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La corrupción del Gobierno de Peña Nieto en México empuja en las encuestas a López Obrador

Andrés Manuel López Obrador

Daniel Lizárraga

Si las elecciones presidenciales en México fuesen ahora mismo, el ganador probablemente sería el candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador. Una de las últimas encuestas elaborada por Parametría –una de las empresas más prestigiadas y conocidas en el país- le ha dado una ventaja de 18 puntos porcentuales por encima de su más cercano competidor, Ricardo Anaya, el abanderado de una controvertida alianza entre la derecha y la centro izquierda.

En el tercer lugar, a una distancia de 22 puntos porcentuales respecto a López Obrador, apareció el candidato del partido oficialista, José Antonio Meade, quien no solo ha fracasado –hasta el momento- en sus estrategias para alcanzar al puntero en las preferencias electorales, sino que tampoco ha podido sacudirse el lastre de pelear bajo las siglas del Partido Revolucionario Institucional, el PRI. El Gobierno de esa fuerza política, encabezado por el Presidente Enrique Peña Nieto, está cosechando las consecuencias de posibles actos de corrupción y conflictos de interés nunca castigados como han sido, solo por citar tres ejemplos, los hechos descubiertos en tres investigaciones periodísticas: La Casa Blanca de Enrique Peña Nieto, La Negra historia de Odebrecht, y, recientemente, La Estafa Maestra, galardonada con el premio Ortega y Gasset.

Hay otras casas encuestadoras que han dado una ventaja menor a López Obrador. GEA-ISA ubicó al líder de la izquierda -quien compite bajo las siglas del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena)- con un 37% seguido de un 32% de Ricardo Anaya y un 28% de Meade.

Las encuestas difieren respecto a la ventaja de López Obrador pero, sin duda, en este momento nadie podría negar que hoy por hoy sería el Presidente de México. Sus adversarios han señalado que esa ventaja puede atribuirse a que el líder de Morena lleva 12 años de campaña –esta es su tercera candidatura consecutiva- y, que además, creo su propio partido; a su imagen y semejanza.

La elección será el próximo 1 de julio. En términos políticos falta una eternidad y, sobre todo, al menos dos debates entre candidatos que podrían sellar la ventaja de López Obrador o quizá favorecer a alguno de sus más cercanos perseguidores. El resto, los y las candidatas independientes, entre las que se encuentra Margarita Zavala la esposa del ex Presidente Felipe Calderón, difícilmente han alcanzado más allá del 10% en las encuestas.

Catalizador de la indignación por la corrupción

López Obrador se ha convertido en el catalizador de la indignación por la corrupción dentro del Gobierno. Peña Nieto pidió perdón por tener una casa de 7 millones de dólares construida por uno de los empresarios favorecidos del régimen con contratos de obra pública por unos 750 millones de dólares. Uno de sus allegados, Virgilio Andrade hizo una investigación que acabó en nada.

México, es el único país en el cual el caso de corrupción más grande en América Latina no ha tenido consecuencias legales. Las investigaciones oficiales sobre los sobornos de al menos 10.5 millones de dólares repartidos por la constructora brasileña Odebrecht están impunes. Nadie ha sido entregado ante los jueces y, lo peor, es que la investigación oficial supuestamente está concluida desde hace seis meses. Alguien la ha mantenido encajonada mientras pasa la elección presidencial.

Desde que se publicó La Gran Estafa, el Gobierno se ha comportado como una avestruz: esconde la cabeza pero el cuerpo está a la vista. A través de 11 dependencias, se desviaron miles de millones de pesos. La revisión de las cuentas públicas de los años 2013 y 2014 arrojó contratos ilegales por no menos de 426 millones de dólares utilizando a universidades públicas y a empresas fantasma.

Esto, sin duda, ha sido parte del enojo ciudadano que ha sostenido a López Obrador en la cima. El discurso contra la corrupción ha encontrado dónde anidar. Sin embargo él no ha presentado –hasta el momento- un programa claro sobre cómo combatir ese flagelo; únicamente ha insistido en que bastará con su honestidad, “barriendo las escaleras de arriba a hacia abajo”.

López Obrador está equivocado. Ningún país en el mundo ha podido cantar victoria en el combate a la corrupción. Ni siquiera pueden hacerlo los países nórdicos como Noruega, Finlandia o Suecia o quizá hasta Dinamarca que siempre ha ocupado los primeros lugares en la calificación anual Transparencia Internacional, como las naciones con menos percepción de corrupción en el mundo. No, no basta con la honestidad de quien podría dirigir a una nación; se requieren planes, proyectos, que inhiban la corrupción, que la acoten y, sobre todo, que la castigue con todo el peso de la ley. ¿Cuál es el proyecto de López Obrador en esto? Quizá únicamente él podría saberlo. La gente no, sólo sabemos que va a barrer las escaleras de “arriba hacia abajo”. Mientras tanto, la sola la amenaza con romper con el sistema que ha blindado a la corrupción en el Gobierno de Peña Nieto le ganó, en buena medida, estar a la cabeza en las preferencias electorales.

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