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José Tolentino Mendonça, el guardián de los secretos

Pilar del Río

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Este perfil debería escribirlo Umberto Eco: el autor de El nombre de la rosa haría filigranas con la biografía de José Tolentino Mendonça, arzobispo de Suava [cardenal desde el 5 de octubre de 2019] y director de los archivos secretos del Vaticano por obra y gracia del papa Francisco, que lo elevó a tales glorias en 2018, tras los ejercicios espirituales que le impartió en la Cuaresma del mismo año. Tolentino Mendonça es teólogo, profesor, ensayista, fue vicerector de la Universidad Católica de Lisboa, es articulista en el semanario portugués Expresso y poeta de obra distinguida y traducida.

A José Tolentino Mendonça se le conoce en Portugal -y es persona muy conocida- sin el José inicial, que realmente añade poco a un nombre tan sonoro. Nació en la isla de Madeira en 1965, cuando la mayoría de sus colegas de sínodo ya estaban ejerciendo funciones apostólicas. Por las titulaciones que tiene se le supone que fue alumno avezado, anduvo entre Lisboa y Roma doctorándose en teología y ciencias bíblicas y más tarde, en Nueva York, se empleó en estudiar la religión y el espacio público. Por su libro La mística del instante recibió en 2015 el premio literario Res Magnae, convirtiéndose en el primer no italiano galardonado. Luego le dio los ejercicios al Papa Francisco y fue nombrado arzobispo y detentor de todos los secretos que guarda la Biblioteca del Vaticano.

Por su trayectoria humana y de escritor no se le ve envenenado legajos para que nadie más tenga acceso a determinado secretos del Vaticano, por el contrario, es fácil intuirle temblores por no poder compartir con sus contemporáneos ciertas páginas que introducirían claridad en la siempre espesa narración de la historia. Qué conversaciones mantendrá con el Papa Francisco? ¿Qué vio el papa en el teólogo portugués para depositar el peso del conocimiento en sus manos? Leer diversas lenguas que unos llaman muertas y otros inmortales no debe ser causa suficiente. Ser poeta, tal vez.

Tener curiosidad, seguro. Mantener lealtad a un mensaje evangélico primigenio es bastante probable, aunque será la suma de estas singularidades las que debieron inclinar la balanza. No lo sabremos hasta que propio el papa lo cuente. Tituló Elogio de la sed el conjunto de textos que pronunció ante Francisco, al que le recordó palabras de su autoria: “Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, eso es negarles el derecho a la vida, radicado en la dignidad inalienable”.

Tolentino Mendonça se confiesa amante de la lectura, el cine y el teatro. De Umberto Eco prefiere los ensayos semióticos antes que El nombre de la rosa , confía que ningún legajo tenga veneno aunque, bromea, “ésa sería una bella muerte”. Dice que siempre tiene tiempo para oír una historia de vida y tal vez por eso se hizo sacerdote. Afirma que las lenguas antiguas son la llave para entender el relato que nos construye.

Lee filosofía, teología y crítica literaria, define su dedicación actual como trabajo y pasión, le entristece la Europa de hoy y el perfume que elige es el que desprenden los lirios del campo, su lema en la consagración episcopal: “Mirad los lirios del campo”. No esperaba ocupar funciones tan altas en la iglesia católica, no hizo campaña electoral, no se presentó al cargo. Estaba en la Universidad cuando recibió la llamada. Defiende “amar por amar” y el Evangelio de la Misericordia. Este nombramiento indica que en Roma pasan cosas.

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