin”.

Horas después, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, caminó la misma senda en relación con la presidenta del grupo ultra europeo Conservadores y Reformistas Europeos (ECR, por sus siglas en inglés) –en el que se integran Vox o los polacos del PiS–. Feijóo ha abierto la puerta a pactar con Meloni, quien el pasado fin de semana envió un vídeo al acto de Vox en el que Javier Milei insultó a Pedro Sánchez y a su esposa. “No me parece homologable a otros partidos que se consideran de extrema derecha en Europa”, dijo el presidente del PP durante un coloquio organizado por el Cercle d'Economia en Barcelona, donde el PP abrirá la campaña de las elecciones del 9 de junio.

Feijóo reconoció ante las preguntas del presidente de la organización empresarial, Jaume Guardiola, que el PP europeo pasa por “dificultades” en Francia, donde domina Emmanuel Macron, y en Italia, donde Hermanos de Italia lidera las encuestas. “En Italia yo estaría muy atento al planteamiento de Meloni”, añadió a continuación. “No tengo información suficiente, pero no me parece homologable a otros partidos que se consideran de extrema derecha en Europa”, planteó.

Pero, ¿quién es Giorgia Meloni, la ultra que están blanqueando Feijóo y Von der Leyen para las europeas?

El disfraz de Meloni

Meloni, de 46 años, ha adoptado un tono tranquilizador y pragmático tanto en Europa como fuera de ella desde que llegó al cargo de primera ministra, hace año y medio. Y ha sabido congraciarse con lo que le pide el establishment comunitario: se ha mostrado inquebrantable en su apoyo a Ucrania, al tiempo que se posiciona como defensora de grandes acuerdos en África, ya sea energéticos o, los más polémicos, migratorios.

La otrora admiradora de Donald Trump y Vladímir Putin ha encontrado nuevos amigos en Joe Biden y Volodímir Zelenski. Ha estrechado lazos con Rishi Sunak, su relación con Emmanuel Macron se ha vuelto más cordial y a menudo se le ve trabajando junto a Ursula von der Leyen.

Amigos de extrema derecha

Que los caminos de las elecciones de junio pasan por Roma quedó ya claro cuando, a finales de agosto de 2022, en la campaña electoral que dio finalmente la victoria a Meloni, el presidente del Partido Popular Europeo, Manfred Weber, viajó a la capital italiana para apoyar a Forza Italia y, por ende, a su alianza con la ultraderecha. Detrás de esto hay un sueño: romper los equilibrios actuales en el Parlamento europeo, con una nueva alianza entre entre los dos grupos.

Uno de los integrantes destacados de la familia europea de Meloni es Vox, y su líder, Santiago Abascal, fue el invitado estrella de Atreju, la gran fiesta de Hermanos de Italia, que se celebró en diciembre pasado en Roma. Meloni agradeció a “Santi”, como le llamó, su presencia. “Está en su casa”, dijo la primera ministra italiana. A esa cita acudió el multimillonario Elon Musk y el primer ministro británico Rishi Sunak.

Si Meloni acogió a Sunak como un “amigo” al que le unía la estrategia de mano dura contra la inmigración, la presencia de Musk sirvió sin embargo para alimentar algunos clásicos del argumentario ultra sobre el riesgo de desaparición de las naciones y los peligros de la cultura 'woke', “un virus mental”, según el patrón de Tesla.

En efecto, Meloni ha profundizado sus relaciones con sus aliados de extrema derecha en Europa. Animó a Vox antes de las elecciones españolas del 23 de julio (“Ha llegado la hora de los patriotas”, dijo), y pronunció uno de sus discursos más representativos en la campaña de las andaluzas de 2022, poco antes de convertirse en primera ministra de Italia: “No hay mediaciones posibles: o se dice ‘sí’ o se dice ‘no’. Sí a la familia natural, no a los lobbis LGBT [sic], sí a la identidad sexual, no a la ideología de género, sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte, sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islamista, sí a fronteras seguras, no a la inmigración masiva, sí al trabajo de nuestros ciudadanos, no a las grandes finanzas internacionales, sí a la soberanía de los pueblos, no a los burócratas de Bruselas”.

