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ENTREVISTA | Experto que asesora al Ayuntamiento de Madrid

José María Ezquiaga: “La ciudad pos-COVID será la ciudad posautomóvil”

El arquitecto José María Ezquiaga. / Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid.

Sofía Pérez Mendoza

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José María Ezquiaga (Madrid, 1957) fue el director del plan estratégico de Alberto Ruiz-Gallardón para transformar el centro urbano en 2011. Poco después de presentarse, el exalcalde fue nombrado ministro de Justicia y las inversiones sufrieron un parón con la crisis. Casi una década más tarde, el experto -también exdecano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid y cargo público de Urbanismo con gobiernos socialistas en el Ayuntamiento y la Comunidad- forma parte del grupo de expertos que asesora al equipo municipal de José Luis Martínez-Almeida en las políticas de desescalada a nivel local y en la transición hacia otro modelo de ciudad tras la epidemia. 

El Ayuntamiento ha contado con usted para el grupo de expertos para diseñar la desescalada a nivel local y la progresiva vuelta a la normalidad de la ciudad. ¿Han empezado ya a trabajar? 

El grupo está dando sus primeros pasos. Ya nos hemos conocido y vamos a empezar sistemáticamente a trabajar. Ya participé en un grupo parecido durante el mandato de Alberto Ruiz-Gallardón para pergeñar el futuro de Madrid más vinculado a la arquitectura y el urbanismo. Este es más interdisciplinar con una decena de profesionales. Hoy [por el miércoles] tenemos otra reunión.

¿Qué propuestas va a llevar a esa mesa de trabajo?

Voy a poner encima de la mesa los temas más relacionados con el urbanismo. Los asuntos de espacio público, relacionados con los usos del suelo, la movilidad, la vivienda...  Lo más inmediato es realizar una estrategia ordenada de gestión del espacio público pensando en que pueda ser duradera. Es para todos evidente que, en esta situación de desconfinamiento gradual, las franjas horarias de deporte y paseo son esenciales para la vida de la ciudad. Pero se está produciendo una congestión en las calles y se hace difícil hacer compatible el disfrute con paseo seguro. Por eso es urgente redimensionar calles y espacios públicos.

¿Ha sido un acierto o un error no abrir las zonas verdes? Madrid ha ido a la contra de la tendencia de la mayoría de las ciudades con el argumento de la “prudencia”.

Creo que se deben abrir con urgencia porque se están produciendo procesos de congestión y de no guardar las distancias en el entorno de los parques. Lo evidencio cada tarde. Se ocupan carriles de tráfico porque hay conflicto entre deportistas y peatones. La situación, en todo caso, se ha debido a que no ha habido coordinación entre las medidas del Gobierno y de las administraciones locales. Abrir los parques no es decir: mañana se abren. Hay un ejército de empleados que tienen que poner a punto esos parques. Es un problema más bien logístico entre las fechas de apertura de desescalada. Ahora habrá que ver si se pueden abrir todos. Es casi imposible vigilar la Casa de Campo. Así que debe hacerse con un dispositivo un poco exhaustivo de vigilancia y con una organización inteligente. 

Los peatones, ante la falta de espacio, tomaron la calzada espontáneamente. ¿Es una primera muestra de lo que está por venir en Madrid y en otras ciudades en la época pos-COVID?

Espero que sí. Todos somos peatones pero también eventualmente conductores. Todos somos ciudadanos de a pie ahora más que nunca. Y para todos el automóvil resulta en esta circunstancia un elemento agresivo y hostil. Hay que tomar la expresión de este deseo público para convertirlo en una política global de privilegio del peatón ahora que se pasea más en la vida cotidiana. Ya no es solo un problema de confort sino de hábitos saludables. 

¿Qué hacemos con los coches?

