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La película que retrata Malasaña en 1978: un barrio en fiestas y en lucha, niñas y mitin de Tamames en el Dos de Mayo

Dos fotogramas de 'Niños, niñas (Malasaña)'

Diego Casado

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Julio de 1978. Madrid. Después de un largo viaje en tren desde Barcelona, dos franceses llegan a la capital para retratarla en una película que se va fijando en calles poco turísticas, buscando lugares en los que se respire vida vecinal. Acaban llegando a un lugar del centro de la capital que no conocen, al que dedican parte de su grabación. Han desembarcado en Malasaña.

Por aquella época este céntrico barrio de la capital celebraba las fiestas de Santiago, en torno al 25 de julio. En la grabación se observan atracciones, coches de choque, casetas de feria y pancartas, muchas pancartas. La mayoría reivindicaban la pervivencia del barrio, en contra del plan para derribar medio Malasaña y construir en su lugar una Gran Vía Diagonal hasta la Colón. “Fiestas de Santiago por un barrio habitable”, decía un cartel firmado por la Asociación de Vecinos de Amaniel-Noviciado. “Exigimos locales para el pueblo”, anunciaba otro de la Liga Comunista Revolucionaria. “Organización Revolucionaria de Trabajadores saluda al barrio de Malasaña”, ponía una tercera pancarta, situada al lado de una rifa.

El autor de la grabación es el cineasta Joseph Morder y el nombre de la película es Niños, niñas (Malasaña), de algo más de media hora de duración. La escena descrita en el anterior párrafo se la encontró Morder cuando salía del Teatro Barceló, que por aquel entonces tenía programada una obra de Fernando Arrabal. “Fuimos a la fiesta y ahí empezó todo, descubriendo la lucha contra los proyectos inmobiliarios que querían destruir las casas del barrio”, recuerda en conversación con este periódico. “Estaban todos los grupos de izquierda allí juntos, los maoístas, los anarquistas, troskistas...”.

Las imágenes mostradas en la película con el título de Malasaña, barrio en lucha fueron rodadas con dos cámaras Super 8, en un solar hoy ya desaparecido entre las calles Beneficencia y San Mateo, que ahora ocupa el instituto de la zona. En sus muros medio derruidos las asociaciones anunciaban las fiestas veraniegas y advertían sobre los peligros que la especulación podía traer al lugar en el que residían. “Malasaña, barrio vivo”, rezaba otra pintada.

Moder, que por aquel entonces lucía un llamativo bigote, comenzó a vivir allí su mayo del 68 personal, descubriendo un país que florecía después de la dictadura, en el que encontraba más libertades que en su propia patria. Le acompañaba su amigo Dominique Delcourt, con el que se había planeado hacer una película a modo de diario, pero grabada en dos planos proyectados a la vez, en los que se suceden escenas costumbristas y retratos de un barrio que hoy, 45 años después, poseen gran valor al conservarse muy pocos testimonios filmados de aquella época. De la Malasaña de finales de los setenta se observan muchos lugares ahora irreconocibles. Un cartel anuncia la construcción de un edificio en San Bernardo 64, en una calle atestada del tráfico de seats 600. En los cercanos cines Palafox proyectan El monosabio, de José Luis López Vázquez.

Aparece niños jugando al fútbol, niñas paseando, comiendo un helado, en columpios de metal y sobre parques de tierra. Viendo el espectáculo de la cabra en la Plaza de España. La grabación se completa con escenas grabadas en el Retiro, con un concierto en su quiosco, músicos callejeros y paseantes. Hay carteles electorales de Suárez por las calles de Madrid, la Puerta del Sol está llena de coches y se anuncia una velada de boxeo en el campo del gas con Dum Dum Pacheco como principal estrella. Morder y Delcourt se suben a los trenes aparcados en las vías muertas de Príncipe Pío, en la arena de la plaza de toros de Las Ventas.