Meloni no tiene problemas en reunirse con su homólogo y aliado húngaro, Viktor Orbán, en Budapest, para hablar de defender la familia “tradicional” y a Dios por el bien de la humanidad. Pero, eso sí, dosifica sus viajes a Madrid a actos de Vox. En la campaña del 23J mandó un vídeo, y lo mismo hizo para el último acto del partido de Abascal, que juntó a Javier Milei y Marine Le Pen en Vistalegre.

Pero todo eso no hace olvidar un discurso de 2019 que posteriormente se hizo viral, en el que Meloni tocó todas las notas de su banda sonora política de aquel entonces. “Soy Giorgia, soy mujer, soy madre, soy italiana, soy cristiana”, gritó. “Eso no me lo podéis quitar”.

Recortes de derechos

En su país, la coalición gobernante de Meloni –en la que están los aliados del PP en Italia– ha recortado las prestaciones a las personas con rentas bajas o en paro; ha promulgado normas estrictas contra los barcos de rescate de las ONG y las familias homoparentales; ha ampliado la prohibición de la maternidad subrogada para penalizar a los italianos que recurran a este método en el extranjero; y ha firmado con Albania la construcción de centros en territorio albanés, con capacidad de hasta 3.000 personas, para devolver a migrantes rescatados en el mar por las autoridades italianas, por ejemplo.

En una muestra más de los equilibrismos que han marcado su primer año y medio al frente del Gobierno de Italia, Meloni dijo la semana pasada, en ocasión del Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia, que su Ejecutivo “siempre estaría en primera línea” contra “discriminaciones y violencias inaceptables” perpetradas en base a la orientación sexual. Al mismo tiempo, Italia se negaba a firmar ( como Hungría, Rumanía, Bulgaria, Croacia, Lituania, Letonia, República Checa y Eslovaquia) la declaración para la promoción de políticas europeas en favor de la comunidad LGTBIQ+, presentada por la Presidencia belga del Consejo de la UE. La explicación de la ministra para la Familia del Gobierno de Meloni, Eugenia Roccella, fue que “el gobierno italiano está en primera línea contra toda discriminación en el mundo, venga de donde venga” y que el problema es que la izquierda “utiliza la sacrosanta lucha contra la discriminación por motivos de orientación sexual como una hoja de parra para ocultar su verdadero objetivo, que es el género”.

Meloni, además, ha aprobado que los activistas contra el aborto puedan entrar en clínicas donde se interrumpen embarazos, en lo que supone un duro golpe para los derechos de la mujer. La medida sigue a otras ya adoptadas por varias regiones de derechas, que financian a grupos de presión para que se infiltren en las clínicas que proporcionan a las mujeres un certificado que confirma su deseo de interrumpir el embarazo. Algunas regiones, como Las Marcas, dirigida por los Fratelli d'Italia de Meloni, también han restringido el acceso a la píldora abortiva.

Equilibrismos con el saludo fascista

“Roma, 7 de enero de 2024. Y parece 1924”, escribió en sus redes sociales la líder del Partido Democrático, Elly Schlein. Cada año en enero, la calle Acca Larentia, en la primera periferia de Roma, es el lugar en el que los grupos de la extrema derecha romana se reúnen ante la antigua sede del MSI para recordar el asesinato de dos militantes de la sección juvenil del partido —y de otro que murió horas después en los disturbios con la policía—, en uno de los episodios de los “años de plomo” que siguen generando divisiones.

Y este año, con el Gobierno liderado por el ultraderechista Hermanos de Italia, que sigue llevando en su símbolo la misma llama del MSI, se viralizó en las redes sociales el vídeo en el que aparecen cientos de personas vestidas de negro, que se cuadran y, por tres veces, responden al unísono con el saludo romano y el grito de “presente” para “todos los camaradas caídos”.

“No fue un desfile en absoluto, fue una conmemoración fúnebre que se hace cada año en Roma desde hace 40 años. Por desgracia algunos militantes de extrema derecha aprovechan para hacer el saludo romano, pero cada vez son menos”, dijo en un debate en Estrasburgo sobre este asunto el eurodiputado de Hermanos de Italia, Nicola Procaccini, cuya mayor crítica ha sido decir que “ese saludo es anacrónico incluso grotesco” antes de asegurar que “no tiene ni ha tenido tenido el significado de hacer apología del fascismo”. 

