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The Guardian en español

Las decisiones de Trump amenazan a mujeres de todo el mundo

Marcha de las Mujeres en Washington DC

Lucia Graves

En medio de la masa de manifestantes que acudió este sábado a la explanada del National Mall en Washington DC, una de las pancartas llamó mi atención. Una joven afroamericana con coletas sostenía una percha de alambre equipada con un cartón en el que podía leerse: “Nunca más”. Resulta que, para las mujeres pobres en el extranjero, el 'nunca' se convirtió en este lunes.

Donald Trump utilizó su primer día como presidente para reinstaurar una orden ejecutiva de la era Reagan que tendrá un impacto devastador para aquellas personas que menos recursos tienen: mujeres y chicas en las zonas más pobres del planeta. Esta orden, más conocida como la 'Ley Mordaza Global', eliminará la financiación a cualquier ONG internacional que provea servicios abortivos o que incluso hable sobre el aborto con pacientes que buscan materiales didácticos o referencias.

Todos los estudios han demostrado que eliminar el acceso a los servicios abortivos no acaba con los abortos sino que simplemente fuerza a las mujeres a realizarlos de forma clandestina y a ponerse en peligro.

Para un tipo al que se le ha catalogado como populista, quizás es sorprendente que el hecho de tener a casi medio millón de personas –tres veces más que el día de su toma de posesión– inundando las calles de Washington no haya alterado para nada su política. Lo que sí han conseguido, sin embargo, es otra cosa: herir los sentimientos del presidente

Según algunos de los biógrafos de Trump con los que he hablado, algunas de las cualidades que le definían en su niñez eran las propias de un matón de colegio. Y lo raro es que esto no haya cambiado. Por eso es por lo que el hecho de que haya dedicado una de sus primeras órdenes ejecutivas a menoscabar los derechos de las mujeres me parece algo que se acerca mucho a lo anterior.

Porque Trump sí que ha hablado con franqueza sobre las otras órdenes ejecutivas que firmó el lunes –la congelación de contratación de funcionarios y la retirada de EEUU del acuerdo TPP. Pero no ha hablado sobre el acceso al aborto a menos que se le haya pedido. Si bien es cierto que la implementación de esta orden ejecutiva históricamente se ha revocado siempre que la oposición llega a la Casa Blanca, los partidarios anteriores –Ronald Reagan y George W. Bush– gobernaron en escenarios de conservadurismo social. Con Trump era más difícil adivinar que fuese a suceder esto. Tal y como le dijo a Howard Stern sobre su actitud hacia el aborto en 2013: “Nunca ha sido mi gran problema”.

Trump parecía haber encomendado la pregunta a su compañero de candidatura Mike Pence, un firme defensor antiabortista. Para muchos, que Trump eligiera a Pence fue una ofrenda de paz para los votantes evangelistas escandalizados por el estilo de vida de Trump. La ofrenda de paz funcionó y Trump se hizo con los evangelistas por un amplio margen.

Pero las ilusiones de que Trump, como insinuó en un fugaz gesto en la noche electoral, “va a ser el presidente de todos”, simplemente se han esfumado. “El presidente, no es un secreto, siempre ha dejado claro que está a favor de la vida”, aseguro su portavoz Sean Spicer en su primera rueda de prensa en la Casa Blanca. “Quiere defender a todos los estadounidenses, también a los que todavía no han nacido”.

Es la manera de destripar una política que, según se estima, ha salvado a 289.000 mujeres de muertes relacionadas con el embarazo o la maternidad, según la Organización Mundial de la Salud.

No se trata solo del aborto. Los proveedores de estos servicios a los que se les deniega la financiación bajo la legislación mordaza podrían ser despojados también de su capacidad de llevar a cabo incluso la atención sanitaria más básica para las mujeres, tal y como ya informó el grupo global de planificación familiar Population Action International (PAI), dando como resultado un colapso de todas las redes sanitarias.

La Organización Mundial de la Salud estima que cada año se realizan un total de 21 millones de abortos peligrosos en todo el mundo, que ocasionan cerca del 13% de todas las muertes maternas. Y la organización Marie Stopes International, el mayor grupo de planificación familiar a nivel mundial, estima que la pérdida solo de sus servicios podría significar 6,5 millones de embarazos no deseados, 2,1 millones de abortos de riesgo y 21.700 muertes maternas durante el primer mandato de Trump.

PAI lo describe con todavía más crudeza: “La única meta que la política conseguirá es castigar a las mujeres que ya se enfrentan a circunstancias difíciles bloqueando su acceso a los cuidados esenciales”.

Si el deseo de Trump de “castigar” a las mujeres suena familiar es porque, bueno, debe sonar así. En marzo del año pasado, dijo que aquellas que solicitan abortos deben sufrir “algún tipo de castigo” por hacerlo. Y aunque es cierto que rebajó su tono intransigente tras su gran resultado en las elecciones, sus acciones resuenan más alto que sus palabras.

Traducido por Cristina Armunia Berges

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