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The Guardian en español

La gira africana de Lavrov, otro frente en la lucha entre Occidente y Moscú

El ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, en la embajada rusa en Adís Abeba (Etiopía) este miércoles.
Corresponsal en África —
29 de julio de 2022 22:24 h

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Sergei Lavrov, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, ha estado esta semana de visita en varios países africanos, con paradas en Egipto, Congo-Brazaville, Uganda y Etiopía. El objetivo: conseguir apoyo para Rusia en el continente africano mientras la guerra en Ucrania entra en su sexto mes.

Muchos líderes africanos se han negado a condenar la invasión rusa de Ucrania y han acusado a Estados Unidos y a la OTAN de haber iniciado o estar prolongando el conflicto. Cientos de millones de personas en el continente se enfrentan a la subida de los precios de los alimentos y, en algunos casos, a una grave escasez, ya que el bloqueo de los puertos ucranianos en el Mar Negro por parte de la flota rusa ha retenido decenas de millones de toneladas de cereales, lo que agrava drásticamente los problemas ya presentes en la cadena de suministro. 

Lavrov busca convencer a los líderes africanos –y, en menor medida, a los ciudadanos de a pie– de que no se puede culpar a Moscú del conflicto ni de la crisis alimentaria. Rusia ha culpado a las minas ucranianas por el bloqueo.

Pero los esfuerzos de Moscú por ganar amigos e influir sobre la población en África se remontan mucho más allá de los acontecimientos recientes. Los resultados de esta campaña han sido irregulares y Rusia sigue siendo un actor marginal en lo que respecta a parámetros más convencionales como el comercio y la inversión.

Esta semana, Lavrov ha alabado lo que ha dado en llamar el “camino independiente” emprendido por los países africanos que se negaron a adherirse a las sanciones occidentales contra Rusia y a los “intentos no disimulados de Estados Unidos y sus satélites europeos de imponer un orden mundial unipolar”.

Moscú se sintió apoyado cuando, en una sesión de la Asamblea General de la ONU, 17 países africanos se abstuvieron –es decir, casi la mitad del total de las abstenciones– y uno (Eritrea) votó en contra de una resolución que condenaba a Rusia por su “agresión” y exigía su retirada de Ucrania. La mayoría de los países africanos apoyaron la resolución, que fue aprobada por 141 votos a favor y 5 en contra.

Moscú ha tenido un impacto significativo en varios Estados estratégicos importantes, reforzando el discurso antioccidental, apoyando a líderes políticos amigos y extrayendo valiosos recursos que han ayudado a Rusia a resistir ante las sanciones occidentales impuestas tras la invasión de Ucrania.

Mercenarios de Rusia para África

Uno de los actores más destacados ha sido el Grupo Wagner, una empresa privada vinculada al Kremlin que ha suministrado mercenarios a una media docena de gobiernos africanos. Los mercenarios no siempre han tenido un éxito rotundo. Uno de los despliegues para combatir a los insurgentes extremistas islámicos en Mozambique fue un fiasco. Los combatientes de Wagner en Libia tampoco sobresalieron en el campo de batalla cuando, en 2019, apoyaron la ofensiva del señor de la guerra radicado en Bengasi, Khalifa Haftar, contra Trípoli.

Pero el año pasado, los combatientes del Grupo Wagner se apuntaron un tanto geopolítico para Moscú cuando fueron desplegados en Malí después del golpe de Estado en el que las fuerzas armadas malienses tomaron el poder. Desde entonces, el nuevo régimen ha obligado a una importante fuerza francesa que luchaba contra los insurgentes yihadistas a retirarse, lo que ha alejado de Occidente a un Estado clave en una importante región estratégica. Sin embargo, una bomba colocada cerca de la capital la semana pasada puso de manifiesto que los combatientes del Grupo Wagner han hecho menos avances en el plano militar. Además, estos mercenarios han sido acusados de múltiples violaciones de los derechos humanos.

En Sudán, donde el año pasado un golpe militar descarriló la frágil transición hacia un régimen democrático, empresas rusas –vinculadas al Grupo Wagner según analistas y representantes occidentales– han administrado minas de oro desde antes de la caída del dictador Omar Al-Bashir en 2019.

El régimen militar en Jartum, la capital de Sudán, también tiene una relación estrecha con Moscú. Representantes occidentales han notado en últimos meses una intensificación de los vuelos que, según se cree, transportan metales preciosos a Rusia desde Sudán. Sudán también ha cerrado un importante acuerdo por el que ofrece a Rusia un puerto en la costa oriental de África por el plazo de 25 años.

