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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

La difícil vida de los expropiados del Paseo de la Dirección: cuando una excavadora derriba por sorpresa parte de la finca donde vives

Luis de la Cruz

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El área del Paseo de la Dirección, en Tetuán, es desde hace años un barrio en reconstrucción. Sus calles quedaron paralizadas durante mucho tiempo, atascadas en el barro de unas obras inacabadas después de que Dragados –encargado de su urbanización y de realizar los realojos– lo dejara todo levantado, y de que los sucesivos ayuntamientos no hayan sido capaces de aportar soluciones a la altura de la deuda moral adquirida con los vecinos.

Es un barrio cuya reconstrucción sucede a tres velocidades diferentes. Por un lado, la velocidad a la que han subido las 25 plantas de las torres Skyline, al final de Capitán Blanco Argibay, símbolo visible desde todo el distrito del cambio socioeconómico del barrio. A menor velocidad transcurre el tiempo para la mayoría de los vecinos. La urbanización de las calles avanza más lenta de lo que sería conveniente y la previsión del comienzo de las obras del nuevo polideportivo y la escuela infantil –los únicos servicios previstos de momento– no se ha conocido hasta hace unos días. Parece que, por fin, comenzarán a finales de año o principios de 2023. Elecciones obligan.

Por último, existe un grupo de personas para las que el tiempo transcurre de forma totalmente diferente. Hay cosas que han sucedido muy rápido –sorpresiva y abruptamente, incluso– y otras que en cambio se han dilatado demasiado en el tiempo, hasta el punto que no todas se han solucionado completamente. Son los vecinos expropiados y realojados.

El pasado jueves, 16 de junio, una vecina lanzaba un grito de ayuda a través de las redes sociales: “Están derribando parte de la finca 192, Travesía de Pando. Con gente dentro.” Al tuit le acompañaban fotografías del brazo de una excavadora amarilla golpeando los muros de las naves del edificio donde vive Marisa, la persona que hacía pública la advertencia.

Preguntados por Somos Tetuán, desde Desarrollo Urbano afirman que la intervención “en una pequeña porción de la parte trasera de la nave” obedeció a evitar el peligro de colapso derivado de su falta de mantenimiento. También afirman que la nave es independiente del edificio en el que aún vive gente, que hay distancia entre ambos y que se ha vallado la zona, por lo que no existe peligro de acceso a la finca.

El edificio de Travesía de Pando 2 (parcela 192 del ámbito) está compuesto por ocho viviendas y tres naves (estas expropiadas y cerradas entre los años 2012 y 2014). De los ocho vecinos, han sido realojados cuatro en uno de los edificios construidos a este efecto en la calle Aligustre, tres no fueron realojados por distintas razones y otros –la familia de Marisa– firmarán la escritura del nuevo piso el próximo día 22 y entregarán las del actual el día 6 de julio. Por lo tanto, en el edificio hay cuatro pisos habitados en diferentes casuísticas.

Según nos cuenta Marisa, la vecina que vive sus últimos días en la que ha sido su casa familiar durante años, la secuencia de los hechos que acabó con una máquina tirando parte de la nave del edificio fue la que sigue bajo estas líneas.

El pasado martes acudieron al edificio técnicos municipales acompañados de la Policía Municipal para entregar la notificación de desalojo a los habitantes de uno de los pisos ocupados, que debía producirse dos días después. En este momento revisaron el inmueble e identificaron dos viviendas ocupadas. El jueves por la mañana volvieron con orden judicial, pero la persona que debía ser desalojada no estaba. Siguieron visitando la finca e identificaron una nueva vivienda ocupada. En realidad, el Ayuntamiento tenía conocimiento de que la situación legal de estas viviendas es la de ocupación, según figura en documentación oficial a la que ha tenido acceso este medio.

Sobre las nueve de la mañana y mientras Marisa se estaba preparando para ir a trabajar, se escuchó el ruido de una excavadora. A la propietaria, en principio, no le extrañó, dado que se estaban haciendo labores de limpieza en un solar cercano. Sin embargo, enseguida se percató de que la pala estaba acometiendo el derribo de la esquina de los talleres del edificio. El oído no le había traicionado a Marisa, pues la excavadora empleada era la misma contratada para la limpieza de los solares, detalla. Procuró entonces que alguno de los presentes le diera explicaciones y su abogada intentó, sin éxito, hablar con el Área de Urbanismo. Ante la falta de respuestas llamó a los bomberos, a la Policía Nacional e incluso interpuso una denuncia en el juzgado. A pesar de que nadie parecía dar importancia al derribo ni explicaba nada a la vecina, de repente algo detuvo el derribo y dejó la demolición de la nave a medias. “Algo similar sucedió en Cantueso 36 con anterioridad, encontraron que había viviendas ocupadas a la entrega de llaves y arrancaron de cuajo el portal y dos casitas”, cuenta Marisa.

Aunque Desarrollo Urbano afirma lo contrario, lo cierto es que no hay separación entre el edificio y las naves: el derribo parcial ha dejado vanos al descubierto que permitirían entrar en el inmueble, aún habitado, con relativa facilidad. ¿Dieron los responsables la orden de dejar de derribar al darse cuenta? No lo hemos podido confirmar pero, en todo caso, las naves llevan años en una situación parecida y el Ayuntamiento ha decidido derribarlas días antes de que la última vecina expropiada, su marido y su hijo abandonen el edificio, y con otras personas viviendo dentro.