Es prioritario sacar ordenadamente el automóvil del espacio urbano. Ya no es solo el problema de las emisiones, que preocupaba mucho al Gobierno anterior. Soy partidario de incorporar una estrategia más global para que el centro deje de ser un gran aparcamiento de vehículos privados limitándose el aparcamiento y sacando de la superficie los vehículos de residentes dándoles la alternativa de aparcamientos subterráneos o en ámbitos ajenos al barrio. Esto si se hace deprisa y mal va a generar conflicto social. En este sentido creo que habría que ampliar Madrid Central y evolucionar hacia el modelo de supermanzanas en todo el interior de la M-30. Siempre va a haber ejes que soporten tráfico de paso. Gran Vía, pese a que se restringió el tráfico, no se ha convertido en una calle fluida. 

Una de las primeras decisiones del nuevo Gobierno fue la reversión de la peatonalización parcial de la calle Galileo. Ahora Almeida ha anunciado que retoma el modelo de Carmena para hacer peatonales durante los fines de semana algunas calles como el Paseo del Prado, Hortaleza o cascos históricos de barrios. ¿Es contradictorio o el síntoma de un cambio?

Refleja un cambio de mentalidad del público. El problema de Galileo es que fue conflictivo. Una parte estaba a favor y otra parte en contra. Creo que en la ciudad se resuelven los conflictos con la negociación. Se tenía que haber tenido la paciencia de haber juntado a partidarios y detractores. Y no hacer un todo o nada. Tiene que aprender cualquier administración. Siempre que han peatonalizado han mejorado los comercios pero siempre se han movilizado los comerciantes. La clave de hacer muchos 'galileos' es que los vecinos lo perciban de otra forma. 

¿Las prioridades del Ayuntamiento ahora, entonces, son otras?

La pandemia y esta crisis está replanteando muchas cuestiones de la vida. Va a dar mucha más voz a las personas que no utilizan pero que sufren la presencia del automóvil. Este elemento, imprescindible en nuestra cultura, ya no va a ser el elemento privilegiado de la ciudad. La ciudad pos-COVID será la ciudad posautomóvil. Pero las medidas tienen que ser consensuadas. En la ciudad los cambios desde arriba son poco duraderos. El autor debe olvidarse y las decisiones fundamentarse en consensos sólidos. Parte de la reacción a las medidas de Carmena para restringir al tráfico se produjeron más por el cómo que por el qué. Había impaciencia en la materialización de los resultados. 

Al margen de esto, veo una maduración de los gestores municipales de los momentos primeros de este mandato a los actuales respecto a las medidas sobre el coche y también en general. Un cambio de actitud positivo en la representación máxima y en la oposición inteligente y constructiva. El Ayuntamiento ahora no es un espacio de gran confrontación y eso es buena señal. 

¿Estamos en una disputa por el espacio público?

Lo más importante es que se incremente el espacio público en disposición de peatones y ciclista. Y que se haga organizadamente. Es perfecto que el Paseo del Prado vuelva a ser peatonal los días de fiesta [como avanzó el alcalde, José Luis Martínez-Almeida]. Pero es más interesante que las calles más estrechas donde no cabe ni una silla de ruedas tengan espacio. No es solo poner una señal de prohibido aparcar y mañana se quita y no hay espacio de nuevo. Hay medidas que pueden ser temporales pero muchas deben ser permanentes. 

¿Y cómo se pueden conciliar ampliar las aceras con mantener espacios suficientes para los peatones? 

No todas las terrazas se van a poder ampliar en la misma condición. Si se amplía el espacio público en la misma proporción de las terrazas es factible. Si no, no. Es fácil  que los hosteleros de la Plaza Mayor abran sus terrazas con más espacio, pero no tanto que un bar del casco antiguo en una calle no muy ancha pueda hacerlo. Además, hay quien lo ve como un conflicto de empresarios y residentes. Normalmente siempre hay conflicto porque las personas que viven en esas calles quieren tranquilidad, y es lógico. Pero también la hostelería es una de nuestras señas de identidad y una fuente de seguridad dentro de la recuperación de la calle.

