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OBITUARIO

Jacques Delors, peso pesado del socialismo francés y arquitecto de la Unión Europea

Jacques Delors, en Bruselas, en 1993.

Amado Herrero

París —

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Fallecido este miércoles a los 98 años, la figura de Jacques Delors es la de un político complejo, con una carrera marcada por la búsqueda de un equilibrio entre la justicia social y el pragmatismo, que le acabó llevando a conducir a Francia por el camino de la austeridad.

Su actividad profesional comenzó en el mundo de la banca, su vida política en los sindicatos. Fue uno de los pesos pesados del Partido Socialista (PS) francés en la segunda mitad del siglo XX, al tiempo que su cercanía a la democracia cristiana le abrió las puertas de la política europea –donde defendió a ultranza una mayor integración– y, en su opinión, le cerró las de Francia.

“En Francia, ser democristiano es algo incómodo y limita cualquier futuro posible”, resumió el propio Delors en sus memorias. “Pero en Europa es lo ideal: la Comunidad Económica Europea fue fundada por una coalición de socialdemócratas y verdaderos democristianos. Así que, en Europa, yo era ”the right man at the right place [el hombre correcto en el lugar correcto]“.

Los inicios

Jacques Delors nació el 20 de julio de 1925 en el oeste de París, en un barrio popular de la colina de Ménilmontant. Su padre, Louis, era empleado en el Banco de Francia; su madre, Jeanne, dejó su trabajo para criar a su único hijo. Se trataba de una familia católica muy integrada en las actividades sociales de la parroquia. Buen estudiante, la influencia paterna fue lo que orientó a Delors a encaminar su formación para conseguir un trabajo de directivo en la misma institución en la que trabajaba su padre.

En el Banco de Francia, conoció a su futura esposa, Marie, que también venía de un entorno religioso practicante. Tuvieron dos hijos, la mayor, Martine (que adoptó el apellido de su primer marido, Aubry, en 1973), siguió los pasos de su padre en la política. Fue ministra de Trabajo y estuvo a punto de ser la candidata del PS en las elecciones presidenciales de 2012, cuando perdió en la segunda vuelta de las primarias ante François Hollande.

“Jacques Delors perteneció a una generación formada por la educación popular católica con sus diversos movimientos, obreros, campesinos y estudiantiles, a la que permaneció ligado el resto de su vida”, explica el historiador Denis Pelletier en una tribuna en Le Monde. “Profundamente laico, Delors siempre separó su fe de su compromiso político. Pero nunca negó lo que debía a su fe católica”.

En los años 60, Delors dividía su tiempo entre la actividad asociativa y los sindicatos cristianos. Comenzó su participación en política a través de su trabajo con la Confédération française démocratique du travail (CFDT). Primero durante la presidencia de Georges Pompidou, participando en varios de los grandes acuerdos que transformaron la legislación laboral francesa que siguieron a mayo del 68.

Giro de austeridad

Desde los inicios de su actividad política, defendió una línea de lo que se ha calificado como pragmatismo realista, basado en la política contractual; un compromiso negociado entre grupos sociales en un contexto de transparencia. Aunque desde el principio se identificó como progresista, su participación en el Gobierno de Pompidou (conservador) le valió las críticas de varios miembros del Partido Socialista cuando finalmente se afilió a la formación en los años 70, especialmente entre las corrientes situadas más a la izquierda.

Sin embargo, François Miterrand hizo de él una figura clave para su campaña electoral de 1981 y su primer Gobierno. Se trataba de una garantía de moderación en el terreno económico, contrapeso a los miembros del Partido Comunista que integraban aquel primer Gobierno. Como ministro de Economía, Delors fue la pieza central del llamado “giro de austeridad” (tournant de la rigueur) que, en 1983, puso fin al plan de relanzamiento con el que Mitterrand había llegado al poder y que significó una nueva política económica enfocada a la reducción del déficit presupuestario.

En marzo de ese año, se produjo un momento clave en el que el Gobierno francés libró varias batallas internas cuyas consecuencias marcaron la política interior y también la comunitaria. La corriente liderada por el primer ministro Pierre Mauroy y el ministro Jean-Pierre Chevènement defendía la salida del sistema monetario europeo, como vía para estimular la economía y escapar de la influencia de Alemania.

