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Los indignados de París articulan una convergencia de luchas

Indignados protestan en la plaza de la République, en París.

Luna Gámez / Andrea Olea

Desde hace varios días, una marea de gente cubre la plaza de République en París. Lo que empezó como una idea improbable lanzada al vuelo –ocupar esta zona neurálgica de la capital francesa tras la jornada de huelga general del 31 de marzo y la primera gran manifestación contra la reforma laboral del gobierno socialista– es hoy una realidad tangible: cinco días consecutivos de asambleas cada vez más multitudinarias confirman la consolidación de la primavera indignada en Francia.

El lunes, miles de personas se reunieron en la asamblea general, que, como cada tarde desde el viernes, vertebra la vida del movimiento Nuit Debout (Noche en pie). Esta vez el encuentro contó con la participación de 'intermitentes del espectáculo' (trabadores discontinuos en el sector audiovisual y artístico), emigrantes y refugiados, y un numeroso grupo de jóvenes que preparaban la manifestación estudiantil del martes. Una gran marcha hasta la parisina plaza de la Bastilla, bloqueos internos en las universidades y externos en algunas estaciones de trenes, además de una movilización de agricultores en tractores, son las principales actividades preparadas para esta jornada.

Nacido con vocación de hacer converger las luchas sociales de toda Francia, el movimiento va poco a poco sumando apoyos en diversos sectores del país y también fuera de las fronteras francesas, con un papel destacado para el 15M español, que ha creado una red específica para acompañarlo en sus primeros pasos.

“Los organizadores solo tenían prevista la primera noche. No se creían que esto pudiera ocurrir, que el movimiento pudiera eclosionar”, opina Emma, veterana del 15M, que no se lo pensó dos veces y viajó a París, donde ya había vivido, para ayudar con la organización en los días previos al 31 de marzo.

Ni la lluvia ni el frio de los primeros tres días lograron mermar la ilusión. De forma progresiva desde el jueves, cada tarde más y más personas han acudido a la cita diaria en esta plaza, centro neurálgico de la protesta en la capital francesa. Así como la intensa lluvia del sábado dio paso a un domingo cálido y soleado, el movimiento de Nuit Debout (Noche en pie) en París vio la luz de una organización cada día un poco más fuerte.

A pesar de que la afluencia de público ha sido intensa, las dudas sobre la continuidad del movimiento acechaban cada mañana cuando la policía evacuaba a los indignados, obligándoles a desmontar las carpas que sirven de referencia para las distintas comisiones, así como la enfermería, la cocina, el punto de recepción e información y el de prensa. El momento de máxima tensión se vivió el viernes por la noche, cuando un grupo de extrema derecha irrumpió en la plaza, aunque finalmente no se produjo ningún incidente grave.

Tanto el sábado como el domingo por la mañana apenas quedaban vestigios de lo ocurrido la noche anterior. Skaters patinando, familias paseando y turistas fotografiando el santuario en que se ha convertido la estatua de Marianne, en la que hoy se homenajea a las víctimas de los ataques contra Charlie Hebdo y las de los atentados del 13 de noviembre, no hacían prever que al caer la tarde, sin prisa pero sin pausa, la agitación empezaría a adueñarse de nuevo de esta céntrica plaza, en la que la asamblea diaria de las seis sirve como llamamiento a la reunificación.

'34 de marzo', el domingo soleado en el que la indignación llegó para quedarse

Tras las animadas jornadas del jueves, viernes y sábado, rebautizadas en el calendario indignado como 31 de marzo, 32 de marzo y 33 de marzo, la multitudinaria asamblea general del domingo 3 de abril (o 34 de marzo), logró cristalizar el nuevo espíritu reivindicativo. En ella, entre 2.000 y 3.000 personas se pronunciaron sobre los objetivos, los protocolos de acción y el futuro de este proyecto, que pretende ser una alternativa contra las políticas de recortes, tanto en el ámbito presupuestario como en el de los derechos.

“Hay que escribir una nueva Constitución en Francia: frente a la actual Constitución de la República burguesa, la de la República Social”, aseveró durante su intervención el economista Frédéric Lordon, cuyo discurso va perfilándose en cierta forma como vertebrador de la ideología de esta primavera francesa.

