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ENTREVISTA

Lara Maiklem, la exploradora del fango del Támesis: “Hay 2.000 años de historia depositados en el fondo del río”

Lara Maiklem en la orilla del Támesis, en Greenwich.

María Ramírez

Oxford (Reino Unido) —

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Al alba o al anochecer, siguiendo la marea, Lara Maiklem se pone sus botas de goma y unos guantes de látex y baja por una escalerilla hasta la orilla del río Támesis. Pasea por lo que queda de arena y despacio recoge trocitos de cerámica, ojos de cristal, abalorios, alambres y fósiles. Los mete en una bolsa de plástico y los examina después con la ayuda de libros, retratos de la época Tudor y una comunidad muy activa de historiadores y anticuarios. Parte acaba en el Museo de Londres.

Maiklem ya no vive en Londres, pero suele hacer una o dos expediciones cada semana. Lo que hace tiene un nombre sin traducción en español, “mudlarking”, que significa literalmente “jugar (lark) en el barro (mud)” y que se refiere a la exploración del fango que lleva siglos conservando objetos arrojados por error o voluntad al Támesis. Maiklem encuentra zapatos de hace 300 años, hebillas medievales, horquillas romanas y hasta vasijas de la Edad de Hierro. A veces se topa con sustancias peligrosas o restos humanos. También ha encontrado cadáveres (en esos casos, registra el lugar exacto y llama a la policía). 

Lo que empezó como una ocupación de niños pobres desesperados en el siglo XVIII en Londres se ha convertido en un pasatiempo para tantos que la Autoridad del puerto de Londres ahora lo regula con permisos que incluyen normas como no vender los objetos y comunicar lo encontrado a un registro de patrimonio y entregar lo más valioso al Museo de Londres. Está tan de moda que en noviembre la Autoridad suspendió temporalmente la emisión de nuevas licencias, que han pasado de 200 a unas 5.000 en cuatro o cinco años. 

Maiklem es tal vez la mudlarker más famosa de Reino Unido porque fue la primera en compartir sus hallazgos ampliamente en redes, ha escrito varios libros y da charlas para concienciar a otros exploradores del fango sobre las reglas y el respeto de la orilla y sus tesoros. Su último libro, un bestseller en Reino Unido, se publica ahora en español, Mudlarking: Historia y objetos perdidos en el río Támesis (Capitán Swing).

Le gusta contar que creció en una granja de Surrey y que después de una juventud en Londres muy fiestera en los clubes de los años 90 empezó a bajar al río en busca de paz. Allí descubrió la naturaleza que añoraba de su infancia y recuperó la afición exploradora de cuando buscaba fósiles con su madre cuando era niña. Después de años en el mundo editorial, ahora ha logrado “pagar las cuentas” escribiendo libros y dando charlas sobre lo que hace y los tesoros que descubre. 

Acaba de entrar en la Sociedad de Anticuarios de Londres, una institución académica muy selectiva de historiadores y especialistas. En cambio, no pertenece a la Sociedad de Mudlarks, un club privado que mantiene su número en 50 personas y que ella describe como un grupo secretista y masculino dedicado a la exploración sobre todo con detectores de metales, cuyo uso divide a la comunidad. Maiklem utiliza sus ojos y sus manos y está en contra de hacer agujeros en la orilla, que agudizan aún más la erosión del río mientras la playa se desvanece. Como cuenta ella, allí abajo en la orilla del Támesis, “hay mucha política”.

En español ni siquiera existe la palabra 'mudlarking', ¿por qué es algo tan específico del Reino Unido y de Londres en particular?

Hay gente buscando también en otros lugares. Países Bajos es un buen lugar porque hay mucho barro. Pero creo que Londres es, con mucha diferencia, el mejor lugar debido a sus increíbles mareas y también porque tiene 2.000 años de historia depositados en el fondo del río. Cada marea revela un poco más. Así que tenemos esa combinación única de habitabilidad intensa, 2.000 años de historia y mareas dos veces al día que bajan lo suficiente como para que podamos bajar al lecho del río para buscar.

¿Conocía la palabra cuando comenzó a bajar al río de manera más sistemática?

No sabía que existía esta palabra y que estaba siguiendo los pasos de personas que habían hecho lo mismo cientos de años antes. Pensé que solo estaba buscando y encontrando cosas interesantes en el río. Cuando empecé, no había mucha gente haciéndolo, así que era bastante raro que te encontraras con alguien más. Investigué un poco más y descubrí que tiene una larga historia y que realmente había otras personas haciéndolo.

Usted escribe sobre el desequilibrio de género entre hombres cazadores, a menudo con detectores de metales, y mujeres recolectoras de una manera más artesanal. 

