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Familias ‘empantalladas’: no solo los niños pasan demasiado tiempo conectados

Foto: Pexels

Lucía M. Quiroga

Al hablar de crianza y educación, una de las preocupaciones recurrentes es la exposición de niños y niñas a la tecnología: cuánto tiempo pasan conectados al móvil o al ordenador, a qué contenidos acceden, qué tipo de personas pueden contactarles desde el anonimato... Pero, ¿y los padres? ¿Qué tipo de relación tenemos con la tecnología y cómo impacta esto en nuestras familias?

El 38% de los madres y padres españoles se siente adicto al móvil, y la mitad consideran que se relacionan menos con sus familias por estar “empantallados”. Eso les hace sentirse mal: un 80% asegura que se sienten culpables por no prestar suficiente atención a sus hijos. En España, donde hay una media de 1,6 hijos por familia, hay 3 teléfonos móviles por hogar. Lo que significa que todos los miembros de la familia tienen smartphone. Estas son algunas de las conclusiones del estudio “Familias hiperconectadas: el nuevo panorama de aprendices y nativos digitales”, presentado por Qustodio, una app de control parental que ha entrevistado a 3.600 familias en España, Inglaterra y Estados Unidos.

El estudio, que incluye de muestra a 1.200 familias de nuestro país, busca radiografiar el impacto de la tecnología en los hogares. Aunque se centra en el móvil como dispositivo principal, también tiene en cuenta el uso de ordenadores, smart tv, tablets y videojuegos. El resultado apunta a que los hogares están “hiperconectados”: cuentan con una media de tres teléfonos móviles, aunque en un 10% de las casas hay cinco o más dispositivos. Los padres pasan de media más de 3 horas al día conectados, mientras que los niños de entre 5 y 11 años no llegan a las dos horas. En el caso de adolescentes entre 12 y 17 años, la media asciende a casi tres horas diarias.

Diálogo entre generaciones

“A pesar de estos datos, la mayoría de los padres no están especialmente preocupados, no entienden que es un problema y una responsabilidad”, asegura Manuel Bruscas, encargado de presentar el estudio. Y continúa: “Como padres, tenemos que asumir la responsabilidad del bienestar digital de la familia; establecerlo como un elemento básico de bienestar de nuestros hijos e hijas, igual que la alimentación o el sueño. Es parte de nuestro deber”. El bienestar digital se explica en el estudio como un concepto abierto, basado en la concienciación sobre el uso de la tecnología, la protección y el cuidado dentro de las relaciones familiares y el fomento de una convivencia sana.

El foco no puede estar colocado solo en los niños y niñas ni en el tiempo de conexión. Por un lado, hay que revisar la relación de los padres con la tecnología: cuánto tiempo pasan nosotros conectados, si eso resta atención a los niños cuando estamos en familia y qué tipo de contenidos consumimos los adultos. Y por otro, hay que establecer diferencias entre la calidad y la cantidad del tiempo que pasamos mirando una pantalla: “No es lo mismo que nuestros hijos se pasen tres horas en Youtube porque han encontrado manuales para aprender a tocar la guitarra, que estar tres horas viendo vídeos que contienen violencia”, asegura Bruscas.

Además, los niños son nativos digitales, “asumen la tecnología como algo natural, como un todo” pero no son expertos: necesitan que sean los adultos los que les pongan límites. Y esos adultos son aprendices digitales, tienen que asumir y adaptarse a las tecnologías. De ahí que el diálogo entre generaciones pueda enriquecer la relación de la familia con las pantallas. “Por ejemplo, una cosa buena que se puede hacer es jugar con nuestros hijos a videojuegos: explicárselos, contextualizarlos, decirles qué está bien y qué no, y aprender de ellos cómo se juega al Fortnite”, cuenta Bruscas.

Desde el punto de vista de la conciliación, el teletrabajo ha supuesto un arma de doble filo: permite a algunos padres pasar más tiempo con sus hijos pero resta atención a las relaciones familiares. “Está claro que poder trabajar desde casa es positivo, pero nos obliga a hacerlo de una manera saludable. Es lo mismo que les pasa a los niños: si los padres no ponemos límites a la conexión, si lo hacemos todo al mismo tiempo, no haremos bien ni una cosa ni la otra: no prestaremos atención ni al trabajo ni a los niños”.

La solución, señala, pasa por la educación y por sanear nuestra relación con las pantallas. El estudio apunta algunas estrategias en este sentido: apagar las notificaciones o poner modo avión en el móvil cuando estamos en familia, fijar límites y horarios o prescindir directamente del smartphone al entrar en casa. “No hay una fórmula universal, cada familia es diferente y hay que buscar la forma de gestionarlo bien entre todos”, concluye Bruscas.

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