Nos estamos quedando sin médicos, en España en general y en Murcia en particular. El problema no se limita a mi especialidad, la Psiquiatría, donde a la falta de profesionales contratables se une una actitud timorata del Servicio Murciano de Salud a la hora de sacar contratos para los psiquiatras en paro, sino que se extiende a múltiples especialidades.
Resulta especialmente preocupante la situación en Atención Primaria, el pilar sobre el que se asienta el conjunto del sistema asistencial y cuyo colapso puede derribar toda la estructura. La pandemia de COVID-19 ha golpeado fuerte en primaria, donde los médicos han tenido que asumir la carga de rastrear los contactos de los casos infectados. Además, la extensión de la atención telefónica, en detrimento de la presencial, ha deprivado a los profesionales del contacto humano que necesitan para poder sostenerse en su trabajo. Esto ha ocasionado importantes repercusiones emocionales, que considero ligadas a las bajas laborales que se observan actualmente en este colectivo. También estamos viendo a médicos que optan por jubilaciones anticipadas ante la dificultad de continuar con su labor.
La pérdida de profesionales no está pudiendo ser cubierta mediante la contratación de otros médicos, al no haber suficientes sustitutos para atender las necesidades del sistema. Esto se está manejando haciendo que un mismo médico atienda dos consultas a la vez, lo que no sólo supone una pérdida importante de la calidad de la atención a los pacientes, sino un desgaste de los profesionales que acaba repercutiendo en más bajas y jubilaciones.
La causa principal de la falta de médicos es una mala planificación, al no haberse adecuado la formación de profesionales a la avalancha de jubilaciones prevista para estos años, aunque también hay otros factores. El mal trato institucional a los médicos ha provocado una fuga de profesionales, que han optado tanto por continuar con su profesión en otros países, como por abandonarla.
Resulta embarazoso protestar por las condiciones laborales de los médicos cuando hay tantos gremios en circunstancias aún peores, pero lo que está mal está mal, y el mal de muchos no alivia a nadie.
Hay algunas prácticas ligadas al trabajo de los médicos que nunca he logrado entender, algunas de las cuales ya he mencionado en este Diario. Otra de ellas es la realización de “guardias” de veinticuatro horas de duración.
La jornada laboral de los trabajadores de cualquier gremio tiene una duración limitada en el tiempo. La función principal de esto es permitir que los obreros puedan tener una vida más allá de su trabajo, a diferencia de los esclavos de épocas pasadas. Además, desde el punto de vista productivo, es necesario que un trabajador descanse para poder desempeñar sus funciones adecuadamente cuando las reanude. Esta necesidad de descanso ha sido tenida en cuenta incluso para los esclavos, cuyos dueños comprendían, en la mayoría de los casos, que no era beneficioso forzarlos más allá de sus capacidades.
El trabajo de los médicos resulta emocionalmente demandante. Requiere tomar decisiones, cuyas consecuencias son muy graves, a partir de información insuficiente y con gran rapidez. El riesgo de error está siempre presente. Incluso cuando las decisiones son adecuadas, los resultados dependen en parte del azar, lo que hace que tanto profesionales como pacientes convivan con la incertidumbre y con la amenaza de la catástrofe.
El trato con pacientes sufrientes requiere una cercanía y accesibilidad emocional (en cuyo desarrollo no se suele formar a los médicos) que no son fáciles de mantener, y cuyo abandono no sólo perjudica a los enfermos, sino que repercute gravemente en el propio bienestar de los profesionales.
El cansancio dificulta, o llega a imposibilitar, el desempeño adecuado de todas estas funciones, lo que repercute en daño a pacientes y profesionales. Como decía antes, no logro entender que alguien piense que es posible realizar estas tareas sin cansarse durante veinticuatro horas seguidas y con deprivación de sueño. El que se permita a los médicos parar para comer y para cenar y, con suerte, hasta dormir unas horas por la noche alivia, pero no resuelve el problema. Tampoco logro entender que la reorganización de las guardias no constituya una de las reivindicaciones habituales de los médicos, que sí se movilizan para pedir más tiempo por consulta para atender a cada uno de sus pacientes o mejoras económicas.
En cualquier caso, las condiciones laborales del ejercicio público de la medicina (y no hablo del privado) han contribuido poderosamente a la fuga de profesionales que empeora la crisis actual del sistema sanitario.
En general, a la opinión pública le importan poco las condiciones laborales de los médicos. Igualmente, los médicos prestan poca atención a las condiciones de otros gremios. Cada uno se mira su propio ombligo y deja pasar todo aquello que no le afecta directamente. Total, ¡es sólo Checoslovaquia!
0