Ascenso y caída de Roseanne: cómo se canceló la serie más vista de EEUU
La decisión de la cadena ABC de cancelar el programa Roseanne –después de que la protagonista que daba nombre a la serie comparara con un simio a Valerie Jarrett, una mujer negra exasesora de Barack Obama– ha tenido un gran impacto en toda la industria del entretenimiento estadounidense.
El mensaje de Twitter de Roseanne Barr, en el que también “bromeaba” con que Jarrett estaba vinculada a los Hermanos Musulmanes, escandalizó a la opinión pública e hizo que sus compañeros del programa salieran rápidamente a repudiarlo, hasta que finalmente la cadena tomó la decisión sin precedentes de dar de baja la serie con mejor índice de audiencia que tenía, a solo una semana del final de la temporada.
En un comunicado difundido horas después del mensaje de Barr, el presidente de ABC Entertainment Channing Dungey afirmó que el mensaje de Roseanne era “aberrante, repugnante e inconsistente con nuestros valores”, anunciando a la vez que la serie sería cancelada.
En un mensaje de Twitter, el consejero delegado de Disney, Bob Iger, se refirió al comunicado de Dungey y dijo: “Había sólo una cosa por hacer en este caso y era hacer lo correcto”. Jarrett, que este martes por la noche casualmente hizo una aparición en un programa especial de la cadena MSNBC titulado Racismo cotidiano en Estados Unidos, dijo que los comentarios de Barr fueron “un momento revelador”.
La decisión de ABC de dar de baja el programa ha sido el desenlace final del rápido regreso de Barr a la vida pública y su posterior caída en desgracia. Hace sólo unos meses, Roseanne –que tuvo un impasse de dos décadas hasta que ABC repuso su programa para emitir una décima temporada– se ganó la aprobación de Donald Trump tras el estreno de la temporada que, con 18 millones de televidentes, fue la comedia más vista del país en casi cuatro años.
Se dice que Barr, simpatizante declarada de Trump que en febrero dijo a ABC que “tenemos suerte de tenerlo de presidente”, incluso recibió una llamada de felicitaciones del presidente tras el estreno de la temporada. Además del colosal índice de audiencia, la serie recibió elogios de la crítica. El programa fue alabado por dar en el clavo en el clima político y por hacer buen uso del encanto original de la serie, que Barr alguna vez definió como “la primera comedia de televisión feminista y de clase obrera”.
De hecho, el cambio radical del discurso de la estrella desde el final de la novena temporada en 1997 quedó reflejado por cómo la derecha acogió el programa. “Yo era guionista de la Roseanne original donde repudiábamos el racismo, la xenofobia y la homofobia”, escribió en Twitter este martes Danny Zuker, productor ejecutivo de la serie de ABC Modern Family. “Es repugnante ver en lo que se ha convertido”.
Barr siguió siendo acusada de racista e insensible a pesar de la popularidad de la reposición del programa, cuyo alter ego en la serie es Roseanne Connor, una mujer de clase trabajadora que apoya a Trump (“Él hablaba de empleo, dijo que iba a cambiar las cosas”) y se enfrenta a su hermana progresista mientras lucha contra la adicción a los calmantes.
En un episodio a principios de este mes, por ejemplo, Roseanne sospecha que sus vecinos musulmanes están armando una bomba y dicen que probablemente sean de “Talibanistán”.
Como era de esperar, el episodio fue acusado de islamófobo, y Barr respondió en su red social preferida: “Me gusta que los episodios de mi programas sean sobre TEMAS REALES Y GENTE REAL,” escribió. “Eso es lo que yo hago. La próxima temporada tendrá temas más actuales. Desafiaré a todas las vacas sagradas de Estados Unidos”.
También fue rechazado un aparente ataque que el personaje de Roseanne hizo a dos programas racialmente diversos de ABC. En un episodio, Dan –el marido de Roseanne en la serie– dice que la pareja se duerme cuando mira “cualquier programa sobre familias negras o asiáticas”, a lo que Roseanne responde sarcásticamente: “¡Son iguales a nosotros!”.
