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María Jesús Fuente, medievalista: “Los debates en torno a la maternidad o el aborto tienen su origen en la Edad Media”

María Jesús Fuente.

Lucía M. Quiroga

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Cuenta María Jesús Fuente, catedrática emérita de Historia Medieval en la Universidad Carlos III de Madrid, que lleva “toda la vida” estudiando la Edad Media. Aunque ahora ya está jubilada, dedicó más de dos décadas de su trayectoria como investigadora a la historia de las mujeres. Fuente sigue en activo: da algunas clases, investiga y escribe. Su último trabajo ha sido la publicación del libro La luz de mis ojos. Ser madre en la Edad Media (Taurus, 2023), donde explica cómo la construcción social y cultural de la maternidad, con todo lo que la rodea, se inició en esa época, comprendida entre los siglos V y XV. Desde el momento en que se presenta, María Jesús se posiciona muy claramente: “He dedicado mi vida a la enseñanza y a la investigación, y ahora me doy cuenta de que lo más importante en la vida es la crianza”, asegura.

¿Por qué se decidió a estudiar un tema tan concreto como el concepto de la maternidad en la Edad Media?

Yo llevo muchos años estudiando la Edad Media, y la hipótesis de este libro es que fue en ese momento cuando se definieron las nociones más esenciales sobre la maternidad, desde los temas relacionados con la concepción —como la fertilidad, la anticoncepción, el aborto o el embarazo—, hasta las diferentes formas de parir, la lactancia o el amor maternal. Aspecto tras aspecto, vemos las raíces de muchos temas que tienen que ver con la construcción social y cultural de la maternidad en esa época. En realidad yo siempre suelo decir que no hay nada nuevo bajo el sol.

¿En qué consiste ese ideal de maternidad que se construye ya en la Edad Media?

El modelo de madre que se establece entonces está basado en la Virgen María, una mujer sensible y sagrada, y que además es una madre virgen, antes y después del parto. Esto tiene un valor extraordinario para el cristianismo, pues presenta la castidad como una de las virtudes más elogiadas. El control del cuerpo de las mujeres y sus pecados sexuales es uno de los componentes nucleares del cristianismo, a través de la figura de la Virgen María.

¿Dónde se encuentran esos testimonios en primera persona sobre la maternidad a lo largo de la historia?

La Edad Media es muy larga, abarca mil años, y al principio hay poca documentación pero luego ya hay más. Los datos más interesantes están en documentos, por ejemplo de venta, notariales o judiciales. Las fuentes que yo he consultado son muchas: religiosas, médicas, literarias e iconográficas. Ahí hay voces de mujeres que hablan en primera persona de sus experiencias con el embarazo, el parto o la crianza.

¿Existe un sesgo de clase entre las mujeres más poderosas y las de clases sociales más bajas?

Claro, porque hay más posibilidades de conocer por documentación a los grupos más poderosos, como las reinas o las mujeres de la alta nobleza, aunque también hay algunos testimonios de mujeres menos privilegiadas, como campesinas. Yo he buscado textos de mujeres, y quienes sabían leer y escribir eran las mujeres de los estamentos más altos de la sociedad. Y si no sabían, se buscaban a un hombre que se lo escribiera. Ese sesgo muestra también las grandes diferencias que existían para ser madre. Desde el momento mismo del parto: no es lo mismo parir en una cama, acompañada, y con ciertas condiciones higiénicas, que hacerlo en un pajar o en un bosque, como solían hacer las campesinas.

¿Cómo se veía el aborto en aquel momento?

Igual que hoy, en el pasado había mujeres que no querían ser madres, y se valían de estrategias para no concebir o para acabar con un embarazo no deseado. Al contrario que en la actualidad, no había una distinción tan marcada entre aborto y anticoncepción, pero ambos eran condenados duramente. Se consideraba un problema moral y legal. En cuanto a los métodos que se utilizaban, había de todo: como anticonceptivos se usaban el coitus interruptus, los brebajes, una especie de preservativos hechos con intestinos de animales, y también otros métodos como amuletos y talismanes. Para abortar había distintas formas, que aparecen ya en tratados médicos de la época: la ingesta de hierbas, brebajes u hongos tóxicos que estimulaban la menstruación; métodos mecánicos como sangrías, hacer ejercicio intenso o cargar peso; y otros más violentos como el “aborto por asalto”, que consistía en apalear a la mujer hasta que el feto moría. 

