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Vivir un terremoto en el Everest y poder contarlo

Un campamento durante una expedición al Cho Oyu, en Tibet / Foto: Javier Camacho.

Garikoitz Montañés

A Javier Camacho Gimeno (Zaragoza, 1971), la tragedia del terremoto de Nepal le pilló en el campamento base del Everest. Entonces, este funcionario informático de profesión y montañero como aspiración, intentaba hacer la ascensión al Lohtse, que con sus más de 8.500 metros de altura es la cuarta montaña más alta de la Tierra. El primer temblor, pequeño, le pilló sobre las 12:00 horas en la tienda de campaña. La nieve y el hielo lo amortiguaron. Pero, a los pocos segundos, oyó el ruido, vio una luz muy grande y se dio cuenta de que la montaña “se venía abajo”. Su reacción fue ponerse las zapatillas y salir corriendo: “Logramos parapetarnos tras un montículo de piedras y hielo. Pasaron unos 14 segundos cayendo nieve, y pensamos que nos quedábamos ahí, que un alud nos iba a cubrir”.

Camacho, residente en Pamplona desde hace 15 años, tuvo la mala suerte de vivir aquella experiencia, y la buena de poder contarlo, como hará este jueves (a partir de las 19:30 horas) en una charla organizada por el Ayuntamiento de Pamplona en Civivox Condestable. A apenas 700 metros del lugar en el que lo vivió, hubo una veintena de fallecidos y más de un centenar de heridos. Poco después, ayudó a trasladar a personas heridas a un hospital de campaña, habilitado gracias a una expedición comercial, y, seis días después, tuvo que ser evacuado por las heridas que sufrió durante el proceso. El Centro Nacional de Operación de Emergencia nepalí informó recientemente de que, aquel 25 de abril, murieron por el terremoto 8.199 personas y 17.867 resultaron heridas.

El seísmo se produjo a apenas un día de que la expedición de la que Camacho formaba parte subiera al campo 2. La noche anterior, este montañero, ganador de más de una decena de premios de fotografía nacionales e internacionales, había realizado diversas tomas nocturnas, de larga exposición, de las tiendas de campaña. Aquel entorno, entonces, parecía mágico. Ese tipo de paisajes son los que recoge en el proyecto Mountain Dreams, compuesto de diversas instantáneas en las que se muestra la naturaleza en todo su esplendor, esa que parece brillar cuando apenas se ha visto afectada por el paso del ser humano.

Este montañero aragonés reconoce que esta proyección de instantáneas le ayuda a explicar por qué sigue yendo a la montaña, un lugar tan bello como trágico, donde un montañero como él puede resultar “insignificante” en comparación con el entorno. En comunidades como Aragón, Navarra o Euskadi igual cuesta menos explicarlo, por su tradición montañera; de hecho, durante 2014, estas zonas encabezaron los lugares en los que dio alrededor de 15 charlas, su principal vía de financiación para poder volver a la montaña, afrontar un nuevo reto, y un nuevo riesgo. “Mi mujer y mi familia (Camacho es padre de dos niños, de tres y 6 años) están acostumbrados. Y es verdad que te puede pasar algo en cualquier sitio”. En el caso del terremoto, llevaba consigo un teléfono satélite que le permitió confirmar con rapidez que estaba ahí, lo que ayudó a reducir la “angustia” de sus más allegados.

“Si no lo veo claro, me vuelvo”

A través de su blog, Camacho además pudo relatar varios de sus pasos clave en esta experiencia. Ahora, reconoce que le cuesta pensar en la siguiente. “A menudo, nada más volver, ya estás pensando en subir otra”, apunta, pero en este momento admite que no es así por el coste económico (carece de patrocinadores, y por ejemplo subir al Everest supera los 20.000 euros) y, también, el mental. Empezó en la montaña prácticamente con 8 años, ha pasado por las cumbres de 3.000 metros de altura, ha probado en los Alpes, Alaska y Perú, ha viajado por más de 40 países y ha conquistado cuatro de las siete cumbres más altas de los continentes; pero, siempre, “si no lo he visto claro, me he vuelvo”. De hecho, de sus seis expediciones hacia un 8.000, ha logrado hacer cumbre en una, el Cho Oyu (8.201 metros). Siempre, eso sí, sin oxígeno artificial ni sherpas de altura. Pero, subraya, su familia ha sufrido mucho; y parece decirlo como si sus familiares hubieran sido parte de cada expedición.

Ahora, ha sido invitado a participar en un congreso sobre fotografía en Pakistán, y se plantea hacer las maletas de nuevo. Esas imágenes son, para Camacho, una forma de parar el tiempo, “que lo diluye todo”, y reflexionar sobre lo visto; para el resto del público, representan un pasaje para llegar a zonas que “probablemente, no van a ver nunca”. Recordándolo, este montañero se contradice, y, al final, afirma que “quién sabe” cuándo volverá a la montaña: “Ahora mismo no siento la necesidad como otras veces, pero igual dentro de un año…”.

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