Círculo más cercano ultra

Cuando se acercaba a la cúspide del poder, Meloni declaró que su partido había “entregado el fascismo a la historia décadas atrás”. Pero, haciéndose eco del régimen fascista de Mussolini, Francesco Lollobrigida, ministro de Agricultura italiano y cuñado de Meloni, fue acusado de supremacismo blanco tras alertar de que los italianos corrían el riesgo de “sustitución étnica”. La declaración se produjo en el marco de un debate sobre la inmigración y el descenso de la tasa de natalidad en Italia.

Además, Ignazio La Russa, presidente del Senado italiano, es un coleccionista de reliquias fascistas, mientras que otros cargos del partido provienen de la época de Meloni como militante de las juventudes del MSI.

Censura en “Telemeloni”

“Preferimos perder uno o varios días de sueldo antes que perder nuestra libertad, convencidos de que la libertad y la autonomía del servicio público es un valor de todos. Y la RAI es de todos”. Así, en un comunicado leído en las principales ediciones de los telediarios, los periodistas de la RAI, la televisión y radio públicas de Italia, explicaron las razones que les llevaron hace tres semanas a mantener una huelga de 24 horas para “defender su autonomía e independencia” del “control de la política” y de “los intentos de censura” del Gobierno liderado por la ultraderechista Giorgia Meloni.

El paro llegó tras semanas de protestas de los trabajadores por lo que definen como un “control asfixiante” para que la información sirva de “megáfono” del Ejecutivo, una denuncia a la que se ha sumado la oposición política que acusa a la dirección de haber convertido la RAI en “Telemeloni”.

La Federación Nacional de Prensa Italiana (FNSI) considera “gravísima” la acusación de difundir “noticias falsas” para “desacreditar” a “cientos de colegas” y la considera en realidad “una operación de distracción masiva, pero ocultar lo que realmente está sucediendo en el servicio público”.

También la oposición considera “muy graves” los “intentos” de “desacreditar” a los periodistas de la RAI, que el Partido Demócrata ha rebautizado como “Telemeloni”, como con “el caso Scurati”.

“El grupo gobernante posfascista, tras ganar las elecciones en octubre de 2022, tenía dos caminos ante sí: repudiar su pasado neofascista o intentar reescribir la historia. Sin duda ha tomado el segundo camino”. Éste era uno de los pasajes del monólogo que el escritor italiano Antonio Scurati —autor del superventas “M, el hijo del siglo”, sobre la vida y la llegada al poder de Mussolini, traducido en 46 países— tenía que haber recitado en un programa de RAI3, el tercer canal de la televisión pública italiana con ocasión del aniversario del 25 de abril, en el que Italia recuerda la liberación del nazifascismo. Pero unas horas antes de la emisión, la participación de Scurati fue cancelada en el último de una serie de episodios que ha encendido las alarmas en Italia sobre la colonización del espacio mediático por parte del Gobierno de Giorgia Meloni, empezando por la Rai. 

Meloni salió al paso de las crítica en sus redes sociales publicando el texto íntegro del monólogo de Scurati, pero añadió: “La izquierda grita al régimen, la RAI responde que simplemente se ha negado a pagar 1.800 euros (el salario mensual de muchos empleados) por un minuto de monólogo”. A lo que el escritor respondió: “Eso, señor presidente, es violencia. No física, por supuesto, pero siempre violencia. ¿Es el precio que se tiene que pagar hoy en su Italia por haber expresado el propio pensamiento?”.

El de Scurati es el último de varios casos en los que Meloni ha sido acusada de censura o de utilizar los medios públicos en su beneficio, como la marcha de la RAI del periodista Fabio Fazio, tras cuatro exitosas décadas en la cadena pública, o la modificación del reglamento de intervenciones en campaña electoral, que acaba con el límite de tiempo de las intervenciones televisivas de políticos con cargos institucionales. 

