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México: los empresarios se convierten en la oposición en la sombra a López Obrador frente a todas las encuestas

Daniel Lizárraga

Desde 1988 no se avistaba una derrota tan catastrófica para el Partido Revolucionario Institucional (PRI). En aquella ocasión, derrotaron al candidato de la naciente izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas, gracias a un fraude electoral cuyas dimensiones aún se recuerdan. Ahora, 30 años después, no únicamente perderán la Presidencia de México sino que, además, podrían quedar reducidos a su mínima expresión en la Cámara de Diputados así como en el Senado de la República y perder la mayoría de las nueve gubernaturas en juego.

La fuerza política que llevó a Enrique Peña Nieto a la residencia oficial de Los Pinos se desmorona. A un mes de las elecciones –programadas para el domingo 1 de julio- la distancia que ha tomado el izquierdista Andrés Manuel López Obrador parece inalcanzable. La última encuesta publicada por el diario Reforma le ha dado una ventaja de 52% contra un 26% de Ricardo Anaya, el derechista de “Por México al Frente”.

Lejos, estancado en la tercera posición se encuentra José Antonio Meade, del oficialista PRI con apenas un 19%. En México no existe la segunda vuelta electoral por lo que, hasta el momento, la elección presidencial perecería estar ya definida a favor de López Obrador, a menos que ocurriera algo inesperado que pusiera las cosas de cabeza.

Este fin de semana, la revista Rolling Stone puso en su portada al candidato de la izquierda mexicana bajo el título: “Así se ve AMLO, preocupación empresarial e ilusión popular”. Se trata de un dibujo con trazos fuertes y pronunciados. El rostro del abanderado de la coalición “Juntos Haremos Historia” esta dividido: la mitad con un gesto sonriente y claro, mientras que la otra parte muestra un semblante oscuro, amenazante.

La revista plasmó así el ambiente que prevalece en México durante los últimos días. Los nuevos adversarios de López Obrador ya no están dentro de los partidos. Los empresarios han iniciado una ofensiva en su contra, sobre todo en redes sociales y dentro de sus propias compañías, tildando al puntero de las encuestas como un hombre que llevará a México al despeñadero por su talante populista y un estatismo que, desde su perspectiva, representaría un gran salto hacia atrás. 

El segundo hombre más rico de México, el multimillonario Germán Larrea dueño de Grupo México –que aglutina concesiones mineras, ferroviarias y carreteras-  envió una carta a sus empleados para advertirles de que su dinero no es producto de la corrupción y dijo estar preocupado por las propuestas tendentes a la estatización de compañías, lo que significaría, a su juicio, un modelo ineficiente como se ha demostrado en Venezuela, Argentina, Cuba y en la Unión Soviética.

Héctor Hernández-Pons Torres, director general de Grupo Herdez –una multinacional de la industria de alimentos y bebidas- también entregó una carta a cada empleado recordando épocas difíciles con los ex presidentes Luis Echeverría y José López Portillo cuando vivíamos con lastres como devaluaciones e inflación.  Otro empresario, José Ramón Elizondo, director de Grupo Vasconia –dedicado a la venta de artículos de cocina en México, Centroamérica y Estados Unidos- incluso grabó un video anunciando que ya han limitado contrataciones, inversiones y gastos ante el temor de que pueda llegar un gobierno populista.

Los empresarios se han cuidado de no mencionar en sus cartas y mensajes el nombre de López Obrador a fin de no ser acusados ante las autoridades electorales de alguna irregularidad. En México está prohibido que las compañías intervengan en las campañas. No obstante, ello no ha sido obstáculo para que ahora estén convertidos en una especie de oposición sin registro oficial. ¿Hasta dónde puede realmente influir la voz de los empresarios?

Hace unos días, Ricardo Monrreal uno de los coordinadores regionales de campaña de López Obrador aseguró que hubo una reunión entre algunos de los representantes del Consejo Mexicano de Hombres y Mujeres de Negocios –al cual pertenecen los dueños de las compañías más poderosas de México- con Peña Nieto para pedirle que detenga a López Obrador y propusieron que el candidato oficial, José Antonio Meade, declinara a favor del candidato de la centro-derecha, Ricardo Anaya.

