Los centros riojanos en el exterior se reinventan para atraer a gente joven

Los centros riojanos en el exterior se reinventan para atraer a gente joven

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Cuando las comunicaciones no eran lo que son ahora y volver a La Rioja desde cualquier punto suponía un largo viaje, los centros riojanos en el exterior se convirtieron en un punto de encuentro para los emigrantes. Allí podían juntarse y recordar la tierra con añoranza. Sin embargo, hoy en día (antes de la pandemia), es fácil llegar a La Rioja y mantener el contacto con amigos y familiares. Esas necesidades ya no existen y, en consecuencia, este tipo de centros han tenido que reinventarse para atraer a otro tipo de público y conseguir que haya relevo generacional.

Y es que, en muchos de estos centros la media de edad superar los 60 años. “Antes de los años 80, la gente que vivía aquí no tenía coche y no había buenas vías de comunicación. A mí me ha llegado a costar hasta cinco horas ir a Logroño, pero ahora voy en dos horas y cuarto. Entonces la gente sentía nostalgia de La Rioja y eso les unía”, explica José Félix Zárate Zabala, presidente del Centro Riojano de Cantabria.

Zárate lamenta que el centro llegó a contar con 240 socios pero hoy este número se ha reducido hasta 116. “Ha habido un bajón paulatino, una sangría en los últimos diez años”, lamenta.

Al igual que en Cantabria, en el Centro Riojano de Madrid, que este año celebra el 120 aniversario de su fundación, la edad media es elevada, aunque el hecho de que su presidente, José Antonio Rupérez, sea una persona joven ha contribuido a bajar la media. Ahora se pasan por esta sede, ubicada en un lugar privilegiado en pleno Barrio de Salamanca, gente de todas las edades y de distintas comunidades.

“Hemos conseguido dar un aspecto de más juventud y en la junta directiva hay gente de 60, 50, 40 o 30 años. Aquí la gente joven también tiene cabida”, concluye Rupérez.

Una de las claves es conseguir que hijos y nietos sigan acudiendo al centro riojano. En San Sebastián lo tienen claro y han apostado por la gastronomía como nexo de unión con otras generaciones. La Casa de La Rioja de Gipúzcoa, fundada como Círculo Riojano de San Sebastián en 1913, cuenta más de 500 socios de todas las edades. Su secreto para atraer a la gente ha sido impulsar “la gastronomía como cultura de socialización”.

Este centro también es sociedad gastronómica, lo que hace que “mucha gente joven, además de por el aspecto cultural de mantener las tradiciones de tus padres o abuelos, se apunte para ir a un lugar a disfrutar de unas patatas con chorizo con amigos”.

En el extranjero, sin embargo, todavía es una asignatura pendiente llevar hasta los centros riojanos a los más jóvenes. Las tradiciones y el folclore no atraen a las nuevas generaciones y la mayoría de socios en los centros de Argentina son personas mayores, que luchan por mantener vivo el recuerdo de sus antepasados y de su tierra.

No ocurre lo mismo en Chile, donde sí cuentan con socios jóvenes que forman parte de sus grupos de baile y coro o su equipo de fútbol. Son hijos o nietos de emigrantes que han participado en el centro riojano “desde chiquitos y muchos se han casado con gente del grupo y sus hijos siguen vinculados al centro”.

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