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Rebeldes a la fuerza, la vida de tres estudiantes en Nicaragua

Jóvenes en una manifestación contra Ortega en Managua el 12 de julio.

Tom Phillips

Managua —

Hace tres meses, Valeska Valle era una fanática del baile que iba a misa y consideraba a su perro su mejor amigo. Douglas Costa planeaba matricularse en un máster de la Universidad de Oxford. Y Lesther Alemán, estudiante de Comunicación, albergaba sueños no tan secretos de ponerse un día la banda presidencial azul y blanca de Nicaragua. Hasta que el 18 de abril se produjo el estallido que algunos llaman la primavera nicaragüense y todo cambió.

“Ya no soy la misma Valeska que era el 17 de abril”, afirma Valle durante una entrevista en el refugio de Managua donde se esconde junto a otros líderes estudiantiles de la protesta desde que hace casi 12 semanas comenzó el levantamiento contra el presidente Daniel Ortega.

Hasta ahora, los disturbios se han cobrado la vida de más de 300 personas. También han convertido a Valle, Costa y Alemán en rebeldes a la fuerza, dando la vuelta a sus vidas.

Valle, de 22 años, cuenta que sus familiares la evitan desde el 18 de abril, cuando anunció que salía a comprar Coca-Cola y se escabulló para unirse a la vanguardia de la lucha contra el hombre al que llama “el tirano”. “La mayoría de mis hermanos me ha dado la espalda”, dice. En el último curso de los estudios de Contabilidad, Valle nació y se crió en Masaya, un antiguo bastión sandinista transformado en uno de los principales focos de la resistencia. “De mis siete hermanos y hermanas, cinco me dijeron que sería mejor que dijera que era hija única. Aquí la mayoría hemos sido rechazados por nuestra familia”.

Costa, profesor de Economía de 30 años, dice que antes de la insurrección había recibido una oferta para estudiar en el Centro Latinoamericano del St Antony's College, en Oxford. Desechó esos planes para concentrarse en el derrocamiento de Ortega. “Oxford tendrá que esperar”, dice con una sonrisa. “Aquí estoy aprendiendo más”.

Pero tal vez el mundo que más ha cambiado sea el de Alemán, estudiante de 20 años de cuarto de Comunicación Social en la Universidad Centroamericana de Managua. La retransmisión de su fascinante ataque contra Ortega en el diálogo nacional del 16 de mayo le convirtió en una notoriedad de la noche a la mañana. “¡Ríndase!”, ordenó Alemán al sandinista de 72 años en unas escenas que fueron televisadas por todo el país y dieron la vuelta al mundo. “¡No podemos dialogar con un asesino, porque lo que ha sucedido aquí es un genocidio!”.

Alemán, que desde entonces ha sido homenajeado con canciones y miles de fans de Facebook, recordó haber sentido tanto nerviosismo como rabia en su arenga contra el antiguo héroe revolucionario. “Si hubieran sabido lo que iba a decir, nos habrían parado el coche (antes)”, afirma medio en broma.

Alemán admite que una vez soñó con ser presidente de Nicaragua, pero la fama que le trajo su ataque verbal le resulta incómoda. “Siempre quise estar al otro lado de la cámara, nunca quise ser el protagonista”, insiste mientras posa para las fotos fuera del refugio en el que vive desde que comenzó la revuelta. “Las cámaras me intimidan más que Daniel Ortega”.

Además de hacerse cargo de su fama reciente, los estudiantes rebeldes de Nicaragua han tenido que luchar contra la acusación de que son títeres de “golpistas” respaldados por Estados Unidos. Su actuación se vio perjudicada en junio cuando varios de ellos volaron a Washington supuestamente para sumar a Donald Trump en su cruzada contra Ortega, y aparecieron fotografiados junto a republicanos de alto rango. Entre ellos, el senador Marco Rubio.

Se dice que aquel viaje fue financiado por Freedom House, un think tank conservador respaldado por Estados Unidos. “Nos hemos dado una imagen terrible. Tendremos que corregir nuestros errores”, admitió después el líder estudiantil Harley Morales. “¡No estamos a la venta!”, añadió.

Según los observadores, las fuerzas de seguridad y las bandas paramilitares vinculadas al Gobierno son responsables de la mayor parte del derramamiento de sangre. Pero los estudiantes también se han visto obligados a defenderse de las acusaciones de Ortega y sus aliados, que les responsabilizan de impulsar la actual ola de violencia. “Es una lucha totalmente pacífica”, dice Valle. “La no violencia es nuestra arma más poderosa”.

Según Costa, la decisión de evitar la violencia no es sólo de “buena gente”. “Es un cálculo político, añade. Sabemos que si respondemos con violencia a la violencia del Gobierno, todo lo que estamos diciendo se desvanecerá. Racionalmente, nos damos cuenta de que la violencia nos perjudicaría más de lo que nos ayudaría”.

Más allá del peligro físico, Valle admite que la vida como estudiante revolucionaria desgasta mucho: “No tenemos dinero.... al principio ni siquiera teníamos comida. Pasamos una semana sólo con galletas y agua”. “Y usando Ray-Bans naturales”, bromea Costa, señalando las bolsas oscuras bajo sus ojos privados de sueño.

La madre de Valle está comenzando a aceptar la nueva vida de su hija como insurgente universitaria, aunque todavía sigue nerviosa por el riesgo. “Es natural”, dice Valle. “Tiene miedo de que me maten”.

Información adicional de Juan Diego Briceño

Traducido por Francisco de Zárate

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