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La compra de la revista 'Time': ¿un nuevo medio afín a Trump?

Portada en la que la revista TIME denomina a Donald Trump persona del año

Lucia Graves

El hecho de que Charles y David Koch hayan respaldado con más de 545 millones de euros la compra de Time por parte del grupo de comunicación Meredith debería ser motivo de una profunda reflexión por parte de los medios de comunicación. Sin embargo, vivimos tiempos insólitos.

El acuerdo de compra de Time Inc., que además de ser el editor de la revista Time también lo es de People, Fortune y Sports Illustrated, por parte de Meredith, respaldado por los hermanos Koch, se cerró el domingo por la noche. En un comunicado en el que anunciaba el acuerdo, Meredith indicó que levantará “un grupo de medios líder que informará a cerca de 200 millones de consumidores estadounidenses”.

Los que han seguido las inversiones de los hermanos Koch, que desde hace años apoyan la causa conservadora y la libertaria, y son especialmente generosos cuando financian a grupos de investigación que niegan el cambio climático, afirman que en esta ocasión no solo se mueven por dinero.

“Es una decisión estratégica acertada, una forma barata de tener una mayor influencia política”, indica Bill McKibben, un experiodista de la revista New Yorker y que se ha convertido en una persona clave del movimiento ecologista por ser el fundador del grupo 350.org: “Los beneficios de esta inversión para su actividad política serán enormes”.

A simple vista, cuesta entender la razón que tendrían estos magnates del petróleo y del gas para apoyar la compra de Time por parte de Meredith. Si bien es cierto que han aparecido en la lista de las 100 personas más influyentes de la revista Time (en 2011, 2014 y 2015), y que David Koch ha desayunado con el exeditor de la revista, ¿qué tipo de magnate con mentalidad empresarial estaría interesado en ponerse a imprimir en 2017 y, además, entre todos los medios posibles, querría imprimir la revista Time?

“La revista Time ya no marca tendencias”, indica Jay Rosen, un profesor de periodismo de la Universidad de Nueva York: “No le veo sentido. Salvo que quieran influir en la lista de las 500 mejores empresas de Fortune o algo así”.

Como explicó un portavoz de la compañía a un periodista recientemente, Koch Industries, la segunda empresa más importante de Estados Unidos entre las que no cotizan en Bolsa y que prácticamente solo está en manos de los hermanos Koch, “nunca da explicaciones sobre sus operaciones”. Y su última operación, la inyección de capital a Meredith a través de su propio fondo, Koch Equity Development, no es una excepción. Sí que se han podido documentar muchas de las inversiones que han hecho a lo largo de los años.

Por ejemplo, dieron cientos de millones de dólares a organizaciones sin ánimo de lucro, universidades, grupos de activistas y campañas políticas. Con estas donaciones sólo podían obtener influencia a cambio. Ahora, con el respaldo a la compra de Time, no sólo tendrán influencia sino que además tendrán un activo.

A Charles Alexander, que durante décadas trabajó para la revista Time y terminó su carrera trabajando durante 13 años como el responsable de la sección de Ciencia, no le ha sorprendido esta operación. En cambio, sí que está muy preocupado.

Para él, lo más preocupante de este interés de los Koch por la revista no es el hecho de que los hermanos sean políticamente conservadores. El fundador de Time, Henry Luce, también lo era.

Negacionistas del cambio climático

A Alexander le preocupa una actitud que recientemente está mostrando el Partido Republicano: su rechazo sistemático a todas las evidencias científicas que tengan que ver con el cambio climático, y cómo esto también se traduce en una desconfianza todavía mayor hacia la ciencia y la información científica en general.

“Durante décadas, este dinero oscuro de los Koch, como lo llamaba la periodista de la revista New Yorker Jane Meyer, sirvió para financiar campañas de desinformación cuyo objetivo era convencer al público y a los políticos de que el cambio climático no era un fenómeno preocupante”, escribió Alexander el miércoles en The Nation. A partir de ahora, tal vez los Koch puedan verter este contenido directamente en las páginas de opinión de Time.

En su apogeo, Time fue una de las primeras publicaciones en informar sobre el cambio climático y le dedicó portadas y reportajes especiales a esta cuestión antes de que otros lo hicieran. En cambio, más recientemente, cuando los líderes republicanos han empezado a cuestionar la evidencia científica detrás de los informes sobre el cambio climático, la revista no ha tenido el mismo grado de compromiso que antaño. Ahora, con la influencia de los Koch, los artículos sobre el cambio climático podrían desaparecer.

“Debo reconocer que no sé cuál sería la solución”, afirma Alexander. “Pero que dos multimillonarios que no están comprometidos con la verdad puedan comprar una revista que ha dado voz a la razón y puedan utilizarla para promover sus intereses empresariales es peligroso y perverso”.

Como todos los medios de comunicación impresos, el declive de Time es evidente, pero podría ser precisamente su pérdida de importancia lo que haya atraído a unos hermanos que suelen evitar a los medios.

Interesados en los medios de comunicación

La última vez que los magnates intentaron hacer una incursión en un medio de comunicación impreso fue en 2013, cuando se plantearon comprar los ocho periódicos del grupo Tribune, entre ellos cabeceras tan importantes como Los Angeles Times, Chicago Tribune y el Baltimore Sun. Desistieron tras una oleada de protestas.