Una visita en busca de Carlos Saura

“Íbamos grabando niños y niñas porque ese iba a ser el hilo conductor”, explica el autor a Somos Malasaña sobre el título de la película, en una conversación que tiene lugar a escasos días de que se proyecte la cinta en el Museo Reina Sofía. Un pase excepcional que tendrá lugar este sábado 27 de mayo, con entrada libre. Durante la charla Morder confiesa cuál era en realidad el motivo del viaje: “Vine a Madrid en busca de Saura, para entrevistarle por una investigación universitaria sobre las influencias literarias y teatrales en su obra”, comenta. Alguien le había facilitado un teléfono y pensó que podría intentar encontrar al famoso cineasta español si viajaba hasta la capital de España. Así que se metió junto a su amigo Dominique en un autobús hasta Barcelona y allí cogieron un tren hacia Madrid.

Todo el trayecto fue grabado a dúo a modo de diario, con dos cintas en sendas cámaras que luego se montaban en paralelo y constituyen la original narración de Niños, niñas (Malasaña). “Filmábamos como dos turistas, a la gente no le llamaba la atención porque muchos extranjeros teníamos la Super 8 en esa época, aunque nosotros rodábamos historias de vecinos”, explica sobre la naturalidad de las imágenes tomadas, algunas de ellas obra de Marisol y Eladio, dos amigos que hicieron en Malasaña y a los que les prestaron las cámaras en algunos momentos.

“Sin saberlo, estábamos haciendo una cosa nueva, aunque no era nada intelectual ni reflexionado. Solo hacíamos una película con dos pantallas. Nos salió bien porque estábamos preparados para ello”, comenta Morder, quien desvela que la grabación fue el principio de su idilio con España y con Madrid, ciudad a la que lleva volviendo desde entonces casi cada año. Se ha convertido en un viaje habitual porque considera la capital como un segundo hogar: “En Madrid me siento en mi casa, me siento feliz. Es una sensación que no me ocurre tan a menudo en París”, dice sobre esta última ciudad, donde reside desde hace 60 años.

Joseph Morder (Trinidad y Tobago, 1949) se define como judío tropical. Hijo de familia polaca, nació en territorio francés en el Caribe y vivió su infancia y juventud en Guayaquil (Ecuador). “Soy muy europeo y a la vez muy latinoamericano, por eso Madrid es la síntesis de todo, estás en España pero a la vez te encuentras en muchos lugares. Puedes poner tu propia identidad dentro, es una ciudad completamente abierta”, dice el director, sonriente.

Película rescatada y único pase en el Reina

Las imágenes de la película estaban guardadas en cintas analógicas y apenas se habían proyectado hasta ahora. Pero la curiosidad de un estudioso del cine, Adrián García Prado, ha permitido su rescate y digitalización. Este estudiante de Archivo de la Elías Querejeta Zineskola, cuyo proyecto de máster se basaba en la obra de Morder, descubrió en una de sus conversaciones con el cineasta la existencia de la película, que le mostró en París. Adrián recibió la ayuda de la escuela durante un año para trabajar sobre la obra de Morder, parte de la cual llegará digitalizada este sábado al auditorio del museo, en un pase especial comisariado por el propio Adrián.

El Reina Sofía ha programado tres sesiones para mostrar juntas por primera vez sus tres películas sobre la ciudad -la citada Niños, niñas (Malasaña) (1978), L’Été madrilène [El verano madrileño, 1978] y La Gran Vía de Rita Jones (1996)-, del sábado 27 al lunes 29. A los pases acudirá el propio Joseph Morder, que será protagonista de un pequeño coloquio junto a Adrián. La música de la película sobre Malasaña -sin sonido original en casi toda su duración- la pondrá Javi Álvarez, artista audiovisual que ha compuesto una banda sonora original para el filme, que interpretará en directo.

A poco de este evento, el cineasta francés revela que al final de su viaje consiguió entrevistar a Carlos Saura -aunque no sale en la película- y se declara feliz de que su obra se muestre en pantalla grande y haya sido digitalizada. “Es una recompensa, un alivio y una tranquilidad el saber que la película me va a sobrevivir, gracias a Adrián y al trabajo de toda la gente que se ha implicado”, valora Morder que, una vez pasados todos estos años años, considera que la proyección “pertenece a la gente de Malasaña y de Madrid”.

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