Finalmente, Mitterrand optó por cerrar filas con los partidarios de la austeridad presupuestaria y de reforzar el proyecto europeo. En esos años el nombre de Delors sonó varias veces como posible primer ministro porque, pese a los ajustes que impuso, su popularidad en el país creció notablemente. Pero el presidente optó por Laurent Fabius para sustituir a Mauroy. “Usted no es suficientemente de izquierdas para el Partido Socialista”, le dijo Mitterrand a Delors, a modo de explicación.

Defensor de la integración europea

El compromiso de Mitterrand con el proyecto europeo se refuerza un año después durante la cumbre de Fontainebleau, que consigue desbloquear varios contenciosos después de largas negociaciones y compromisos (en particular con Margaret Thatcher y los representantes de Reino Unido). Cuando en 1985 la presidencia de la entonces Comisión de las Comunidades Europeas queda vacante, el papel de Delors en el giro de Mitterrand y en las negociaciones le valen el respaldo del canciller alemán Helmut Kohl.

Recién nombrado, Delors inicia una gira por las capitales europeas defendiendo una moneda y una defensa comunes y la democratización de las instituciones. Pero los líderes europeos no estaban dispuestos a llevar la integración hasta ese punto. Así que decidió comenzar por otro camino, el económico. Sus diez años de presidencia están marcados por la aprobación de dos textos fundamentales: el Acta Única Europea, firmada por 12 países en 1986, que abrió el camino al mercado único; y el Tratado de Maastricht, en diciembre de 1991, que creó la unión monetaria.

Delors defendió además ampliar las prerrogativas de la Comisión ante los Jefes de Estado como única manera de superar los intereses nacionales y trabajar por el bien común. En los últimos años de su presidencia trató de reforzar la cooperación que debía acompañar la integración, pero las garantías sociales y democráticas a nivel comunitario no avanzaron al mismo ritmo que la integración económica. “No puede haber moneda única sin coordinación de las políticas económicas”, advirtió entonces.

Al final de su mandato, publicó un libro blanco sobre la competitividad y el empleo europeos en el que señalaba las debilidades de la economía comunitaria (desempleo masivo, competitividad insuficiente) y reclamaba mayores inversiones de los Estados Miembros.

El ocaso de su carrera

Acabado su periodo en Bruselas, todos esperaban que Delors desempeñara un papel decisivo tras la retirada de Mitterrand. El 11 de diciembre de 1994, cuando todo el país esperaba su candidatura a la presidencial de 1995, anunció en directo en el programa de entrevistas de mayor audiencia de Francia que no se iba a presentar.

“Tras reflexionar, llegué a la conclusión de que la ausencia de una mayoría coherente me impediría aplicar las reformas que consideraba esenciales”, escribió en su libro. “O mentía al país, o mentía a los socialistas”, explicaría después señalando el desfase entre su proyecto y el discurso casi revolucionario de varios líderes del PS de la época.

La reflexión de Delors tuvo ecos en los años posteriores, especialmente durante el mandato de François Hollande, que durante la campaña exhibió una retórica (“mi enemigo es el mundo de las finanzas”) que no correspondía a la orientación que dio después a su política.

Después de renunciar a la presidencia, Delors abandonó la primera línea de la vida pública. Sus relaciones con el nuevo líder del PS, Lionel Jospin, eran especialmente malas. En 2001, Jospin prefirió nombrar al expresidente Valéry Giscard d'Estaing para presidir la Convención sobre Europa, organismo del que debía salir el Tratado Constitucional, una decisión que molestó a Delors.

En la última etapa de actividad, siguió trabajando para la UNESCO, para el Consejo de Empleo, Renta y Cohesión Social y el think tank Notre Europe, además de recibir múltiples homenajes por su contribución a la construcción de la UE. Delors aprovechó sus últimas intervenciones públicas para reflexionar sobre justicia social y sobre el proyecto europeo, los dos temas que centraron su vida política.

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