Otro lugar clave es la República Centroafricana, donde más de 1.000 mercenarios del Grupo Wagner han montado una serie de ofensivas violentas contra los rebeldes en representación del débil Gobierno central a cambio de concesiones mineras. Según testigos, en los últimos meses los contratistas militares rusos han realizado violentas y, en ocasiones, letales incursiones en las minas de oro en el este del país, aparentemente con el único objetivo de saquear grandes cantidades de oro.

Derechos LGTBI

El apoyo de muchos líderes y gobiernos africanos a la invasión de Ucrania por parte de Moscú –o, al menos, su reticencia a condenarla– ha consternado a los representantes occidentales.

La relación, antaño estrecha, entre Estados Unidos, Reino Unido y Uganda –una de las paradas de la gira de Lavrov– se ha resentido a causa de la represión a los disidentes políticos y la presión occidental para que sean reconocidos los derechos del colectivo LGBT. Yoweri Museveni, en el poder desde 1986 y receptor de enormes cantidades de ayuda financiera occidental, ha acusado a Occidente de interferir en los asuntos internos de su país. El influyente hijo de Museveni y aspirante a sucederlo en el cargo, Muhoozi Kainerugaba, ha dicho en Twitter que “la mayoría de la humanidad (que no es blanca) apoya la postura de Rusia en lo referido a Ucrania”.

Puede que Etiopía, otra parada de Lavrov después de pasar por Kampala, sea más difícil de convencer, aunque las relaciones del primer ministro Abiy Ahmed con Occidente también se han resentido en los últimos años tras la guerra en la provincia norteña de Tigray. Es probable que en Adís Abeba se hable más de dinero y tecnología que de ayuda militar.

En 2019, se celebró una importante cumbre Rusia-África en Sochi. El evento se repetirá a finales de este año, posiblemente en la capital etíope.

Los lazos rusos en todo el continente se han fortalecido mediante inversiones en minería, préstamos financieros y la venta de equipos agrícolas y tecnología nuclear. Rosatom, la corporación estatal rusa dedicada al uso militar y civil de la energía nuclear, ha intentado expandirse en África en los últimos años. De acuerdo con el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, Rusia fue el mayor exportador de armas al África subsahariana en el período 2016-2020, durante el cual suministró casi un tercio del total de las importaciones de armas en aquella zona, mientras que en el período 2011-2015 las importaciones rusas representaron una cuarta parte del total.

Una de las explicaciones del apoyo a Moscú es que muchos países del continente africano siguen gobernados por partidos que recibieron ayuda de la Unión Soviética durante sus luchas para liberarse del dominio colonial o de la supremacía blanca. Aunque pocos de los habitantes que integran las jóvenes poblaciones de estos países vivieron las amargas batallas de los años 60, 70 u 80, los líderes de los partidos gobernantes de Sudáfrica, Zimbabue, Angola y Mozambique recuerdan cómo las armas, el dinero y los asesores soviéticos les ayudaron a conseguir la libertad.

Moscú ha buscado destacar esta parte de la historia desde el comienzo de la guerra en Ucrania, diciendo en repetidas ocasiones que Rusia “nunca ha colonizado” ningún país africano y que está del lado de los africanos contra el neoimperialismo occidental.

Moscú también ha impulsado su agenda a través de redes sociales encubiertas, una acción que las principales plataformas luchan por contrarrestar.

Apuesta arriesgada

Los esfuerzos de Rusia por acrecentar su influencia, a los que se añade la crisis alimentaria, son un dilema para algunos líderes africanos. Egipto, uno de los principales importadores de trigo del mundo, compró el 80% de su trigo a Rusia y Ucrania el año pasado y se ha visto dividido entre los lazos con Moscú y su estrecha relación con Occidente.

Los gobiernos occidentales dicen que la estrategia de Moscú es una apuesta arriesgada, ya que muchos de los líderes y los regímenes a los que han intentado acercarse son corruptos, represivos y muy poco populares. 

Un estudio reveló que los 27 países africanos que votaron a favor de la resolución de la ONU que condenaba la invasión rusa de Ucrania eran en su mayoría democracias y todos ellos aliados de Occidente, a menudo partícipes activos de operaciones militares conjuntas. La mayoría de los que se abstuvieron o, como Eritrea, votaron en contra de la resolución, eran regímenes autoritarios o híbridos.

Traducción de Julián Cnochaert.

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