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The Guardian en español

EEUU se queda sin vertedero oficial tras la prohibición de China de importar más material reciclable

Todo el sistema de reciclaje de Estados Unidos tendrá que ser revisado para evitar más daños ambientales.

Oliver Milman

Filadelfia —

Los ciudadanos de Filadelfia con más consciencia ambiental siguen tirando las cajas de pizza, las botellas de plástico, las tarrinas de yogur y demás materiales en los contenedores de reciclaje. Sin embargo, lo cierto es que en los últimos tres meses estos desechos se han cargado en camiones, transportado hasta una planta de incineración gigante y quemado; así lo han reconocido las autoridades municipales.

Esta situación se reproduce a lo largo y ancho de Estados Unidos. Las ciudades del país se esfuerzan por encontrar una solución a la gestión de residuos desde que China decidiera prohibir la importación de bienes reciclables.

Desde que las ciudades estadounidenses perdieron este basural en el extranjero, los plásticos, el papel y el vidrio reciclables se amontonan en vertederos del país o, simplemente, son quemados a gran escala. Esta nueva realidad llega acompañada del riesgo de que aumente la contaminación tóxica que afecta sobre todo a las comunidades de afroamericanos e hispanos que viven en zonas con industria pesada o cerca de vertederos.

Desde que entró en vigor la prohibición a la importación de material reutilizable en China a finales del año pasado, la enorme planta incineradora de Covanta, situada en Chester, en las afueras de Filadelfia, recibe a diario unas 200 toneladas de material de reciclaje, según reconocen los responsables de la empresa.

“Los ciudadanos reciclan porque quieren hacer lo correcto pero no tienen ni idea de adónde van los desechos ni a quién afecta”, exclama Zulene Mayfield, que nació y creció en Chester y ahora lidera un grupo contra la incineradora, llamado “Residentes de Chester preocupados por la calidad de vida”. “Están desesperados, lo único que quieren es que sus hijos salgan, escapen de aquí”.

A algunos expertos les preocupa que el material plástico incinerado pueda crear una nueva nube de dioxinas que empeore la ya deteriorada salud de los habitantes de Chester. Casi cuatro de cada diez niños tienen asma. La tasa de cáncer de ovarios es 64% más alta que el resto de Pensilvania y de cáncer de pulmón un 24%, según las estadísticas de salud del estado.

Las ciudades estadounidenses se enfrentan al dilema de qué hacer con este tipo de deshechos. Según la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), el país genera más de 250 millones de toneladas de residuos de forma anual, de los cuales alrededor de un tercio son reciclados y usados como abono.

Hasta hace poco, China absorbía alrededor del 40% de las exportaciones de papel, plásticos y otros materiales reciclables de EEUU, pero esta ruta transpacífica de residuos ha dejado de existir. En julio de 2017, China informó a la Organización Mundial del Comercio (OMC) que ya no quería ser receptora del yang laji (o basura extranjera), en un contexto en el que el país se esfuerza por gestionar sus propias montañas de residuos.

Desde enero de 2018, China rechaza la importación de una veintena de materiales de reciclaje diferentes, como plástico y papel mixto, a menos que cumplan con las estrictas normas sobre contaminación aprobadas en el país. El reciclaje importado tiene que estar limpio y sin mezclar; un requisito demasiado difícil de cumplir para la mayoría de las ciudades estadounidenses.

“Es virtualmente imposible cumplir con la estricta normativa de contaminación establecida por China”, señala una portavoz del ayuntamiento de Filadelfia, que puntualiza que el coste del reciclaje, (con un coste en torno a los 78 dólares la tonelada) tiene ahora un “gran impacto sobre el presupuesto de la ciudad”. La portavoz señala que la planta de Covanta gestiona la mitad del material de reciclaje de Filadelfia.

El mercado doméstico para los reciclables es reducido; se pueden vender materiales como el acero o los plásticos de alta densidad, pero gran parte de los residuos restantes tienen poco más valor que la basura. Esto explica por qué las autoridades locales han optado por arrojarlos a los vertederos o quemarlos en enormes plantas de incineración como la de Chester, que ya incineraba unas 3.510 toneladas de basura diarias, el equivalente al peso de 17 ballenas azules.

