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The Guardian en español

ENTREVISTA

Carola Rackete, al rescate de la izquierda alemana: “¿Vamos a dejar las cosas en manos de los fascistas?”

La activista por los derechos humanos y el medio ambiente Carola Rakete, en Dannenrod, Alemania, en 2020.

Kate Connolly

Berlín —

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Se dio a conocer cuando capitaneó un barco que rescató a inmigrantes varados en el Mediterráneo. Pero ahora Carola Rackete se ha embarcado en un nuevo viaje, concentrando sus esfuerzos como activista en ayudar a salvar de la crisis a una parte de la izquierda alemana.

Esta ingeniera de 35 años liderará el atribulado partido Die Linke (La Izquierda) en las elecciones al Parlamento Europeo del próximo junio. “Creo que no tengo otra opción que involucrarme en política. Es el momento correcto”, dice a The Guardian en una entrevista. “Este es un momento que debería politizarnos a todos, si es que no lo estamos ya”.

“¿Queremos que quienes están a favor de los derechos humanos y la justicia climática sean mayoría, o dejaremos las cosas en manos de los derechistas y los fascistas?”, dice.

En los últimos tiempos, Die Linke —partido de izquierda radical surgido en 2007 del antiguo Partido Socialista Unificado, la principal formación política de la Alemania comunista— se ha enfrentado a un desastre. Sahra Wagenknecht, la cara más visible del partido y expresidenta de su grupo parlamentario en el Bundestag, dimitió hace semanas para formar su propio partido, lanzado este mes. Wagenknecht se ha llevado consigo a nueve diputados de Die Linke. La escisión deja al partido ante el riesgo de una posible implosión.

La jugada llega tras años de tensiones entre Wagenknecht y los líderes de su antigua formación, que se han opuesto a sus intentos de combinar ideas de izquierdas, como un impuesto sobre el patrimonio, con un rechazo nacionalista de derechas a la inmigración irregular. Wagenknecht se ha posicionado como una alternativa válida para los votantes alemanes desilusionados con la política tradicional que, de otro modo, podrían —como han hecho muchas decenas de miles de seguidores de Die Linke en los últimos años— trasladar su voto al partido ultraderechista AfD.

Pero Rackete —que, como le ha pedido el partido, sigue siendo independiente (según ella, le da “más posibilidades de llegar a un público diferente”)— rechaza la idea de que se está subiendo a un barco que se hunde. “Cuando se pusieron en contacto conmigo, estaba claro que el partido se dividiría. Veo esto como una oportunidad para encauzarlo en un rumbo nuevo y claro, atraer a nuevos miembros, abandonar definitivamente la retórica nacionalista y convertirlo en un lugar sólido para la organización de la izquierda progresista”, dice. “Me gusta la imagen del ave fénix resurgiendo de sus cenizas”.

Rackete dice que la salida de Wagenknecht, seguida de su llegada a la escena política, ha “creado ondas” que han provocado un repentino aumento en el número de afiliados a Die Linke. El partido buscará sacar provecho de este renovado impulso. “Izquierdistas que nunca se habían involucrado en la política con un partido y que insisten en que este es el momento de hacer algo han demostrado mucho interés en nosotros”, dice.

Rackete se ha inspirado en el resurgimiento del Partido Laborista en el Reino Unido, en la reciente decisión de los votantes polacos de deshacerse de su Gobierno conservador y en el regreso de Lula da Silva en Brasil. “Esto demuestra que no hay que dar por sentado que todo esté dando un giro a la derecha”.

Gracias a la reputación que se ha forjado con su activismo ecologista, Rackete también busca atraer a los votantes Verdes desilusionados con el desempeño del partido en el Gobierno de coalición: “Resulta chocante para mí y para muchos otros ver cuánto han abandonado sus políticas en materia de migración y clima”.

El pulso (ganado) con Salvini

El activismo de Rackete la ha llevado a ocupar puentes en Londres junto a Extinction Rebellion en 2018 y a defender los derechos humanos y ambientales de las comunidades indígenas sami en el norte de Finlandia. En 2019, causó revuelo cuando desafió al ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, atracando en el puerto de Lampedusa un barco de rescate con 42 migrantes a bordo, por lo que fue arrestada. Posteriormente, se vio obligada a esconderse.

Salvini la tachó reiteradas veces de “asesina en potencia, criminal y pirata” y de sbruffoncella (fanfarrona). Rackete le llevó a juicio por difamación y ganó. Mientras tanto, su valentía le valía comparaciones con heroínas femeninas, desde la Antígona de Sófocles a Juana de Arco. Recibió elogios del Papa e incluso sirvió como fuente de inspiración para un libro para niños.

“No considero que mi yo real y auténtico tenga mucho que ver con esta historia pública que existe sobre mi persona”, dice entre risas mientras desayuna en un café turco de Berlín. “Creo que esto nos demuestra que, como seres humanos, realmente ansiamos historias esperanzadoras, como la de una ONG pequeña que se enfrenta a un gran Gobierno matón”. Reconoce que, al igual que en su historia, hay fuerza en un apellido como Rackete, que en alemán es homófono de la palabra “cohete”. “De niña me molestaba mucho, pero ahora creo que probablemente sea bastante útil, en términos de reconocimiento”, dice.

Como eurodiputada, dice que intentaría aumentar la transparencia alrededor del bloque y los 25.000 grupos de presión con sede en Bruselas (“la segunda capital mundial de grupos de presión después de Washington”), denunciar lo que percibe como un perjudicial empeño de la institución para expandir su régimen de comercio de derechos de emisión (“que no funciona en absoluto para reducir las emisiones, sino que se traduce en un mercado para comerciar con la contaminación”), e impulsar una reforma agrícola radical para abordar de frente el creciente problema de la seguridad alimentaria.

Rackete pone como ejemplo el mercado comercial de la UE para la naturaleza en el que se está trabajando actualmente siguiendo el modelo de Australia y Reino Unido. “De acuerdo con este esquema, si alguien tala un bosque en Alemania para construir una fábrica, puede compensarlo construyendo un hábitat para flamencos en España. Es ecológicamente absurdo”, dice. A ella le gustaría ver más acciones centradas en temas que tendrían beneficios ecológicos y sociales casi inmediatos, como la restauración de humedales, la creación de un servicio público de trenes centralizado y la transición de la producción de proteínas animales a la producción de proteínas vegetales. “Pienso que estas cosas deberían causar escándalo. Si la gente ni siquiera sabe qué es lo que debería indignarla, no es posible generar iniciativa ni ningún tipo de presión pública”.

Pragmática, modesta y seria, Rackete, que no tiene domicilio fijo, insiste en que quiere seguir siendo activista. Según ella, su experiencia con Sea Watch le enseñó “lo mucho que puede conseguir una organización de la sociedad civil”.

Traducción de Julián Cnochaert.

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