Bielorrusia retoma las ejecuciones tras el levantamiento de las sanciones de la UE
El último país europeo en aplicar la pena de muerte ha retomado las ejecuciones, a raíz de que las sanciones de la UE contra el presidente se levantaran este año, según una importante investigación.
En los últimos meses, Bielorrusia ha ejecutado a una persona y condenado a cuatro a la pena de muerte, habiendo además varios procesos judiciales que probablemente terminen en sentencias de pena de muerte, según investigadores de la organización de Derechos Humanos FIDH, con base en París, y el centro de Derechos Humanos Viasna en Minsk.
Descrito por los investigadores como “un escándalo en el corazón de Europa”, unas 400 personas han sido ejecutadas en Bielorrusia desde su independencia en 1991, o sea más de una al mes.
El informe sobre Derechos Humanos detalla las torturas físicas y psicológicas que se utilizan para lograr confesiones y las atroces condiciones en que los sentenciados a la pena de muerte esperan su ejecución.
Entrevistas con periodistas locales y abogados revelan prácticas mantenidas en secreto, ya que el gobierno de Bielorrusia no publica estadísticas sobre la cifra de personas ejecutadas por el Estado.
También se mantienen en secreto la hora y ubicación de las ejecuciones, así como los lugares de entierro, ya que los cuerpos de los ejecutados nunca son devueltos a sus familiares.
Europa lo podría haber frenado
Sacha Koulaeva, directora del departamento de FIDH para Europa Oriental y Asia Central, afirma que la abolición de la pena de muerte en Bielorrusia habría sido un objetivo alcanzable si la Unión Europea hubiera presionado al gobierno. “Queremos movilizar a la comunidad internacional para que toda Europa sea un territorio libre de pena de muerte”, aseguró.
Koulaeva dice que hay pruebas de que la intervención internacional había sido efectiva: mientras las UE estudiaba levantar las sanciones entre 2013 y 2015, casi no hubo ejecuciones.
Maya Foa, directora del grupo británico de Derechos Humanos Reprieve, señaló que el informe demuestra que la UE tiene que hacer más esfuerzos por terminar con la pena de muerte.
“La UE y los países miembros siempre se han manifestado en contra de la pena de muerte, y esto ahora es más importante que nunca”, dijo. “Cada vez hay más ejecuciones en todo el mundo y es esencial que la UE no sólo mantenga su ‘oposición de principios contra la pena de muerte’, sino que utilice activamente sus relaciones diplomáticas y de comercio para presionar a los países que todavía la aplican”.
En respuesta al informe, miembros de la comisión bielorrusa de la UE, incluido el vicedirector, Jim Couzens, hizo un llamamiento por la suspensión inmediata de las ejecuciones.
Pena de muerte contra el espionaje
Cuando estaba bajo el control soviético, Bielorrusia comenzó a aplicar la pena de muerte para castigar crímenes económicos y de asesinato, y “actos contrarrevolucionarios” como la traición y el espionaje. Desde 1991, el gobierno ha seguido aplicando varios artículos del código penal soviético, siendo el último país de la antigua URSS que lo hace.
Alexander Lukashenko, que fue investido presidente en 1994, ha aumentado los poderes del Ejecutivo a lo largo de sus 22 años de gobierno, ganándose el apodo de “el último dictador de Europa”.
Tanto las autoridades como los medios de comunicación estatales defienden fervientemente la pena de muerte, alegando que reduce el crimen. Sin embargo, el nuevo análisis realizado por FIDH y Viasna demuestra que esta justificación es falsa: en 2015, el Ministerio del Interior publicó la cifra de 4018 crímenes graves, un aumento del 17% respecto del año 2014.
Andrei Paluda, coordinador de la campaña contra la pena de muerte liderada por Viasna, le dijo a los investigadores que las condiciones en que están los condenados que esperan ejecución han empeorado terriblemente. Paluda habló con testigos que trabajaron en los corredores de la muerte, que describieron celdas de sólo 3 metros de largo, con videocámaras que graban a los reclusos a todas horas.
Un exempleado del Centro de Detención Nº1 de Pretrial, en el centro de Minsk, relató a Viasna: “Desde que llegan se enfrentan a condiciones de máxima seguridad. Se les prohíbe sentarse o acostarse, desde las 6 de la mañana hasta las 10 de la noche. Tienen que caminar dentro de la celda todo el día”.
Otro antiguo empleado del centro detalló que los reclusos están absolutamente aislados y se les trata “como si ya no estuvieran vivos”. Los condenados a pena de muerte no reciben ninguna información sobre su fecha de ejecución, una práctica que Koulaeva describe como “cínica” y muy perturbadora para los reclusos.
El informe también revela el trauma que sufren las familias de los condenados.
Aunque el código penal bielorruso especifica que se debe notificar a un miembro de la familia sobre la ejecución, el artículo no aclara cómo. En la mayoría de los casos, a los familiares se les comunica que ya se realizó la ejecución cuando reciben los objetos personales del ejecutado.
Tamara Sialiun, cuyo hijo Pavel, de 27 años, fue condenado por asesinato seguido de la mutilación del cadáver en 2012, le dijo a los investigadores que supo de la ejecución de su hijo porque le llegó por correo un paquete con el uniforme que su hijo llevaba en la cárcel. Lo habían ejecutado con un disparo en la cabeza.
“Lo supe cuando ya le habían ejecutado”
“Después de que ya había pasado todo, recibí una notificación del correo para que retirara un paquete de la oficina en Minsk. Era el uniforme y las botas de mi hijo. Cuando llegué a casa, no sabía qué hacer”, relata Sialiun, una de las tres mujeres entrevistadas. Sialiun ha presentado un reclamo al comité de Derechos Humanos de la ONU por el tratamiento que recibieron tanto ella como su hijo.
Koulaeva dice que el informe pinta un retrato detallado del proceso por el que pasan los hombres condenados y ejecutados, un proceso que ella describe como lleno de fallos y realizado “con total indiferencia hacia las obligaciones internacionales”.
“Las condiciones en que llevan a cabo estas acciones son deplorables”, afirma. “Es un ritual espantoso y algo terrible de ver”.
Traducido por Lucía Balducci