Las redes sociales también se están contagiando del espíritu de la plaza: además de los más de 2.000 asistentes presenciales, se estima que otras 80.000 personas siguieron la asamblea el domingo en directo a través de la retransmisión web en video.

Una de las preocupaciones acuciantes era la falta de diversidad entre la gente que integra el proyecto: los primeros días, la plaza de la République estuvo ocupada principalmente por estudiantes universitarios, jóvenes y blancos de clase media. “Tenemos que atraer a quienes también componen la sociedad francesa y no están aquí: agricultores, obreros de las fábricas, taxistas y a la población negra y árabe”, reclamaba un interviniente en una de las asambleas.

El panorama del domingo había ganado en matices: personas de todas las edades, colores y condiciones sociales se sentaban unos junto a otros en un cuarto día de movimiento en el que la gente ya manejaba con soltura los gestos asamblearios. Entre otras propuestas, miles de manos se alzaron al aire para votar a favor de que el movimiento apoyase directamente la causa LGBT, así como a los refugiados y migrantes, creando dos nuevas comisiones para atender a estos dos asuntos. El impulso ha servido para que la voluntad de acción se contagie a la periferia de la capital gala y se ponga en marcha el movimiento adyacente 'Banlieues Debout', (“Suburbios en pie”, en español), que gravita principalmente en torno a Créteil, barrio periférico al sur de París.

El eco de la indignación resuena también en otros rincones del país y una treintena de ciudades de toda la geografía francesa, como Lille, Estrasburgo, Burdeos, Lyon o Toulouse han establecido sus propias acampadas y asambleas en sus plazas más simbólicas.

El movimiento en París pivota ahora sobre una decena de comisiones, entre las que figuran las dos anteriormente citadas de LGTB y migraciones, así como la comisión de Acción, Logística, Internacional o moderación y democracia.

Adrien, perteneciente a esta última, se siente “simplemente feliz” por lo que está ocurriendo. “A veces me frustra la lentitud con la que avanzamos, pero ver a tanta gente, que no pertenece a ningún partido o sindicato, debatiendo junta, me produce una gran esperanza”.

La iniciativa de una universidad popular que ya circulaba por París, llego también para quedarse en la plaza de la République, donde el sábado tuvo lugar la primera clase de sociología. Junto a la carpa de la comisión LGBT, que alberga un grupo de trabajo concreto sobre feminismos, se instaló también una zona con materiales lúdicos para animar los talleres de escritura y pintura para pequeños y mayores. También se propuso la creación de un servicio de guardería para que los padres puedan participar activamente en los debates y votaciones.

Pablo, español que participó en el 15M y que también se ha subido al carro de los indignados franceses mostraba su admiración: “He conversado mucho con mis compañeros de comisión y ninguno ha militado jamás en nada antes: ninguno. Sin embargo, están trabajando como locos desde hace dos días, y cuando nos tomamos un descanso discuten de política con una entrega y una pasión que me sorprende”.

Una agenda cargada

Después de un intenso fin de semana, uno de los principales consensos en la asamblea dominical para mantener vivo el movimiento fue ocupar la plaza todos los días entre las cinco de la tarde y la medianoche.

“Veo bien que no se queden a dormir porque eso agota las fuerzas. Si pueden mantener las asambleas, si pueden tener ese debate politico en la plaza, yo los veo como un movimiento súper potente”, consideraba Emma, que ha estado ayudando principalmente con las redes sociales. “Se están organizando y se están conectando. Están tejiendo una red. Tiene que quedar una estructura y tienen que empoderarse”.

Esta por ver si el recién destapado caso de corrupción de los 'Papeles de Panamá' puede ser un nuevo impulso para la indignación. El caso afecta al menos a un millar de franceses y todo apunta a que uno de los grandes partidos franceses podría estar implicado. De confirmarse los rumores de que se trata del Frente Nacional, la exclusiva mundial podría suponer un revés para la extrema derecha que estaba ganando terreno en una Francia descontenta que comienza a encontrar otras vías de escape y nuevas esperanzas.

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