Nunca he visto a una mujer en la orilla con un detector de metales, digámoslo así. Y, en general, menos mujeres se dedican a la detección de metales. Es una cosa muy masculina. No sé si lo que les gusta a estos hombres es el equipo. Es menos un momento de meditación y más una cacería con un detector de metales. Lo que encontrarás así son cosas de metal. En cambio, si buscas usando tus ojos, también encontrarás cosas que no están hechas de metal. Encontrarás huesos y cuero y fragmentos de cerámica. Algunos tienen una licencia que les da permiso para cavar hoyos en la playa, lo cual es innecesario en estos días. Los tiempos han cambiado desde los años 70. Si cavas un hoyo en la playa, la ablandas y el río comenzará a devorarla muy rápidamente. El problema que tenemos es que la playa se está desvaneciendo y así estamos perdiendo grandes cantidades de arqueología. Al excavar y raspar constantemente la playa, no solo se está eliminando esa capa ecológica muy importante de la parte superior donde los peces desovan y viven los invertebrados, también se está desestabilizando la playa en su conjunto.

Los picos y palas destruyen muchas de las cosas frágiles que no están hechas de metal. Así que creo que es necesario que ocurran muchos cambios en la playa en ese sentido. Creo que se necesita avanzar hacia el siglo XXI. 

Volviendo a las mujeres y los hombres, creo que las mujeres lo abordan de una manera muy diferente. Es menos competitivo para las mujeres. Las mujeres tienden a bajar y experimentar esto con más meditación, no como una búsqueda de algo para llevar a casa y mostrar a tus amigos. Pero obviamente no se puede generalizar porque también hay hombres que lo abordan de una manera muy tranquila.

Es curioso que algunas personas pensaran que usted era un hombre antes de publicar el libro.

Había estado publicando en las redes sociales en Facebook desde 2012 de forma anónima como London Mudlark. Solo lo hacía para conectarme con otras personas que estaban interesadas en lo que estaba encontrando. Sentí que estaba encontrando todas estas cosas increíbles y no las estaba mostrando a nadie. Yo estaba en casa con mis bebés gemelos y me estaba volviendo un poco loca. Fue mi forma de llegar al mundo. No tuve que exponerme hasta 2016, cuando un agente se me acercó y me preguntó si quería escribir un libro. Y creo que decepcionó a algunas personas porque se imaginaban un arqueólogo muy guapo con barba. 

Usted empezó con un grupo de Facebook en 2012 y creó una comunidad que ayuda a identificar piezas. ¿Es la parte buena de las redes sociales? ¿Ha cambiado desde entonces?

Sí, ha cambiado mucho. Lo disfruté cuando empecé. Pero también me han acosado en redes. A algunos no les gustó mi libro. No les gustó lo que escribí sobre la Sociedad de Mudlarks. No les gustó que contara algunos secretos del mudlarking. Sin embargo, parece ser la naturaleza de las redes sociales que las personas digan cosas online que no te dirían a la cara.

Mi pareja me dijo: “Si escribes este libro, espera que vayan a por ti”. Y me han atacado de manera bastante horrible. En un momento lo pasé bastante mal. Los pasatiempos de nicho pueden volverse muy exclusivos y muy políticos. He optado por permanecer fuera de los grupos y camarillas.

Sobre las redes sociales, todavía las disfruto. Hay algunas personas realmente brillantes online y tengo una comunidad de personas muy agradable. Si alguien se pone desagradable o empieza a intimidar, lo bloqueo. Así que creo que me deshice de la mayoría de los trols. Tengo mucho conocimiento para compartir. Hay personas en todo el mundo que no tienen la oportunidad de venir a hacer esto en el Támesis, y es maravilloso poderlo compartir. Pero las redes sociales tienen también ese lado horrible. Y creo que todos, en particular las mujeres, esperan experimentar eso. Pero si puedes olvidarte de eso y bloquear tanto como sea posible, entonces hay recompensas.

Pensé que su comunidad se habría librado. Es especialmente malo para las mujeres…

Sin duda. Especialmente para las mujeres porque lo que estoy haciendo es un pasatiempo que es mayoritariamente masculino. Puede ser un poco macho. La gente se vuelve muy posesiva con sus trocitos en la playa y ha sucedido de manera bastante desagradable. No es tan malo en este momento, pero estoy bastante segura de que cuando salga mi próximo libro, todo aumentará de nuevo.

¿Es un pasatiempo para usted?

Todavía me emociono mucho cuando salgo. Es mi escape lejos de todo haciendo algo que amo. Tengo mucha suerte en este momento porque estoy escribiendo otro libro, así que puedo concentrarme en él y puedo hacer esto y alguien me está pagando por ello. Es increíble. Cuando deje de poder pagar las cuentas con ello, seguiré haciéndolo solo como un pasatiempo y trabajaré en otra cosa. Todavía siento esa gran emoción de ir y encontrar cosas.

¿Con qué hallazgo se ha entusiasmado más últimamente?

