Detienen a una cooperante americana en Jerusalén
SHEIK JARRA (Jerusalén Este)
Han pasado tantas cosas estos días que no me da tiempo a digerirlas. Ni siquiera a retenerlas. En la manifestación contra la expulsión de las familias palestinas de sus casas (en total 54 personas en la calle) en Sheik Jarrah, detuvieron a varios compañeros, y a una de ellas la golpearon. Estas familias son refugiadas del 48. Expulsión tras expulsión, abuso tras abuso, llueve sobre mojado.
La barriada de Sheik Jarra fue construida por la UNWRA (Agencia de la ONU que se dedica exclusivamente a los refugiados palestinos) para alojar a las familias palestinas victimas de la Nakba (en árabe significa el desastre, se refiere a las consecuencias que tuvo para los palestinos la creación del estado de Israel) y ahora se produce la expulsión de estas familias y Naciones Unidas no hace nada.
Las últimas dos noches he estado en la barriada de Sheik Jarrah. Las familias desalojadas siguen en la calle. Primero, porque no tienen donde ir, segundo, como modo de protesta. Arrestaron a un francés por tomar fotos a una de las casas ocupadas por colonos en Sheik Jarrah, cortaron el acceso, se llenó de policías y soldados. Únicamente dejaban pasar a esa parte del barrio a los colonos y a palestinos que demostraran vivir allí. A un joven un policía le empujó de malos modos, pero no pude grabarlo. Es tan triste, tan injusto. Estas familias se quedan en la calle. Es un hecho y no hay vuelta atrás. Los colonos entran y salen. Hay policía en la puerta a todo el rato para protegerles. Pero, ¿quién protege a las familias palestinas de ellos?
LA SEÑORA AL KURD Y EL SEÑOR HANNOUN
Una joven vecina cuya familia también tiene orden de evicción, me cuenta cómo su abuelo tenía un vecino judío y eran buenos amigos. El problema es el sionismo, este estado creado artificialmente al servicio de obscenos intereses. Me cuenta cómo le paran en los check points soldados para preguntarle de dónde viene y a dónde va y ni siquiera saben dónde están. No conocen la zona porque vienen de Rusia o Egipto. Cree que si Israel no recibiera apoyo económico y militar de países occidentales no se saldría con la suya. Me emociona reencontrarme con la señora Al Kurd. El año pasado cuando me marché todavía no habían expulsado a su familia. Ahora los colonos llevan ya tiempo en su casa y su marido murió al poco tiempo después de tanta batalla, de un ataque al corazón; un corazón que soportó demasiado para terminar perdiendo y no pudo seguir latiendo a este ritmo de cinismo e injusticia.
Dormimos en la acera, las familias nos traen té para desayunar. Uno de los palestinos me trae una manta para que no coja frío. Me produce un profunda ternura.
Esta mañana Al Jazeera estaba haciendo una entrevista al señor Hannoun (miembro de una de las familias desalojadas) y la policía les ha impedido seguir grabando. No quieren testigos. Se oye a alguien decir que no se trata de casos aislados, se trata de Jerusalén. Se están apropiando ilegítimamente de Jerusalén.
Una compañera con pasaporte americano de origen egipcio sigue en prisión, seguramente la van a deportar. La detuvieron ya en una ocasión en Sheik Jarrah y tenía prohibido volver. Se arriesgó y la volvieron a detener. La convivencia con las familias allí es muy intensa. Es difícil no volver y más cuando tu supuesto crimen es luchar contra acciones injustas. Espero que no la golpeen como a otra compañera de Dinamarca.
Como siempre, esto no es nada comparado con el trato que reciben las palestinos. Nuestra compañera de Dinamarca nos dijo que lo peor fue ser testigo de ello. Como animales. No me gusta ahondar en su herida pero, a veces, en alguna conversación con ellos, surgen experiencias de torturas, de esposas, de encierros en habitaciones minúsculas en las que a penas caben, desnudos, golpeados en todas las partes del cuerpo, chorreados con agua fría.
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