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El poder en la sombra toma el trono: ¿un golpe de Temer unirá o dividirá Brasil?

El vicepresidente de Brasil es el mejor situado para suceder a Dilma Rousseff.

The Guardian

Jonathan Watts - Río de Janeiro —

El Congreso de Brasil está cada vez más cerca de destituir a la presidenta Dilma Rousseff. En las calles se respira indignación, mientras que en el sector financiero se espera que el hombre en la sombra pueda tomar el trono.

Para todos los que desean un cambio desesperadamente, el vicepresidente Michel Temer encarna la salvación. En cambio, los que están preocupados por la fragilidad de la democracia del país consideran que es un golpista. Sin embargo, nadie pone en duda que los acontecimientos más recientes lo sitúan en una posición de ventaja.

El vicepresidente ha sido desde 2011 el eje de una alianza entre un gobierno liderado por el Partido de los Trabajadores y un Congreso controlado por el centrista Partido de Movimiento Democrático Brasileño (PMDB).

En comparación con los agitadores extravagantes que se hacen oír en el panorama político brasileño, este abogado constitucionalista de 75 años es un personaje discreto y de algún modo gótico, con un pelo canoso peinado hacia atrás, casado con una joven reina de la belleza que lleva tatuado su nombre en el cuello. A menudo pudo parecer que Marcela Temer, que es 40 años más joven que su marido y bastante más alta, eclipsaba a su marido. Sin embargo, la semana pasada el vicepresidente se convirtió en el centro de atención cuando su partido decidió salir de la coalición que ha estado apoyando durante 13 años.

La salida del partido ha situado a Rousseff al borde del abismo. Lejos de correr a rescatarla, el vicepresidente parece dispuesto a darle el último empujón y ocupar su sitio en el Palácio do Planalto.

Esta es, sin lugar a dudas, la esperanza de su partido. Cuando esta semana anunció la salida de la coalición, los militantes corearon “Fuera Dilma” y “Temer presidente”. El vicepresidente no fue tan directo: “Aunque todos quieren que lo haga, no voy a hacer declaraciones sobre esta cuestión. No voy a hablar sobre lo que puede o no puede pasar”, afirmó el jueves desde su cuenta de Twitter. A nadie le sorprendería que dejara tirada a la presidenta; Temer es la cabeza visible de un partido que no destaca precisamente por su fidelidad. 

De familia libanesa 

Temer es el más pequeño de ocho hermanos. Sus ancestros eran libaneses cristianos que emigraron a São Paulo en los años veinte del siglo pasado. Temer estudió Derecho y logró entrar en el Congreso en 1987. Sus dotes de organizador y moderador metódico y tranquilo le valieron un rápido ascenso en un partido donde la capacidad de negociación es más importante que la ideología. 

En la década de los noventa, el PMDB apoyó al gobierno conservador de Fernando Henrique Cardoso. Una década más tarde apoyó el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva y más tarde a Rousseff, ambos del Partido de los Trabajadores. Ahora abandona la izquierda y podría volver a escorarse a la derecha.

En el último año, la lealtad de Temer ha quedado en entredicho debido a varias declaraciones ambiguas y a correos privados que han sido filtrados. En agosto, coincidiendo con la intensificación de la crisis económica y política de Brasil, Temer les dijo a los periodistas: “Es necesario que alguien tenga la capacidad de reunificarnos a todos”, en una clara critica a la incapacidad de la presidenta de unir al país. En diciembre, coincidiendo con el inicio del proceso de destitución de Rousseff, se filtró a los medios de comunicación una carta de Temer criticando a la presidenta. En la carta, el vicepresidente se quejaba de que solo le habían asignado un papel “decorativo” porque la presidenta no confiaba en él. El mes pasado, coincidiendo con el debate en el seno de su partido sobre si permanecer o salir de la coalición, redactó un nuevo manifiesto, el “Plan Temer”, con una visión completamente diferente a la de Rousseff sobre cómo recuperar la estabilidad en el país.

A pesar de su inconstancia ideológica, los miembros del PMDB dicen ser fieles a una gestión económica sólida y aseguran que este es el motivo por el cual han dejado de apoyar el Partido de los Trabajadores. 

Las propuestas de Temer relativas a una mayor privatización y austeridad fiscal han complacido al sector empresarial y a la derecha. Otros, quieren estabilidad. Carlos Pereira, un politólogo de la Escuela Brasileña de Administración Pública, cree que un gobierno de transición liderado por el vicepresidente lograría un amplio apoyo: “Un gobierno liderado por Temer sería algo así como un gobierno para salvar el país en el sentido de que prácticamente todas las fuerzas políticas lo apoyarían”.