Un trozo de alambre con dos pequeñas burbujas al final. Si alguna vez has visto una pintura de Ana Bolena, ella siempre lleva una especie de alambre para el velo. Estaba caminando justo en el borde del agua y vi este trozo de cable que llegó arrastrado a mis pies. Pensé, “oh, esa es una forma inusual”. Lo recogí, vi las dos burbujas al final y pensé, “oh, ¿será lo que creo que es?” Y desde entonces he enviado fotos, he leído todo lo que puedo al respecto y estoy al 95% segura de que es un marco de alambre de uno de esos velos de la época Tudor. Y creo que el Museo de Londres estará bastante interesado. Es un hallazgo muy inusual. Lo encontré en un lugar donde suelo encontrar muchos objetos Tudor porque es donde estaba el Palacio de Enrique VIII. Encuentro mucha cerámica Tudor y otras piezas del siglo XVI. Así que crucemos los dedos. Cuando lo vea el museo, lo confirmarán.

¿Y hay algún objeto especial que haya guardado desde el principio?

Creo que lo más preciado del principio fue mi primer abalorio con una cara. Ahora tengo decenas. Realmente se siente como si estuvieras mirando la cara de la historia.  

¿No le asusta a veces? Como cuando ha encontrado restos humanos.

Sí. Encuentras algunas cosas extrañas. La gente me ha dicho que hay hechizos y maldiciones. Encontrar restos humanos curiosamente no sorprende tanto. Es un lugar tan extraño para estar que encontrar algo extraño no es tan raro. Estás casi preparado para cualquier cosa. No sabes lo que va a traer en la próxima marea. Lo más peligroso ahí abajo son las mareas, que cuando suben pueden cortarte el paso. En algunos lugares hay lodo profundo. Las aguas residuales sin tratar todavía van al río, así que está bastante sucio y es desagradable ahí abajo. Yo siempre uso guantes. Pero no lo siento como un lugar peligroso. He ido tanto que me siento como en casa, es mi lugar feliz, voy a todas horas del día y de la noche. En mitad de la noche, me siento más segura estando abajo en la playa que arriba en las calles. 

¿Cómo ha cambiado el río desde que empezó? 

El cambio más importante es la cantidad de orilla que se está erosionando. Varios pies han desaparecido para siempre. Así que la erosión cambia mucho la geografía. Cosas enormes que simplemente desaparecen con la marea. Cuando empecé, el Puente del Milenio estaba siendo construido. Nadie iba a la orilla sur. No era un destino turístico. Estaba desierto. Ahora está lleno. Así que ha cambiado mucho. Y como parte de ese cambio, hay mucha más gente en la orilla. Una de mis razones para escribir el libro fue decirle a la gente cómo hacer las cosas de manera responsable, que deben informar sobre sus objetos, que no deben cavar agujeros grandes, que deben contar lo que están encontrando. Si no le estás diciendo lo que estás encontrando no es un descubrimiento. Y no puedes venderlo porque siempre será propiedad de la Autoridad del Puerto de Londres.

¿Cómo fue durante lo peor de la pandemia? ¿El río estaba más limpio? 

Cuando se pudo volver después del confinamiento, el río estaba más tranquilo de lo que lo había estado desde la época de los romanos porque no había nada allí. No había barcos, no había gente, no había nada. El río estaba depositando enormes cantidades de limo y la naturaleza estaba tomando el control nuevamente. Las algas crecían en el limo. Los animales regresaban a casa, los pájaros anidaban. Olía muy fuerte porque no había mucho tráfico. De hecho, se podía oler el río en Londres. Fue realmente interesante porque nos hizo darnos cuenta de lo rápido que la naturaleza volvería a tomar el control si simplemente desapareciéramos. Y el río es eterno de una manera que nosotros no lo somos. 

¿Había menos plástico?

Un plástico diferente. Muchas mascarillas y guantes. Ahora hay menos de eso. Lo que está en el río refleja lo que está pasando en la ciudad. Después de Año Nuevo, la marea trae botellas de champán y luego los viejos árboles de Navidad. Y durante Wimbledon, encuentras más pelotas de tenis porque la gente está jugando a tenis en los parques y las pelotas terminan en el río. Realmente refleja lo que está pasando en el mundo y en Londres. 

¿Recoge objetos modernos?

A veces trato de llevarme a casa tres piezas de plástico. No tengo mucho espacio para cargarlo, pero intento ayudar. Hay mucho plástico en el río. Guardo algunas piezas de cosas modernas interesantes, por ejemplo anillos de boda. La gente todavía los arroja al río. Hay algo sobre el agua en movimiento. Creo que la gente piensa que tira lo que no quiere en su vida y siente que así desaparece para siempre porque el río se lo lleva. Por eso los puentes son lugares muy populares para que la gente arroje sus anillos de boda y de compromiso. Se encuentran cosas muy personales que la gente rompe, como cartas de amor y fotografías.

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