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Los muertos que descansan en Yuso y Suso

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Los Monasterios de Yuso y Suso no sólo fueron el lugar del que salieron los primeros testimonios escritos de romance española y euskera, las valiosos glosas emilianenses. En su interior también descansan héroes y santos milenarios, venerados a lo largo de los siglos. La periodista Nieves Concostrina hace inventario de estas tumbas en su sección 'El acabóse' del programa de RNE 'No es un día cualquiera'.

Si San Millán no se llega a enfadar, no podríamos estar hablando de la historia de la lengua castellana”

La tumba más emblemática es, sin duda, la del monje Emiliano, más conocido como San Millán. De hecho, los dos monasterios son fruto de “un cabreo”. “Si San Millán no se llega a enfadar, no podríamos estar hablando de la historia de la lengua castellana”. Y es que el monje discutió con otros clérigos y decidió formar una comunidad eremita junto a otros monjes en unas cuevas, donde luego se construyeron los monasterios, Patrimonio de la Humanidad desde 1997.

Cuando murió, en el año 574, fue enterrado en el hueco de la roca donde había vivido, explica la periodista. Sus huesos fueron trasladados 500 años más tarde a una urna en el altar mayor del Monasterio de Yuso y después el rey García IV se los quiso llevar a Nájera. Sin embargo, una vez cargados los restos de San Millán en un carruaje tirado por bueyes, los animales se pararon y decidieron no continuar, con lo que se interpretó que el santo deseaba permanecer allí y el rey decidió construir un nuevo monasterio: Suso.

No obstante, Concostrina apunta que esta historia de los bueyes se escribió 200 años después de que comenzara la construcción, con lo que forma parte más del imaginario popular que de la historia.

LOS SIETE INFANTES DE LARA

No es la única tumba relevante que acogen los Monasterios. También conservan los sarcófagos de los 7 Infantes de Lara, aunque no está clara su existencia. Su leyenda, situada en el último cuarto del siglo X, tuvo un éxito considerable en la Castilla de la Edad Media. Según ella, los siete hermanos, hijos del noble Gonzalo Gustioz, fueron decapitados tras ser capturados por los musulmanes en una emboscada.

Como detalla Concostrina, los monasterios de San Millán de la Cogolla y San Pedro de Arlanza discutieron al afirmar que conservaban dichas sepulturas, pero en el siglo XVI el abad del monasterio riojano, fray Plácido de Alegría, abrió los 7 sarcófagos y certificó su autenticidad, al encontrar 7 cadáveres descabezados.

Estos se encuentran en el monasterio de Suso, mientras que las cabezas de los infantes están en la iglesia de Santa María de Salas de los Infantes.

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