Los políticos de la oposición ven a Temer como una persona prudente que se ve obligada a actuar de una manera diferente de la habitual debido a la gravedad de la crisis en Brasil. 

“No es un líder popular o un líder con una dimensión nacional. La gente lo respeta, es un abogado, una persona serena y con experiencia, y un buen orador. Pero necesita tener una mentalidad más moderna y ser audaz. No puede seguir haciendo lo mismo de siempre, detrás de esta crisis hay un motivo concreto”, indica Marcos Pestana, del PMDB: “El gobierno de Temer tendrá que recuperar la confianza de los ciudadanos. No tiene la legitimidad de las urnas y deberá conseguir esta legitimidad con su gestión”.

Otros alertan sobre los efectos adversos que podría tener una destitución de la presidenta fundamentada en criterios legales cuestionables antes de que termine su mandato. El jueves, cientos de miles de personas de varias ciudades del país participaron en una manifestación en contra del proceso de destitución. Llevaban pancartas en las que afirmaban que se trataba de un golpe de Estado. 

Durante la mayor parte del año pasado, la persona que más ha conspirado en contra de Rousseff ha sido el presidente de la Cámara, Eduardo Cunha, que ha encabezado el proceso de destitución a pesar de ser un miembro del PMDB. Sin embargo, entre bambalinas, muchos observadores creen que ha sido Temer el que ha orquestado la caída de su pareja en el poder. El exministro de Integración Nacional Ciro Gomes ha indicado que el vicepresidente es “el capitán del golpe” una etiqueta que los congresistas del Partido de los Trabajadores han hecho propia.

“Temer está dejando ver lo que hasta ahora había intentado ocultar, que él es el auténtico arquitecto del golpe. Es un golpe que lo beneficia y es un golpe desde dentro”, indica Paulo Pimento, un miembro de la Cámara de los Diputados: “En este momento histórico, vio una oportunidad para ocupar un cargo que en otro contexto sería inalcanzable porque no tiene la capacidad de liderazgo ni el carisma necesario”. 

Pimento tuvo ocasión de pasar ocho años junto a Temer en el congreso, e indica que el vicepresidente es más admirado por su inteligencia y sus conocimientos que por su pasión y sus ideales. “Nadie sabe qué opiniones tiene. Es como un huevo Kinder. A la gente les sorprenderá descubrir lo que esconde en su interior”. 

Si Temer se hace con el poder, Pimento cree que negociará para que Cunha no sea investigado por un comité ético.

Investigado por sobornos

Aunque su historial está bastante impoluto en comparación con otros políticos de Brasil, Temer no puede presumir de estar limpio del todo. Durante dos décadas se ha situado en lo más alto de un sistema que destaca por la corrupción institucional. 

Lo han investigado por sobornos y mordidas al menos en dos ocasiones y recientemente lo han acusado de “apadrinar” figuras clave del escándalo Petrobras. Ha negado haber cometido ninguna irregularidad o haber recibido pagos, pero como vicepresidente del país desde 2011 y exlíder del principal partido en el Congreso, lo cierto es que tenía la responsabilidad de supervisar la situación; la misma que Rousseff y Lula. Aunque no se ha beneficiado personalmente de la corrupción, sí que ha obtenido ganancias políticas. Y, como ellos, no logró proteger a las arcas del Estado del saqueo llevado a cabo por las grandes corporaciones y por los responsables de las campañas políticas. 

Una de las claves para contar con el apoyo ciudadano será que un posible gobierno liderado por Temer permita que la investigación de Lava Jato relativa a la corrupción de Petrobras siga su curso. Sin embargo, primero tiene que convertirse en presidente y esto no está garantizado. 

Tal vez el Partido de los Trabajadores logre los votos suficientes para impedir la destitución de Rousseff. Las protestas de los ciudadanos podrían obligar al Congreso a retroceder. El partido de Temer también podría fragmentarse; tres de sus ministros no quieren dejar sus carteras.

De hecho, el vicepresidente también se enfrenta a la posibilidad de un proceso de destitución después de que el viernes pasado se presentara una moción en este sentido ante el Tribunal Supremo del país. Paralelamente, un Tribunal Electoral está sopesando la posibilidad de anular las últimas elecciones presidenciales debido a denuncias de irregularidades en el financiamiento. Si considera que estas alegaciones son fundadas tanto Temer como Rousseff deberían dejar sus cargos y se volverían a convocar elecciones. 

En resumen, queda mucho camino por recorrer antes de que Brasil tenga un nuevo presidente. Sin ninguna duda Temer es el que está mejor situado de todos.

Traducción de Emma Reverter

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