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The Guardian en español

¿Puede cambiar la policía tras la condena al agente que mató a George Floyd? El hito contra la impunidad ofrece algo de esperanza

Una mujer llora emocionada tras conocer la condena contra el exagente de policía Dereck Chauvin.

Joanna Walters

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El veredicto de culpabilidad pronunciado por el jurado en el caso contra el exagente de policía de Minneapolis Derek Chauvin por la muerte de George Floyd representa el punto final de un juicio histórico contra la brutalidad policial y un momento clave para la actuación policial y la batalla por la igualdad racial en EEUU.

Según los analistas, el juicio por el asesinato de Floyd, que falleció asfixiado con la rodilla de Chavin clavada en el cuello durante varios minutos, ha sido tan relevante que marcará un antes y un después en la rendición de cuentas de las fuerzas del orden.

Dos cosas fundamentales han cambiado desde que una adolescente que pasaba por allí grabó en vídeo la agónica muerte de Floyd, un hombre afroamericano de 46 años que suplicaba por su vida, a manos de Chauvin, un hombre de raza blanca que miraba desafiante a la cámara.

En primer lugar, el movimiento Black Lives Matter (BLM), que ya venía luchando por la justicia y la igualdad y contra el desproporcionado número de asesinatos de personas negras a manos de la policía, ha impulsado un nuevo movimiento masivo de protestas a favor de los derechos civiles desde Minneapolis hasta el resto de Estados Unidos y del mundo.

En Estados Unidos, el movimiento ha inspirado marchas y protestas mayoritariamente pacíficas de costa a costa, y de los pequeños pueblos rurales a las grandes ciudades del país.

Las protestas se han ampliado para denunciar otros asesinatos cometidos por policías o agitadores racistas contra afroamericanos como Breonna Taylor, Ahmaud Arbery, Philando Castile, Walter Scott, Eric Garner, Michael Brown y tantas otras víctimas de esta recurrente tragedia estadounidense.

La mecha también prendió en otros países, con muchas ciudades celebrando marchas en recuerdo de los asesinatos cometidos por la policía de EEUU y de sus propios países. El lema Black Lives Matter se convirtió en un grito de guerra internacional.

En cierta medida también se ha dado un cambio más general en la cultura estadounidense. Ahora se espera de los directivos que revisen o aceleren las muy retrasadas políticas contra los arraigados privilegios de los blancos que en empresas y otras organizaciones han perpetuado una falta de diversidad tóxica.

Los cambios en la policía

Pero sobre todo, y con relación a las fuerzas del orden de Estados Unidos, se está empezando a plantear que no se puede terminar con estos asesinatos atroces sin una reforma fundamental de la policía, hasta el punto de replantear cómo deberían las ciudades gestionar la seguridad, el orden público y los servicios de asistencia, con propuestas como abolir por completo los departamentos de policía y retirarles financiación.

En segundo lugar, se han desmoronado partes importantes del conocido como muro azul del silencio con el que los departamentos de policía protegen a uno de los suyos cuando comete una infracción y evitan demandas por responsabilidades.

Las cosas empezaron a cambiar rápidamente cuando Medaria Arradondo, el jefe de policía de Minneapolis, vio el vídeo viral de la muerte de Floyd. Lo calificó públicamente de asesinato y ordenó el despido y arresto de Derek Chauvin y de los otros tres policías que participaron en la detención violenta de Floyd, que en ese momento era sospechoso de un delito menor: pagar con un billete falso de 20 dólares en una tienda de Minneapolis.

En el juicio a Chauvin por asesinato, Arradondo fue uno de los testigos estrella de la acusación, junto a varios policías de Minneapolis en activo que testificaron contra su excompañero.

Arradondo es el primer jefe de policía afroamericano en la historia de Minneapolis y cuando luchaba por ascender en el escalafón presentó una demanda contra el departamento por discriminación.

Arradondo dijo al jurado que estaba “vehementemente en desacuerdo” con las acciones de Chauvin; que el agente no había seguido “de ninguna manera o forma” los reglamentos o los códigos de formación; y que había mostrado un desprecio por el principio policial de respeto a “lo más sagrado, la vida”.

Incluso si el objetivo era usar a Chauvin como chivo expiatorio y defender que la policía ha mejorado, sigue siendo muy poco común que un jefe de policía reconozca y expulse a un agente que ha matado a alguien, que permita su procesamiento y que testifique en contra.

El departamento iba a quedar mal de todos modos porque Chauvin trabajó allí durante 19 años y había recibido numerosas quejas por brutalidad sin pagar las consecuencias. Por eso es aún más llamativa la transparencia y responsabilidad demostradas durante el caso.

Aunque en la apertura del juicio se dijo que se trataba de un agente y de un caso, estaba claro que en el banquillo de los acusados estaba toda la policía estadounidense. Como dijeron los propios familiares de Floyd, hasta EEUU estaba siendo juzgado.

El sistema policial estadounidense es muy amplio y descentralizado. Hay unos 18.000 departamentos de policía y cada uno tiene sus propios reglamentos sobre el uso de la fuerza, criterios de contratación y mecanismos de supervisión. Por ello, una reforma universal es casi imposible. Sin duda, la Administración Trump hizo mucho para dar marcha atrás a los pequeños progresos hacia una reforma.

Desde que George Floyd fue asesinado el 25 de mayo de 2020 no ha habido ningún cambio revolucionario en la justicia racial de EEUU ni en la actuación policial. En Minneapolis, por ejemplo, se votó en junio del año pasado por un proceso que reemplazaría al departamento de policía por un nuevo sistema de seguridad pública, pero pronto se encontró con todo tipo de dificultades.

La frustración en todo el país es muy grande pero ha habido avances. La terrible muerte de George Floyd resonó de forma tan amplia en todo el mundo que, aunque haya retrocesos y frenos de los conservadores, el curso es hacia delante.

Traducido por Francisco de Zárate.

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