El Ebro, un río altamente hormonado
Según un informe elaborado por Ecologistas en Acción en los ríos españoles, el Ebro vuelve a presentar altos niveles de contaminación. En concreto, en la Demarcación del Ebro se detectaron en 2016 un total de 21 de las 37 sustancias analizadas. Las que aparecen con mayor frecuencia son los herbicidas terbu- tilazina, metalocloro y el insecticida prohibido lindano y sus isómeros. La mayoría de esas sustancias son disruptores endocrinos.
Las concentraciones detectadas de lindano y clorpirifós, fueron muy elaboradas en el año 2016, superándose en ocasiones la concentración máxima admisible.
Efectos de los plaguicidas en el medio ambiente
Hoy en día se sabe que los plaguicidas son tóxicos para los organismos vivos diferentes a las plagas objetivo. Se convierten en agentes tóxicos a largo plazo, que se acumulan con frecuencia en ciertos órganos de los seres vivos, debido su dificultad para degradarse. Generan por tanto elevados costes de salud y ambientales.
Además, una vez aplicados sobre los cultivos, una parte de los plaguicidas permanece en las cosechas y llegan hasta nuestros alimentos.
El uso de plaguicidas pone en riesgo la calidad de las aguas en las zonas cercanas a los campos de cultivo ya que estos compuestos se transportan a través del agua y la atmósfera (deriva de plaguicidas) y contaminan tanto las aguas superficiales como las subterráneas. Incluso en algunos casos, los insecticidas se aplican directamente sobre las masas de agua (por ejemplo, para controlar las poblaciones de mosquitos).
En cuanto a las aguas superficiales, la concentración y el tipo de plaguicidas detectados dependen de varios factores como la estación del año, las propiedades físicas y químicas del compuesto (solubilidad en agua, la persistencia o vida media o la capacidad de retención en el suelo) y otros factores como por ejemplo, la topografía del terreno y la frecuencia de la lluvia. Todos estos factores hacen muy difícil predecir el destino de un plaguicida en el medio acuático y su bioacumulación en general, y mucho más difícil conocer el destino de todos los plaguicidas utilizados en los campos y áreas públicas.
Una vez en el agua, los plaguicidas y sus metabolitos se vuelven biodisponibles para los organismos acuáticos expuestos a través de la piel, agallas y por la alimentación, y dependiendo de su solubilidad, se bioacumulan en sus tejidos. Los organismos expuestos pueden ser consumidos tanto por animales silvestres como por los seres humanos. A su vez los peces y mariscos contaminados con plaguicidas son una fuente de exposición para mamíferos pequeños, aves y otros animales salvajes además de para los seres humanos. Por lo tanto, el uso de plaguicidas cerca de las aguas superficiales somete a un elevado riesgo al ecosistema acuático, a sus especies y a los organismos que dependen de él.
Hoy en día, existen normas sobre el uso de plaguicidas para proteger la salud de las personas que trabajan en la agricultura así como la de las personas consumidoras y el medio ambiente.
Efectos de los plaguicidas en la salud humana
La peligrosidad para la salud humana de los plaguicidas también es bien conocida. Los envenenamientos por plaguicidas, en particular en países en vías de desarrollo, sigue siendo un grave problema de salud. En algunos países los fallecimientos por envenenamientos superan a los causados por enfermedades infecciosas. Debido al uso masivo de estas sustancias, las y los agricultores, sus familias y las poblaciones de áreas rurales están expuestas rutinariamente a plaguicidas.
Además, la continua exposición de toda la población a mezclas de bajas concentraciones de plaguicidas presentes en los alimentos, el agua y el aire está relacionada con el incremento de importantes daños a la salud y enfermedades. En este sentido, se puede hablar de problemas de salud reproductiva (ejemplo: infertilidad, malformaciones congénitas), tumores y otras enfermedades en órganos hormono-dependientes (mama, próstata, testículo, tiroides), enfermedades metabólicas (diabetes, obesidad), enfermedades inmunológicas y alteraciones en el desarrollo del sistema neurológico, entre otras, según advierte un estudio reciente de la Organización Mundial para la Salud (OMS).
Un grupo de sustancias plaguicidas especialmente preocupantes para la salud humana y para los ecosistemas son aquellos capaces de alterar el sistema hormonal, conocidos como disruptores endocrinos o contaminantes hormonales (EDC por sus siglas en inglés). Los disruptores endocrinos interfieren la acción natural de las hormonas, alteran el equilibrio hormonal y pueden alterar la siología a lo largo de la vida de un individuo, desde el desarrollo fetal hasta la edad adulta. Si la alteración se produce durante la formación de órganos, por ejemplo, durante el desarrollo fetal, puede dar lugar a malformaciones, patologías o enfermedades irreversibles. Algunos EDC pueden producir cambios epigenéticos, esto es, modificaciones en la expresión de los genes que se pueden transmitir a los descendientes, dando lugar a efectos adversos en hijos o nietos de individuos expuestos.
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