Según esta versión, Peña Nieto se negó porque eso sería tanto como darle sepultura al PRI y, en todo caso, les sugirió que Anaya se uniera a la campaña de Meade. Hasta el momento, en la residencial oficial de Los Pinos no han desmentido este pasaje que habría sucedido el pasado 17 de mayo.

López Obrador ha dicho que se acabarán los privilegios de estos poderosos hombres de negocios a quienes ha calificado como una minoría rapaz, anclados en lo que él ha llamado “la mafia del poder”.

En medio de esta disputa, el diario El Financiero publicó este lunes por la mañana –tiempo de México- una nueva encuesta: López Obrador 50%, Anaya 24%, Meade 22% y Jaime Rodríguez 4% (candidato independiente).

La presión hecha por los empresarios parece no rendir los frutos esperados por ellos mismos. Según estas últimas cifras, si en teoría se unieran Anaya y Meade, tampoco alcanzarían al líder en las preferencias electorales: juntos llegarían el 46%.

Su preocupación podría aumentar durante las próximas horas. En esa misma encuesta –así como en otras que se han difundido en los últimos días- ha crecido la posibilidad de que la izquierda también tenga la mayoría en la Cámara de Diputados, así como en el Senado de la República. “Carro completo”, le han dicho en la jerga política mexicana cuando un partido se lleva todo. Esto podría pasar con el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

López Obrador –quien también apareció en la portada de las revistas Proceso y Nexos el fin de semana pasado- no tendría contrapesos significativos en el Poder Legislativo, lo que en términos de una democracia estable sería un riesgo.

Los empresarios y López Obrador se enfrentan en un ambiente adverso. Donald Trump, se ha negado a firmar el Tratado de Libre Comercio firmado entre México, Canadá y Estados Unidos.

Trump ha enrarecido más el ambiente cuando hace unos días anunció medidas arancelarias del 10% para las importaciones de alumino y de 25% para el acero. México respondió con una medida similar sobre productos provenientes de suelo estadounidense como lámparas, paletas de puerco, embutidos, manzanas, uvas, quesos, entre otros productos alimenticios. Una guerra comercial, como la han calificado los especialistas.

Los empresarios y López Obrador chocan en un momento complicado para la economía mexicana. Ambos, cortos de miras, no pueden avistar lo que vendría después del 1 de julio. En redes sociales, en los restaurantes, en cualquier encuentro los patrones siguen en la línea de que todavía pueden derrotar al candidato de la izquierda.

Nadie podría asegurar al ciento por ciento que el triunfo de López Obrador es un hecho. Lo único seguro ha sido este ambiente de tensión y, desde luego, la derrota del PRI.

Los empresarios incluso han protestado públicamente, a través de desplegados en los diarios, por los ataques del candidato de la izquierda. No obstante, han sido poco autocríticos cuando los tentáculos de la corrupción golpean las puertas de su gremio. Un ejemplo: Carlos Perlata Quintero, presidente ejecutivo y director general del Grupo IUSA, es el rey de los medidores de luz.

Este amigo de Peña Nieto es el gran ganador de las licitaciones que ha realizado la Comisión Federal de Electricidad para comprar miles de watthorímetros o contadores eléctricos. Su método consiste en participar en los concursos con dos empresas que simulan ser competencia. En los últimos cinco años, bajo este engañoso mecanismo, las compañías ligadas a Peralta han obtenido contratos que en conjunto ascienden a algo más de 654 millones de dólares.

Cuando se publicó esta investigación los empresarios guardaron silencio. No hubo una sola condena pública, mucho menos una exigencia a las autoridades para que sancionaran estos actos de corrupción.

Desde luego no se pueden hacer generalizaciones como lo ha hecho López Obrador. No todos los dueños de empresas importantes han incurrido en conductas ilegales, pero quienes presumiblemente sí han caído en ello, gozaron del silencio de sus colegas. Peor aún: el mismo personaje, Carlos Peralta sigue ganando licitaciones.

Sus silencios y sus omisiones también forman parte del hartazgo de la gente contra el PRI. Su peor adversario político, López Obrador, ha usado el tema de la corrupción como una de sus principales banderas de campaña. Según él, acabará con este problema de tajo; eso estará por verse. Lo cierto es que el empresariado nada a contracorriente y la playa a la que pretenden llegar con sus arengas se ve muy lejos.

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