El comportamiento humano busca refugiarse en seguridades que nos aparten de los miedos que provocan la incertidumbre y aquello que escapa a nuestro control. Ante situaciones novedosas o imprevistas entramos en una cierta tensión o stress; entramos en crisis. Se atribuye a Brecht la reflexión de que una crisis se produce cuando lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no acaba de morir. Por eso no es arriesgado afirmar que el sistema político español está en un período de crisis profunda.
Una crisis profunda que se evidencia en el tiempo en que estamos tardando en formar gobierno; incluso unas terceras elecciones siguen sin descartarse de forma oficial. Asimismo, en el espacio de la izquierda se abre un profundo debate sobre la forma de equilibrar realidades y promesas. Algo que es notorio en el PSOE, pero también, de forma subrepticia, en Podemos. En el seno del centroderecha, el PP ha perdido un tercio de su electorado a favor de Ciudadanos. Por otro lado, una mayoría social de catalanes plantea otra relación con España. Todos ellos son datos precisos de la crisis política en que nos hayamos.
Nuestro viejuno sistema político fue fraguado en la llamada Transición de donde se salía de un período dictatorial. Se construyó un sistema basado en una fuerte partitocracia que colonizaba todos los espacios institucionales. Un sistema político binario donde sólo cabían, en la centralidad, dos opciones (PSOE-PP). Un sistema asentado en una organización de partidos muy verticalizada, muy jerárquica. No se cerró la ordenación territorial porque el miedo al golpismo lo imposibilitó. No es que este sistema fuera perverso por naturaleza; simplemente fue el que se construyó atendiendo a unas condiciones históricas determinadas y a unas demandas ciudadanas prioritarias que hoy son otras.
Hoy tenemos un paisaje político morfológicamente diferente. Si los partidos políticos quieren operar sobre ese terreno tendrán que cambiar sus cartas de navegación. Y son los partidos clásicos los que más dificultad tienen en adaptarse dada la inercia de cualquier organización. Esto es, la incapacidad que tienen los cuerpos de modificar por sí mismos el estado de reposo o movimiento en que se encuentran.
No estamos en un momento lampedusiano donde algo tiene que cambiar para que nada cambie. Estamos en un momento crítico donde es necesario formular otras formas y otros contenidos a las nuevas demandas políticas. Nuevas demandas políticas que engarzan con un nuevo modelo social. El modelo de Bienestar Social fraguado en la inclusión social a través de empleo está agotado. Ello provoca que la desigualdad se acreciente y la exclusión se agrande.
Así pues, aquel que en estos momentos busque seguridades políticas y sociales está apañado. Churchill afirmó que la política debiera ser aburrida porque debía de ser predecible, controlable y esperable. En estos momentos no es el caso. Se avecinan tiempos políticos convulsos; los que estamos viviendo acaban de empezar. Se podrá intentar retrasar el cambio, se podrá mantener durante un tiempo esquemas anteriores pero la crisis se acabará y lo nuevo se impondrá. Ante ello, la mejor guía política es la de escuchar a la ciudadanía, a las bases sociales; dialogar con ellas. No olvidemos que, en última instancia, la política debe ser socialmente útil. Para ello, hay que elevar a la categoría política de normal, lo que a nivel de calle es plenamente normal. ¿Les suena?
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Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.