Otros dos casos han agitado las aguas del debate sobre la libertad de prensa en Italia en las últimas semanas. Por un lado, la posible adquisición de la agencia AGI, la segunda agencia del país —actualmente propiedad de la empresa energética ENI, controlada al 35% por el Estado— por parte de Antonio Angelucci, parlamentario de la Liga pero muy cercano a Meloni y ya propietario de tres periódicos afines al Gobierno, Il Giornale, Libero e Il Tempo. Por otro lado, la decisión de la Fiscalía de Perugia de incluir a tres periodistas del diario Domani en la lista de investigados por un caso de acceso a informaciones reservadas sobre políticos y famosos, en el que los dos principales acusados son un teniente de la Guardia de Finanza, la policía tributaria de Italia, y un magistrado. La investigación surgió después de una denuncia ante la fiscalía del actual ministro de Defensa, Guido Crosetto, después de que Domani publicara un artículo sobre posibles conflictos de intereses de Crosetto por algunas asesorías a empresas del sector armamentístico.

Crosetto no se querelló contra Domani por difamación ni desmintió las informaciones, pero presentó una denuncia para investigar cómo habían accedido a esa información, es decir una investigación sobre la fuente de los periodistas. Ahora los tres periodistas —Stefano Vergine, Giovanni Tizian y Nello Trocchia, los últimos dos coautores de una investigación sobre el padre de Meloni, publicada el pasado mayo por este diario— son investigados por acceso abusivo y revelación de secretos a pesar de que la Constitución y las leyes italianas amparan a los periodistas en la publican de cualquier información que sea de interés público en el ejercicio del derecho de crónica. La acusación a la que se enfrentan los tres cronistas —que han recibido apoyos de decenas de medios europeos y de las principales organizaciones en defensa de la libertad de prensa— acarrea una condena de hasta nueve años de cárcel.

Tres décadas de militancia ultra

El largo recorrido político de Meloni empezó en 1992, cuando una quinceañera Meloni tocó a la puerta de la sección juvenil del Movimento Sociale Italiano, el partido fundado tras la II Guerra Mundial por los que habían sido hasta el final secuaces de Mussolini. Aquel local, en el número 8 de vía Guendalina Borghese, es ahora una sede de Hermanos de Italia, en la Garbatella, el barrio de izquierdas donde Giorgia Meloni se crio. “Allí encontré a mi segunda familia. Ciertamente más numerosa que la de origen”, cuenta en el libro Io Sono Giorgia (Yo soy Giorgia), que arranca con el recuerdo de las llamas que envolvieron su casa que ella y su hermana incendiaron por accidente mientras jugaban.

Capítulo tras capítulo, los detalles más íntimos de su vida se entrelazan con la defensa del ideario de su partido. Y así, el abandono sufrido por parte de su padre que, cuando ella era aún una niña, se subió a un barco rumbo a Canarias y nunca volvió, se convierte en una de las razones que la empuja a rechazar la adopción para las parejas homosexuales o las personas solas. O el relato de la decisión de su madre de no abortar, como se había planteado cuando se quedó embarazada de ella, abre la explicación sobre su visión de la actual ley de aborto en Italia. Meloni ha repetido en más de una ocasión que no quiere modificar esa norma sino aplicar la parte que habla de “prevención”. Pero obvia la realidad de un país donde el derecho a abortar se ve comprometido porque dos ginecólogos de cada tres se declara objetor de conciencia y en regiones como Las Marcas, gobernada precisamente por Hermanos de Italia, se ha restringido el plazo para la suministración de la píldora abortiva RU-486.

A los veranos pasados en Canarias, obligada junto a la hermana a compartir unas semanas con su progenitor, atribuye su familiaridad con el español, el idioma en el que se expresó durante el discurso del mitin de Vox en Marbella del pasado junio al que todos se han referido en estos meses para desmontar su imagen de moderación.

En español, inglés y francés habló en un vídeo al comienzo de la campaña para decir que el fascismo era cosa del pasado y que estaba “lista” para gobernar, “le guste o no a la izquierda”. Ella se viene preparando toda la vida y no lo niega.

