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Primeras visitas de familiares a las residencias: “¿Te acuerdas lo que te contaba de China? Pues llegó a Madrid”

Juan Colilla, de 84 años y superviviente de la COVID-19, recibe la primera visita de un familiar desde que comenzó el confinamiento.

Marta Maroto

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“No te puedes acercar, Carmelo. No he venido antes porque he estado encerrada en casa”. Pilar Sanz, de 80 años, se ha puesto sombra de ojos para ir a ver este lunes a su marido, después de casi tres meses confinado en una residencia de ancianos. La entrada en la Fase 2 de la desescalada ha permitido la esperada reapertura en la Comunidad de Madrid.

Solo un familiar con cita previa, visitas de media hora y dos metros de distancia separados, a poder ser, por una pantalla de metacrilato. Lavado de manos al entrar y al salir, y no está permitido quitarse la mascarilla, incluso aunque el familiar no reconozca quién ha venido a visitarle.

Estas son las líneas básicas del protocolo que la Comunidad de Madrid impone a las residencias de mayores y que dio a conocer el viernes. Cada Gobierno autonómico ha elaborado uno distinto para la Fase 2, y este lunes en gran parte de Cataluña y toda Castilla y León se repetirán estas imágenes de reencuentro entre familiares.

Carmelo Carrascosa, de 80 años, dejó de hablar cuando la enfermedad atacó sus cuerdas vocales. Pero Pilar lo hace por los dos. “¿Te acuerdas lo que te contaba que estaba pasando en China? Pues llegó a Madrid. Vine un día y ya no me dejaron entrar”, recuerda. Al otro lado de la pantalla transparente, su compañero asiente mientras ella relata más de dos meses “horribles, horribles”.

A varios metros de distancia, Isabel Sánchez, de 94 años, apenas identifica el nombre su hija. En ese mismo asiento, media hora después, una mujer se desespera porque su tía no la recuerda. Tres meses de aislamiento son una eternidad para el alzheimer.

Antes de entrar, los familiares han tenido que rellenar un formulario en los que se pregunta si han pasado la enfermedad o si han estado en contacto recientemente con algún positivo y han podido contagiarse. Además, en esta residencia del sur de Madrid, Orpea San Blas, se toma la temperatura al entrar y al salir.

No se han permitido las visitas a personas que hayan desarrollado síntomas en los últimos 14 días, y está prohibido tocarse o acercarse a menos de dos metros si no hay una barrera física de por medio. En el caso de residentes con problemas cognitivos, los trabajadores del centro sí pueden incumplir estas medidas, algo que en esta primera ronda ha sido necesario en varias ocasiones.

Apoyado en un andador, Juan Colilla sonreía a su hija mientras se aproximaba desde el pasillo. “A ver, a ver la distancia de seguridad”, bromeaba. Estuvo ingresado por la COVID-19, pero ahora dice encontrarse bien. Conversa sobre las videollamadas con su familia, sobre los libros que ha leído en estos meses de aislamiento y sobre cómo le ha crecido el pelo.

La semana que viene vendrá a visitarle otro de sus hijos. El protocolo de la Consejería de Sanidad solo permite un familiar por residente en cada visita y establece que preferiblemente sea siempre el mismo. “Para que sea más sencillo controlar el acceso y trazar un posible rebrote”, explica Ángel Fernández, director del centro.

No todas las residencias han abierto este lunes. Para ello la Comunidad exigía que no hubiera habido casos de COVID-19 en los últimos 14 días: un mínimo de personal, es decir, que no haya más de un 25% de la plantilla de baja: que haya material sanitario disponible; y que el hospital de referencia tenga camas libres.

En plena crisis del Gobierno regional por la filtración de correos electrónicos en los que desde la Consejería de Políticas Sociales se advertía a la de Sanidad de que no trasladar a los ancianos contagiados a hospitales, tal y como se había ordenado, supondría su muerte en “condiciones indignas”, y después de perder a más de 6.000 personas en las residencias, los centros creen que hasta que no se complete la desescalada no podrá visitarse a los mayores sin estas estrictas medidas sanitarias y recuperar el contacto físico. “Sigues igual que siempre, Carmelo. Acuérdate que tienes que beber mucha agua”, se despide Pilar de su marido hasta la próxima semana.

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