Scott Peterson, de la organización Checks and Balances Project, indica que los hermanos Koch han conseguido mantener un perfil bajo durante el proceso de compra de Time porque no controlarán el medio. En el comunicado que emitió este domingo, Meredith afirmó que “Koch Equity Development no integrará la junta directiva ni podrá influir en la línea editorial de Meredith o en la gestión”.

“Si hubieran intentado hacerse ellos con el control de Time, probablemente el Congreso habría cuestionado esta operación, pero solo están haciendo una inversión, con independencia del tamaño de la misma, está por debajo del 50%, y eso los convierte en un inversor pasivo, ¿así que quién iba a parar una operación así?”, pregunta Peterson. “Esto es así hasta que se hagan con el control del medio”.

Esto es lo que pasó en 2012 cuando Koch Industries se hizo con una parte minoritaria (alrededor de 45%) de Guardian Industries, un fabricante de vidrio y productos de los sectores de la automoción y de la construcción. A principios de este año, se hicieron con el control de la empresa. No han trascendido los detalles de la operación por política empresarial.

Los Koch no se limitan a dar dinero, señala Peterson. Incluso sus donativos conllevan obligaciones. “Me sorprendería mucho que los Koch se contentaran con invertir en esta operación de compra de Time y luego se apartaran del día a día y se limitaran a hacer un seguimiento del valor de sus acciones”, afirma.

Estrategias a largo plazo

El papel desempeñado por los Koch en el proceso de adquisición de Time ha coincidido con el retroceso más agresivo en lo relativo a política medioambiental desde la era Reagan. También se produce en un contexto en el que Trump intenta tejer una buena relación con medios afines.

Este mes, la Comisión Federal de Comunicaciones eliminó las protecciones contra los monopolios en los medios de radiodifusión locales, una medida que parece despejar el camino para la expansión de un canal de noticias afín a Trump.

La regulación de Estados Unidos para la prensa no es como la del Reino Unido y, por lo tanto, no hace falta eliminar ninguna protección para poder cerrar un acuerdo como la compra de Time.

Mary Bottary del Centro para los Medios de Comunicación y la Democracia, explicó a The Guardian que considera que los hermanos Koch han hecho una “operación inteligente”. “La única forma de convencer al público de que no debe preocuparse por el cambio climático y de que no es necesario un mayor control sobre el sector de los combustibles fósiles es crear su propio altavoz mediático”.

La Administración de Trump ha mostrado una cierta tendencia en proporcionar altavoces de mayor tamaño a intereses que percibe como propios.

Sinclair: leal a Trump

El hombre que está detrás de Sinclair, el grupo de radios locales para cuya expansión ha allanado el camino la Comisión Federal de Comunicaciones, es David Smith, cuyos donativos y apoyos le hacen aprobar con creces el examen de lealtad hacia Trump.

Rupert Murdoch, que en el pasado parecía tener una relación distante con Trump, ahora parece haber cultivado profundos lazos de hermandad con el presidente, una relación sentimental que es evidente en todos los medios de comunicación del magnate, desde Fox News al Wall Street Journal.

Ahora los Koch podrían estar bien posicionados para convertirse en los nuevos magnates de los medios de comunicación conservadores. Si bien Trump ha demostrado estar algo obsesionado con el premio “la persona del año” de la revista Time, todo parece indicar que los Koch tienen una relación más estrecha con el vicepresidente, Mike Pence que con Trump.

Pence es el candidato que ha recibido más donativos (oficiales) de David Koch. Destacan los 200.000 dólares que recibieron Pence y su candidata a vicegobernadora cuando él se postuló como gobernador del Estado de Indiana en 2012 y los 100.000 que dio a Pence a título individual antes de que se postulara para la vicepresidencia. Estas sumas no tienen en cuenta las donaciones que se pueden hacer a través del Comité para la Campaña del Partido Republicano, ya que se pueden ocultar de forma legal. La relación entre el vicepresidente y los hermanos Koch es muy estrecha. Recientemente Mayer, cuyos escritos en el New Yorker han hecho que el nombre de los Koch sea familiar para los lectores, la describió en un artículo.

Pence les hizo un favor político importante en la primavera de 2009. El Congreso se preparaba para aprobar medidas para controlar las emisiones de carbono y Pence apoyó una propuesta impulsada por los Koch y conocida como “la promesa de no crear un impuesto climático”. Si el Congreso hubiera impulsado una medida para crear un sistema de límites y de intercambio de bonos de carbono, la empresa de los Koch habría tenido que asumir unos costes catastróficos.

Desde entonces, sus lazos se han ido estrechando. Se dijo que en 2011 Pence ocupaba el primer puesto de una lista de posibles candidatos presidenciales que elaboró Charles Koch. Y si bien el mayor de los hermanos se tuvo que conformar con dar la vicepresidencia a Pence, de momento no le ha ido tan mal con su aliado en el segundo mejor lugar.

Con independencia de lo que pase con la operación con Time, todo parece indicar que el optimismo de los Koch está garantizado. Pence es el único a quien un presidente propenso al dramatismo no puede despedir.

“Sus estrategias son a largo plazo y no creo que su objetivo sea la Administración de Trump”, indica Peterson: “Mientras estamos pendientes del circo de Trump, ellos crecen sin parar”.

Al final, el éxito de los Koch no se medirá por los resultados de Time. Se medirá por los resultados de su propia empresa y por el avance de su agenda ideológica.

 Traducido por Emma Reverter

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