¿Qué pasa con el concepto de amor maternal? ¿Ha ido evolucionando con el paso del tiempo?  

Hay muy pocos testimonios que hablen del amor maternal, y de hecho eso ha llegado hasta nuestra época. Nadie escribía sobre amor maternal hasta muy recientemente, y estoy hablando a lo sumo de unos 50 años. Las personas que investigamos esas épocas tenemos que especular mucho, porque no hay datos concretos, pero sí que encontramos muestras de amor maternal en la Edad Media. De hecho, el título del libro viene de eso, de una campesina italiana del Siglo XII, que se refiere a sus hijos como “la luz de mis ojos”. También nos encontramos con cartas que celebran los embarazos y los nacimientos, por ejemplo. Pero ahí tenemos una vez más un sesgo de clase: quienes tenían tiempo de ocuparse de sus hijos eran las mujeres que no tenían que trabajar.

El libro habla de un cierto desapego hacia los bebés, debido a los altos índices de mortalidad infantil y a otros aspectos como la rápida separación del recién nacido para tener más hijos.

En la Edad Media el valor de una mujer venía determinado por su capacidad para concebir. Entonces las mujeres de la nobleza o las reinas no amamantaban, porque querían quedarse embarazadas otra vez cuanto antes por razones de herencia. Les ponían nodrizas y cuidadoras a los bebés para que se ocuparan de ellos, ya que necesitaban más descendencia. Y las más pobres, como tenían que trabajar todo el día, tampoco tenían tiempo para estar con los bebés, entonces había mucho lugar para el abandono y el infanticidio. Y ahí una vez más no podemos juzgarlas: ¿por qué una mujer abandona a su hijo? Pues porque no puede hacerse cargo. Y esto también pasa a día de hoy, con mujeres que por su contexto no pueden cuidar a sus hijos.

Algunos temas, como la lactancia materna a demanda o las diferentes formas de parir, nos parecen debates nuevos, pero en el libro se aportan ilustraciones donde se ven escenas que podrían ser actuales. ¿En qué consisten?

Sí, eso es muy interesante, porque siempre creemos que nos lo inventamos todo, y no es así. El miedo al parto, la lactancia, la concepción, la infertilidad, incluso la infertilidad masculina… son temas que ya preocupaban a las mujeres en la Edad Media. Por ejemplo, en las cantigas de Santa María hay ilustraciones que muestran diferentes formas de parir: sentada, de rodillas agarrada a una cuerda para hacer fuerza e incluso dando a luz en el agua. También hay representaciones de cesáreas, de embarazos gemelares y de posparto. Y en cuanto a la lactancia, también hay imágenes de la Virgen María como Virgo lactans, dando de mamar. La primera tarea de una madre era amamantar a su hijo, y se prefería la leche materna a la de una nodriza. No nos hemos inventado nada, esto es una cosa que ha sido parte de las preocupaciones de la sociedad desde hace muchísimo tiempo.

Tendemos a pensar en la Edad Media como una época oscura, sucia, oculta. ¿Tiene parte de realidad o es solo un mito?

Cuando la gente oye hablar de la Edad Media lo relaciona siempre con tiempos oscuros, sucios; con ideas que tienen que ver con el hambre, la peste y la guerra. Y yo siempre digo que no podemos juzgar otras épocas con las lógicas actuales. Es lo que se llama el “pecado de anacronismo”. Y además, ni que nos hubiéramos librado de ese tipo de cosas en el Siglo XXI, que ya hemos pasado guerras, hambre y hasta una pandemia mundial. En la Edad Media también hubo un mundo de luz y color: las vidrieras o los libros coloreados lo demuestran. En realidad, es un tiempo fascinante. 

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