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El Raso, de matadero a sepultura “digna”

Familiares de los represaliados, antes de devolver los restos a la sima / Foto: José Javier Sáenz García de Albizu.

Garikoitz Montañés

Los familiares de las personas represaliadas en El Raso (Urbasa, Navarra) en 1936 siguen cerrando sus heridas. Diez personas fueron encontradas en este punto y nueve de ellas han sido identificadas, de las que ocho han sido enterradas en este punto, por decisión de sus familias. La historia en torno a esta sima se escribirá ahora de otra manera.

Este pasado domingo, día 28, en el centro escolar amescoano, en Zudaire, se celebró un acto privado, sin representación institucional y centrado en las víctimas (acudieron unas 100 personas), aquellas que fueron asesinadas en este entorno y los familiares que, según relatan desde la organización, sufrieron esa pérdida el resto de su vida; a ellos y ellas se les explicó cómo surgió la investigación de esta zona, en otoño de 2011, en principio para certificar que en la sima había tres cadáveres: los de Balbino Bados, Gregorio García y Balbino García de Albizu. Sin embargo, durante la exhumación, en marzo de 2013, se descubrió que no había tres cuerpos, sino diez.

Se trataba de hombres de diferentes orígenes y oficios, pero todos pertenecían a la UGT. Así, en el acto celebrado en Zudaire, también se pudo conocer de la mano del equipo investigador forese (de la Sociedad de Ciencias Aranzadi) los resultados de la exhumación y de las pruebas: con ellas se pudo certificar que todas las muertes se produjeron por arma corta, de un único disparo en el cráneo, salvo tres víctimas en las que hubo dos; que los cuerpos no cayeron accidentalmente a la sima, ya que eso habría dejado señales de caída; y que hubo perros que devoraron parcialmente los restos y que, por cierto, tampoco llegaron a la sima por casualidad.

Algunos de estos detalles ya se habían desvelado a lo largo del proceso, pero este acto sirvió para cerrar una de las etapas de esta investigación: “Ahora pueden hablar de ello con menos lágrimas”. De hecho, según relata uno de los familiares, Balbino García de Albizu, nieto de uno de los fusilados, con su mismo nombre, los familiares también quisieron ver los restos y recuperaron algunos de los objetos encontrados junto a ellos. Después, técnicos de Aranzadi volvieron a depositarlos en la propia sima. Fue, por tanto, una reinhumación. La decisión no es la habitual en este tipo de procesos, pero se trata, según reconoce García de Albizu, de convertir un lugar que fue usado como un matadero en una sepultura.

Los restos de esos represaliados descansan junto a una lápida que, según el historiador Roldán Jimeno Aranguren, puede ser el monumento más antiguo (con 50 años de vida) en memoria de unos republicanos en Navarra. Y, además, la decisión se ha tomado porque se trata de un lugar de fácil acceso, donde los restos pueden conservarse de forma óptima, y porque se ha logrado dar la vuelta a la historia: esas víctimas descansan ya donde lo han decidido sus familias.

Se trata de Clemente Araña, Narciso Artola, Balbino Bados, Gregorio García, Paulo Garciandía, Andrés González, Antonio Maiza y el ya mencionado Balbino García de Albizu. Pero el listado de personas identificadas en la sima lo completa también Joxe Urbizu, que no ha sido reinhumado aquí sino en Zegama (Gipuzkoa), donde el pasado 7 de junio recibió un homenaje, y la décima persona, la única que sigue sin tener nombres y apellidos y en cuya identificación se sigue trabajando.

Las actuaciones pendientes

Por ello, aún faltan pasos por dar en torno a El Raso. El lugar está sellado y los trabajos realizados ya se han notificado al mapa de fosas de Navarra, pero también cabe recordar que tanto ayuntamientos de la zona como familiares adelantaron el dinero necesario (alrededor de 10.500 euros) para realizar las pruebas de ADN a los restos, y ese gasto ha sido reclamado de nuevo al Gobierno Foral, que en enero de 2015 lo denegó.

García de Albizu confía, precisamente, en que el nuevo Gobierno Foral (siguen las negociaciones entre Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e I-E para darle forma) se involucre en las cuestiones de memoria histórica y cumpla la ley foral en este ámbito, que plantea que este tipo de investigaciones sean costeadas por las arcas forales. García de Albizu, por su parte, continúa trabajando en la redacción de un tomo de su serie (Conociendo el pasado amescoano) que se centrará en la represión que hubo en la zona (y, en concreto, en la que tuvo lugar en la sima, en el capítulo titulado El matadero de Urbasa) y defiende que ahora se ha dado un paso importante: “Hemos devuelto la dignidad a la sima”. Lo siguiente, con ese libro, será “devolver la memoria y la dignidad a los que allí murieron”.

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