“Estados Unidos tendrá que enfrentarse a la realidad, porque lo cierto es que muchas de estas plantas de incineración han quedado obsoletas, al final de su vida útil, y no incorporan tecnología moderna para controlar la contaminación”, afirma Claire Arkin, una de las responsables de la campaña Global Alliance for Incinerator Alternatives (Alianza Global para Alternativas a la Incineración). “Pueden creer que cuando quemamos plástico este desaparece por arte de magia, pero en realidad contamina el aire de comunidades que ya están lidiando con altos índices de asma y cáncer”, indica.

Chester: de núcleo industrial a vertedero improvisado

La ciudad de Chester rodea la orilla occidental del río Delaware, que separa Pensilvania de Nueva Jersey. En su día, fue un centro industrial importante y albergaba centros de producción de Ford y General Motors. Sin embargo, desde la guerra, las empresas se han ido de Chester y se ha producido un éxodo de puestos de trabajo. Con ello, la ciudad ahora atraviesa una nueva etapa en la que un tercio de la población vive en la pobreza.

La industria que queda emite una mezcla de hollín y productos químicos sobre una población de 34.000 residentes, el 70% de ellos afroamericanos. Hay una planta de tratamiento de aguas residuales, una fábrica de papel Kimberly-Clark y una instalación de residuos sanitarios. Y luego está la planta de incineración de Covanta, uno de los más grandes de su tipo en los Estados Unidos.

Sólo una pequeña fracción de los residuos quemados en la planta Chester ha sido generada por sus habitantes; el resto se transporta por camión y tren desde la ciudad de Nueva York y el estado de Carolina del Norte. La quema de basura libera una gran cantidad de contaminantes, como óxidos de nitrógeno, dióxido de azufre y material particulado, que se compone de pequeños detritos de escombros que al inhalarse causan muchos problemas de salud.

Es difícil determinar la causa exacta de cualquier cáncer, pero varios estudios han identificado posibles vínculos entre la contaminación del aire y los cánceres de ovario y de mama, que son inusualmente frecuentes en Chester. Un informe publicado por la EPA en 1995 concluyó que la contaminación del aire causada por la industria local supone para los habitantes de Chester un “gran componente del riesgo de cáncer”.

“En Chester encontramos tasas más altas de lo normal en enfermedades cardiacas, accidentes cerebrovasculares y asma, que son la consecuencia de aire contaminado”, señala la doctora Marilyn Howarth, una experta en salud pública de la Universidad de Pensilvania que desde hace seis años asesora a activistas de Chester.

Howarth indica que los residentes se arriesgan ahora a una mayor exposición a la contaminación debido al aumento del tráfico de camiones por sus calles que transportan material reciclable a la planta de incineración. Una vez quemados, los plásticos desprenden sustancias orgánicas volátiles, algunas de ellas cancerígenas. “Es difícil relacionar un solo caso de cáncer, enfermedad cardíaca o asma directamente con una fuente en particular. Sin embargo, las emisiones de Covanta contienen carcinógenos conocidos, por lo que aumentan absolutamente el riesgo de cáncer entre los residentes del área”, asegura Howarth.

Desde Covanta afirman que los controles de contaminación, como los depuradores en las chimeneas, eliminarán las toxinas emitidas por los materiales reciclables. Después de pasar por el sistema de control de emisiones, la contaminación de la planta se establece cómodamente por debajo de los límites fijados por los reguladores estatales y federales, dice la compañía, con mejores cifras de emisiones de dioxinas que las estándar.

La compañía también argumenta que la incineración es una mejor opción que simplemente amontonar plástico y cartón en los vertederos. “En términos de emisión de gases de efecto invernadero, es mejor enviar los materiales reciclables a una instalación de recuperación de energía debido al metano que proviene de un vertedero”, dice Paul Gilman, director de Sostenibilidad de Covanta. “Crucemos los dedos para que Filadelfia pueda poner en marcha su propio programa de reciclaje porque nuestras instalaciones no están diseñadas para reciclables sino para desechos sólidos”.

Covanta y sus detractores están de acuerdo en que todo el sistema de reciclaje de Estados Unidos tendrá que ser revisado para evitar más daños ambientales. En el país sólo se recicla el 9% del plástico y las campañas que promueven el reciclaje ocultan preocupaciones más amplias sobre el impacto medioambiental del consumo masivo, ya sea derivado de materiales reciclados o no.

“Lo desafortunado en Estados Unidos es que cuando la gente recicla cree que el problema ya está bajo control, cuando en realidad hasta ahora era China la que gestionaba estos residuos” indica Gilman. “China se ha plantado y ahora es evidente que no somos capaces de lidiar con esta situación”.

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