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Prueba del Ford Fiesta Active microhíbrido: el encanto de la sencillez y la tecnología justa

Ford Fiesta Active.

Pedro Urteaga.

En un momento en que la tecnología es cada vez más abundante -y parece casi artículo de ley- en los automóviles, resulta un placer sentarse al volante de un modelo sencillo, dicho esto en el mejor de los sentidos, como el Ford Fiesta. No afirmaremos que los coches de hoy adolecen de exceso de tecnología, y mucho menos que el Fiesta carece de nada que pueda considerarse imprescindible, pero sí que en ocasiones la profusión de todo tipo de dispositivos convierte la conducción en una experiencia estresante o, al menos, menos grata de lo que puede ser.

Por no divagar demasiado, nos referimos al hecho de que en muchos vehículos, de lujo y no tan de lujo, haya que navegar por menús y submenús para desactivar el sistema que nos avisa de que estamos pisando la línea que delimita nuestro carril, uno de los dispositivos más molestos según opinión muy extendida entre los conductores. En el Fiesta basta con pulsar el extremo del mando que acciona los intermitentes para desconectarlo (lo mismo para volverlo a poner en marcha), y no es necesario hacerlo cada vez que arrancamos el coche, como ocurre en la mayoría de los modelos del mercado.

Más ejemplos del buen juicio que impera en este Ford. En la parte baja de la consola central encontramos un enchufe de 12V y una toma de USB (¿que podrían ser dos?: bien) sin necesidad de hacer contorsionismos o de ir a buscarlos en el interior del apoyabrazos… Por supuesto, mandos separados -fuera de la pantalla central- para el equipo de sonido y para la climatización, lo que no supone renunciar, en la versión que hemos probado, a calefacción en los asientos delanteros y también en el volante. Vamos, que gadgets no faltan, solo que están dispuestos con criterio.

En el cuadro de instrumentos, junto a los dos relojes tradicionales, un completo ordenador de a bordo con información de la distancia recorrida, la autonomía y los consumos instantáneo y medio: poco más se puede pedir salvo tal vez la velocidad media, aunque no creemos que un usuario medio la reclame.

Y un último detalle que casi entra en la esfera psicológica, pero que no por ello deja de ser relevante y hasta pedagógico, como es que el velocímetro está limitado a 220 km/h -lo que ya es bastante margen para un coche que solo alcanza los 203 km/h- y dispuesto de tal modo que al circular a 120 km/h la aguja ya se encuentra en una posición claramente inclinada a la derecha, es decir, ya da sensación de velocidad, cuando en otros coches se siente la tentación inconsciente de seguir pisando el acelerador.

Los puristas de la tecnología, y/o de los interiores limpios, echarán de menos quizá un freno de mano eléctrico, pero a nosotros no nos molesta una palanca como la del Fiesta que es pequeña y está enclavada muy a la mano del conductor.

Hecho este elogio de la sencillez bien entendida del utilitario de Ford, pasemos a detallar las peculiaridades de la unidad de pruebas, equipada con una motorización microhíbrida de 125 CV, que lleva consigo la etiqueta Eco de la DGT, y encuadrada dentro de las versiones Active disponibles tanto para el Fiesta como para el Focus. Este último puede llevar tanto esta variante mild hybrid como otra de 150 CV, pero la primera es la única posible en el Fiesta.

El acabado Active, de corte campero, incluye una carrocería 18 milímetros más alejada del suelo y una serie de elementos exteriores que han popularizado los SUV, como las protecciones de plástico negro en los pasos de rueda, barras en el techo y taloneras de color metálico. Por dentro cambian las tapicerías, de diseño específico, y detalles mínimos como el color de las molduras.

Buenas prestaciones y consumo muy contenido

Más allá del distintivo ambiental, importante sobre todo para los habitantes de grandes ciudades, el sistema de hibridación ligera del Fiesta ofrece asistencia al bravo pero pequeño motor de gasolina 1.0 y ayuda a reducir el consumo, que en nuestra prueba ha rondado unos parcos 5,3 litros/100 km. El conocido bloque EcoBoost empuja con firmeza suficiente para desplazar los 4 metros y menos de 1.200 kilos del coche de manera satisfactoria, como demuestra el dato de aceleración de 0 a 100 km/h, de 9,4 segundos.

Solo conviene estar atento a no engranar antes de tiempo la 6ª velocidad de su cambio manual; el largo desarrollo de esa relación hace que, a 100 km/h, el motor gire a apenas 2.000 vueltas, donde carece prácticamente de fuerza, así que es mejor incrementar ligeramente el régimen antes de retirar la 5ª.

La palanca de cambios presenta un manejo suave y de recorridos moderados. La marcha atrás se selecciona a la derecha de la 6ª, lo cual exige del conductor un mínimo periodo de adaptación, especialmente si está acostumbrado al otro emplazamiento habitual de esa velocidad: a la izquierda de la 1ª.

En cuestión de comportamiento, el Active es ágil en el tráfico urbano y aplomado en carretera, aunque un poco menos que las versiones convencionales del Fiesta, más pegadas al pavimento. Con sus llantas de 17 pulgadas, sobre las que se montan neumáticos 205 mm de sección y 45 mm de flanco, el guiado resulta notablemente preciso, en tanto que la suspensión es tirando a firme sin que llegue a pecar de molesta.

Al volante se puede elegir entre cinco modos de conducción: los habituales Eco, Normal y Deportivo, más uno específico para firme resbaladizo y un quinto indicado para circular por pista, que para eso deberían servir los 18 mm de altura extra de esta versión.

Del interior debemos destacar, junto con el orden y el tino ya mencionados de la instrumentación en general, la relativa amplitud de las plazas traseras, donde un viajero de 1,80 metros de estatura disfruta de la suficiente altura y distancia hasta los respaldos de los asientos delanteros. El maletero, de 311 litros, lo podemos situar en la media de la categoría, como ha sido habitual en este clásico fabricado en Almusafes (Valencia) entre 1976 y 2012.

No podemos concluir sin hacer la necesaria referencia al precio del modelo, 19.200 euros, que sobre el papel se antoja algo elevado para un vehículo del segmento B. Hay que tener en cuenta, eso sí, los aditamentos del acabado Active y la tecnología microhíbrida que aquí se incorporan, además de los beneficios -unos cuantificables y otros no tanto- del distintivo ambiental Eco.

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