Comparaciones entre negros y simios
Aunque el programa no nombró mucho a Trump tras el estreno, haciendo sólo referencias de pasada sobre temas de actualidad como el movimiento queer y las protestas durante el himno nacional, la estrella de la serie se sumaba a las batallas culturales y teorías conspirativas de las que habla el presidente.
El mensaje de Barr sobre Jarrett ni siquiera fue la primera vez que comparó una alto cargo negra del Gobierno de Obama con un simio: en un tuit de 2013 que luego borró, Barr dijo que la consejera de Seguridad Nacional, Susan Rice, era “un hombre con grandes pelotas de simio”.
Barr también tuiteó sobre el “Pizzagate” y el asesinato de Seth Rich, empleado del Comité Nacional Demócrata; afirmó falsamente que Chelsea Clinton estaba casada con un sobrino de George Soros; y llamó “antisemita” a Hillary Clinton y “sucia puta nazi” a Huma Abedin. En marzo, Barr dijo que Trump “ha liberado a muchos niños que eran rehenes de proxenetas en todas partes del mundo”, haciéndose eco de una teoría conspirativa que sostenía la derecha sobre redes de pedofilia controladas por Hollywood.
Y cuando Barr fue candidata a presidenta por el partido Paz y Libertad, escribió una carta al Congreso citando la bomba en el maratón de Boston como un ejemplo de que el Gobierno de Obama planificaba “ataques terroristas de falsa bandera para lograr acabar con la Segunda Enmienda” (que defiende el derecho a llevar armas).
El historial de comentarios intolerantes, racistas y falsos de Barr significaba que ABC estaba asumiendo un riesgo al apostar por una nueva temporada de Roseanne, algo que hasta este martes había tenido buenos resultados. Sin embargo, mientras la serie era elogiada por dirigirse a un sector de la audiencia que muchos consideran indigno y Barr se convertía en icono de la derecha, la presencia incendiaria de la estrella en las redes sociales causaba cierta inquietud en la cadena.
Cuando en agosto preguntaron a Channing Dungey, presidente de ABC, si pensaba que los tuits de Barr podían hacer “insostenible” el programa, respondió: “Intento preocuparme solamente por las cosas que puedo controlar”. Y en una entrevista al elenco de Roseanne, la actriz Whitney Cummings dijo que ella se “convirtió en la policía de lo políticamente correcto” mientras rodaban el programa: “Yo era la que decía ‘eso ya no puedes decirlo’ y ‘ahora se usa esta palabra’”, contó al Hollywood Reporter.
Algunos de los colegas de Barr en la serie ya habían expresado sus objeciones a los mensajes de Twitter de la protagonista, antes de que la cadena decidiera dar de baja la serie. Wanda Sykes, productora asesora de la serie, anunció que dejaba el programa, y Sara Gilbert, que interpreta a Darlene, hija de Roseanne, tuiteó que “los comentarios recientes de Roseanne sobre Valerie Jarrett, y muchas otras cosas, son aberrantes y no reflejan las creencias del reparto y el equipo del programa”.
Emma Kenney, que interpreta a Harris, hija de Darlene, escribió: “Me siento dolida, avergonzada y decepcionada”. “Los comentarios racistas y de mal gusto de Roseanne no tienen excusa”. Otros actores como Julianne Moore, Don Cheadle y Debra Messing también repudiaron los comentarios de Barr y pidieron que sea despedida del programa.
Sin embargo, las reacciones al racismo de Barr no fueron todas de reproche. Alex Jones, presentador de radio de derechas y adepto a teorías de conspiración, apoyó a Barr: “¡Es hora de luchar contra esta POLICÍA DEL PENSAMIENTO y sacudirles de verdad!”, mientras que Katie Hopkins (columnista de prensa sensacionalista británica)– añadió: “Nunca pidas disculpas @therealroseanne Eso sólo les da más poder a los cabrones.”
Cuando pase el temblor político que causó la decisión de la ABC, la cancelación del programa Roseanne será otro ejemplo de una celebridad que cavó su propia tumba, mientras muchos esperan que los altos cargos del Gobierno sean medidos con la misma vara.
Traducido por Lucía Balducci