El preciosismo salvaje de Raven Jackson

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La heterogeneidad es una de las premisas de festivales como el de San Sebastián. La diferencia entre unas piezas y otras, componen un collage que contiene retazos para todos los gustos y enriquecen la opción de visionar películas que, de otra forma, no llegaríamos a ver.

Más cercana a la poesía y al arte de la introspección que al cine convencional, Todos los caminos de tierra tienen sabor a sal, de la estadounidense Raven Jackson, adquiere la categoría de aquellos trabajos que requieren de la paciencia de las personas serenas con capacidad para la abstracción y la búsqueda del más nimio detalle.

La cineasta capta de manera microscópica la naturaleza salvaje de un paraje extraordinario de Missisipi que funciona como marco para mostrarnos pequeños retazos de la vida de una mujer, de niña a adulta. Momentos compartidos con los seres más queridos, el detalle de una mano acariciando, el cálido abrazo de una hermana, un baño con mamá o la mirada del amante y amado.

Un aluvión de sensaciones y sentimientos captados hasta la mínima expresión. Sin duda una película que necesita de un minimalismo exquisito para ser disfrutada en su justa medida.

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