Los resabios del colonialismo amenazan un hospital creado para expiar sus crímenes
- Las acusaciones cruzadas de racismo y corrupción, además del inestable momento político del país, pueden dejar sin atención a miles de personas sin recursos
Un hospital de Gabón fundado hace más de un siglo por un médico Premio Nobel de la Paz para expiar los crímenes de la época colonial está atrapado en una crisis de financiación que podría obligarlo a cerrar.
Radicado en Lambaréné, una ciudad de 25.000 habitantes 72 kilómetros al sur del ecuador, el hospital Albert Schweitzer no puede pagar sus cuentas porque no ha recibido los fondos del gobierno, en crisis por la caída global del precio del crudo.
Además de eso, a más de un siglo de la llegada a Lambaréné de su fundador franco-alemán, el hospital se ha visto envuelto en una disputa por racismo y corrupción y varios ex altos cargos creen que sería mejor que cerrara sus puertas.
En 1913, Albert Schweitzer, doctor, filósofo, misionero, músico y ecologista, navegó río arriba por el Ogooué para “expiar todos los terribles crímenes” cometidos por los europeos en África y construyó un hospital en lo que, en aquella época, era el África Ecuatorial francesa.
Schweitzer, Nobel de la Paz en 1952 por su teoría ética de veneración por la vida, fue reconocido por fundar un hospital que trataba a los pacientes tanto si podían pagar como si no. Winston Churchill lo llamó “un genio de la humanidad”; la revista Time, “el mejor hombre del mundo”.
Pero su hospital pronto podría admitir al último paciente. Según Daniel Stoffel, presidente de la junta directiva, “es muy común que el dinero aparezca tarde. Pero ya pasó más de medio año. Hasta ahora, pudimos pagar los salarios, pero nada más. Cada vez se hace más difícil”.
Entre los habitantes de Lambaréné, el hospital mantiene la reputación de la época de Schweitzer. Seas quien seas, si vas al hospital, recibirás tratamiento. Los pagos se calculan según lo que cada paciente puede pagar.
Las mujeres de edad avanzada que se han atendido en el hospital toda su vida caminan lentamente montaña arriba y, con gran bullicio, agradecen a Dios por recibir tratamiento de forma gratuita. En la sala de maternidad, las familias de las mujeres que acaban de dar a luz se distribuyen entre las camas y el piso mientras charlan. Los niños juegan al fútbol en el camino junto a la sala de arteterapia, y los pocos coches que circulan van a paso de tortuga para no interrumpir el juego. La atmósfera de comunidad es evidente.
Pero en sus niveles más altos, el hospital se encuentra en medio de una lucha de poderes entre las autoridades de Gabón y los benefactores de origen europeo.
Los europeos dicen que algunos de los directivos gaboneses del hospital, ya fallecidos, robaban dinero de la institución, pero las acusaciones fueron negadas. El personal gabonés acusa a los europeos de racismo y de tener una visión colonial. Durante una protesta en el hospital, el personal paseó un féretro con el nombre de un director al que acusaban de ejercer opresión racial.
El único director gabonés que tuvo el hospital, que asegura haber sido despedido, dijo que no le sorprendería el cierre de la institución por la forma en la que manejan el lugar. “Es algo triste y contradictorio”, dijo el Dr. Antoine Nziengui. “En el hospital Albert Schweitzer existe el neocolonialismo. Y el hospital corre el riesgo de cerrar. En el siglo XXI, si no se administran bien las cosas, cierran”.
Según se informó, el actual director, un ciudadano francés, pasó una semana en prisión por afirmar que había vínculos entre el personal gabonés del hospital y funcionarios del poder judicial. Otro de los ex directores, que también fue arrestado varios días, dice que teme por su vida y que no regresará a Lambaréné.
Los descendientes de los pelícanos que Schweitzer amaba aún rondan por las instalaciones del hospital, mezcla de viejas y nuevas construcciones. Una importante donación en la década de los setenta permitió a la institución construir nuevas instalaciones. Los edificios blancos originales, junto con sus secretos, permanecen cerrados. Su paz solo se ve interrumpida cuando algún turista curioso hace el trayecto de cuatro horas desde Libreville.
El personal del hospital también ha cambiado desde la época de Schweitzer. Una de las críticas que se le hicieron al doctor fue que no capacitaba una cantidad suficiente de médicos y enfermeras de la zona. El hospital continúa la tradición de aceptar voluntarios europeos para trabajos de corta o larga duración, pero la mayor parte del personal es de Gabón, excepto por el nuevo director francés.
Según Nziengui, lo echaron porque la junta directiva, cuyos miembros son mitad gaboneses y mitad europeos, no quería que un gabonés estuviera a cargo: “Solo puedo pensar en que, desde la época de Schweitzer hasta 2011, el hospital fue dirigido por occidentales, y la junta directiva quería otro occidental”. Según Nziengui, “es el mismo grupito de personas de los mismos países que siempre han manejado el hospital; todos se resisten al cambio”.
Damien Mougin, otro ex director que con gran devoción convirtió en museo las antiguas instalaciones, está dirigiendo el hospital por el periodo estival. Recibe a todos amigablemente mientras recorre los caminos y muestra las mejores vistas del río.
Para pagar las cuentas del hospital, Schweitzer recaudaba dinero en Europa dando conciertos. Su piano, guardado en una caja de zinc, llegó flotando en canoa hasta su sencilla casa de madera, donde está aún hoy, junto a sus zapatos, su delantal y su casco. Sus gafas aún descansan sobre el pequeño escritorio donde solía trabajar largas horas escribiendo cientos de cartas a su país en busca de fondos. Según Mougin, la conexión europea es una parte fundamental del funcionamiento del hospital.
Según Mougin, “el multiculturalismo está en los genes del hospital”. “No creo que el tema sea la nacionalidad del director. Creo que, para los gaboneses, se trata de si el hospital seguirá atendiendo o no a los más pobres”.
“Toda esa idea del racismo no existe en este lugar. Los que son racistas no pueden quedarse aquí. Los europeos me preguntan: ¿Los gaboneses no pueden manejar el hospital por sí mismos? Pero si le pregunto a un gabonés, dice que no, porque el corazón del hospital es mitad gabonés y mitad extranjero”.
La crisis económica no es nada nuevo para el hospital Albert Schweitzer, pero las circunstancias actuales son las peores que ha enfrentado.
“Sería una tragedia que el hospital tuviera que cerrar después de más de 100 años de tan extraordinario trabajo, y espero que nunca se llegue a eso”, afirma Lachlan Forrow, ex presidente de la junta. “Pero, quizás, sería una tragedia aún mayor que el hospital ya no representara los ideales con los que tanto se identificaba el doctor Schweitzer”.
Traducción de Francisco de Zárate