“Dios, patria y familia”

Cuando Meloni entró en el partido, la sección juvenil del MSI se llamaba Frente de la Juventud, luego pasó a denominarse Acción Jóvenes, cuando Gianfranco Fini a mediados de los noventa transformó el partido en Alianza Nacional, llamando al fascismo “mal absoluto” y entrando así en el primer Gobierno de Silvio Berlusconi. La herencia del pasado, sin embargo, aún quedaba. En agosto una web francesa recuperó y publicó el vídeo de una Meloni, por aquel entonces de 19 años, que decía que Mussolini había sido “un buen político”, y que no había habido otros como él en los últimos 50 años. El símbolo del Frente de la Juventud era una mano que sujetaba una antorcha con el tricolor de la bandera italiana y con, pequeñas modificaciones, es prácticamente el mismo de la sección juvenil de Hermanos de Italia, en cuyo logotipo sigue apareciendo la misma llama verde, blanca y roja que había en el símbolo del MSI. Así como “Dios, patria y familia” sigue siendo un eslogan que la líder de Hermanos de Italia defiende y reivindica.

“Los nostálgicos del fascismo son los tontos útiles de la izquierda”, reitera sin embargo Meloni. Lo hizo en una entrevista al Corriere della Sera cuando una investigación periodística sacó a la luz las relaciones de un destacado miembros del partido con grupos radicales neofascistas. Y lo volvió a repetir, con otras palabras, en la pasada campaña electoral italiana, en la que un candidato de su partido ha sido expulsado en Sicilia por celebrar a Hitler en las redes sociales y otro destacado miembro de la formación, hermano del dirigente Ignacio La Russa, hizo el saludo romano en el funeral de un militante y se justificó diciendo que era la voluntad del difunto.

Ministra de la Juventud

Meloni se convirtió en la líder de la sección juvenil de Alianza nacional en 2004. Dos años después, cuando tenía 29 años, era ya vicepresidenta de la Cámara. En 2008, cuando AN se había ya fundido con Forza Italia y Berlusconi ganó la elecciones con el Pueblo de la Libertad, ella entró como ministra de la Juventud en un Gobierno necesitado de caras nuevas. No era una cartera muy importante, pero le dio visibilidad. Y ella siguió estudiando. Fueron los años de la Gran Recesión, de la prima de riesgo desbocada y de una experiencia de Gobierno que acaba con Berlusconi fuera y un Ejecutivo técnico liderado por el excomisario europeo Mario Monti. Es allí cuando Meloni decidió que había que emprender un nuevo camino o, según se mire, retomar el viejo.

Junto a otros compañeros, funda una nueva formación cuyo nombre son las primeras tres palabras del himno nacional: Hermanos de Italia. En las últimas elecciones generales, en 2018, superó por poco el 4%. Luego llegaron las europeas de 2019, con un 6,4%. Un año después estaba ya presidiendo el grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos, al que también pertenecen Vox, el polaco Ley y Justicia, los conservadores británicos o el partido extremista sueco Demócratas Suecos. Estos son sus aliados internacionales, entre los que Vox tiene un lugar especial, el “partido hermano gemelo” de Fdi, lo define Meloni, quien en una entrevista a EFE dijo que desea que su triunfo en Italia abra el camino para sus aliados en España. A esta red de relaciones internacionales hay que añadir el húngaro Victor Orban, que en 2019 fue el invitado especial de Atreju, la manifestación política del partido que se celebra cada año y por la que han pasado políticos de todos los colores. “Fue el momento más emocionante”, dijo Meloni.

Atreju es el personaje de La Historia interminable —el libro de Michael Ende, que inspiró la película con el mismo título— que luchaba contra la Nada que prosperaba porque “la gente había renunciado a esperar y olvidad sus propios sueños”. Es una de las muchas referencias al mundo fantasy. Meloni menciona a menudo a Tolkien así como a escritores como Gilbert Keith Chesterton con su famosa frase “llegará el día en el que tendremos que desenvainar las espadas para demostrar que en verano la hierba es verde”. Pero también cita a canciones de artistas identificados con la izquierda italiana como Francesco Guccini o Francesco de Gregori. Hay quien la ha criticado por haber sembrado su biografía de citas que parecen sacadas a beneficios de Instagram, y que quedarían bien en las redes sociales de cualquiera. Pero, entre una cita de Victor Hugo y una de Pasolini, en las páginas donde se habla de inmigración y de bloqueo naval en el Mediterráneo, la crítica a la globalización y al multiculturalismo desliza hacia las teorías de sustitución étnica tan populares en la extrema derecha en este y en el otro lado del Atlántico.

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