El Ayuntamiento está estudiando sacar barras de los bares a la calle. ¿Comparte esta idea? 

Se podría considerar que los bares pudieran abrir terrazas en lugares no inmediatos a su negocio. Cercanos a parques, por ejemplo, como se hace en fiestas. Que en las zonas de las Vistillas, por ejemplo, pueda tener terraza un bar que esté en calles próximas. Para el asunto de bebidas es más sencillo, pero no tanto para comidas elaboradas. El sector hostelero es muy sensible. Las medidas de seguridad tienen que ser máximas en toda la cadena de preparación de alimentos, en la relación entre los operarios... Si no la gente no irá. Lo que debe mantenerse por delante, en todo caso, es que los lugares elegidos sean aquellos donde no hay conflicto con los peatones. 

¿Y usar las bandas de aparcamiento para terrazas? Era otra opción que planteó la oposición y que el Ayuntamiento estaba barajando.

No es tan fácil. Algunas calles si se peatonalizan del todo pueden admitir mesas. El Ayuntamiento tiene que estar pendiente del equilibrio de lo que desean los vecinos, que quieren tranquilidad, y los clientes. 

En los días de confinamiento, con los desplazamientos limitados, hemos echado mano de lo que teníamos más cerca. Tiendas, supermercados de barrio, ayuda de vecinos... ¿La ciudad del futuro es una ciudad de proximidad y no mastodóntica?

Con esta crisis hemos visto que el barrio es muy importante y muy resiliente. Todo está a distancia peatonal: la farmacia, el mercado municipal, el centro de salud… frente a otras cartografías que obligan a coger el coche para ir a por el pan porque no tienen comercio de proximidad. En Madrid tiene que hacerse una apuesta radical por la mezcla de usos. En los barrios debe haber, primero, habitantes. Y también actividad económica y equipamientos de ocio. En esta organización tiene que protegerse la vivienda habitual frente al dominio de otros usos alternativos. Ahora la vivienda turística no tiene salida. Es una lección del mercado interesante. Si no se cuida la presencia de las viviendas para residentes permanentes el libre mercado las sacará de algunas zonas por completo. No puede ser el sálvase el que pueda.

¿La COVID-19 puede dejar, como único legado positivo, ciudades más amables? 

Serán más amables en la medida de que seamos más sensibles. Y ahora lo estamos siendo. La epidemia ha visibilizado que todo espacio potencialmente público es valioso. Hay que recuperar solares cerrados, rincones, y acondicionarlos. Es necesario que en cada célula de la ciudad se puedan encontrar microespacios que puedan tener el papel de zonas comunes y verdes. Ahora no necesitamos solo grandes parques sino un lugar donde puedas sencillamente sentarte. Ojalá esto nos sensibilice sobre que la ciudad es para todos y sobre que cada segmento de población tiene necesidades. Y que no nos preguntemos por qué van a poner bancos aquí si yo no los uso. Espero que la sensibilidad que hay ahora no se pierda.

Dirigió el plan estratégico de Gallardón para la transformación del centro urbano en 2011 que se quedó en el aire cuando se marchó al Ministerio de Justicia. Y luego vino la crisis. ¿Esta crisis, la de 2020, va a obligar a la mayor transformación de Madrid de la historia? 

En esa etapa el soterramiento de la M-30 drenó todos los recursos públicos y quedó pendiente la rehabilitación del centro urbano que necesita miles de millones de euros. Ahora están saliendo a la luz pública cuestiones que habían quedado invisibles. Por ejemplo, la mala calidad de muchos viviendas. Eso lo ha puesto de evidencia el confinamiento: patios diminutos, sin balcones ni ventanas exteriores, donde no se puede ventilar para garantizar una correcta higiene. La crisis ha revelado que hay que renovar viviendas que están en condiciones inaceptables de habitabilidad. Y lo primero que tiene que hacer el Ayuntamiento es sacarlas del mercado inmobiliario. 

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