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La izquierda presiona para que Pedro Sánchez no dimita
Illa ganaría con holgura y el independentismo perdería la mayoría absoluta
Opinión - Sánchez no puede más, nosotros tampoco. Por Pedro Almodóvar
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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

La política y los partidos políticos hoy

Pablo Casado, con una mujer migrante y su niña

Josu Montalbán

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Ante las próximas elecciones, y a la vista de los escarceos y trasiegos que se vienen sucediendo en el proceso de confección de las listas electorales, sólo me queda mostrar mi estupefacción ante la actitud de buena parte de los diferentes líderes máximos de los partidos que han dejado (están dejando) las ideologías a un lado para cuidar los aspectos meramente estratégicos, mediante componendas y añagazas que sólo persiguen la consecución de los votos, sin más, aunque dichos votos no sean la consecuencia responsable de las ideologías de los votantes.

Leo en un diario que “Casado se libra de los sorayistas con la renovación de sus listas”. Otro tanto cabe decir, salvando los modos y distancias, del proceso de confección de las listas socialistas, principalmente en Andalucía, donde se han sido orillados los “susanistas” para dejar la vía expedita y libre a los candidatos oficialistas. Los “podemitas” se desangran aquí y allá recurriendo a fichajes “estrella” de candidatos procedentes de otras formaciones, del mismo modo que los “ciudadanos” de C´s buscan aposentarse donde les es posible a la vista de que las listas irán confeccionándose a voluntad de Rivera, y de nadie más. Por si fuera poco, incluso los independentistas catalanes juegan desordenadamente al confeccionar sus listas, ubicando en ellas a encarcelados y prófugos de la justicia con el único ánimo, supongo, de enrarecer el ambiente.  

Y así está el ambiente. ¿Enrarecido? Hay que añadir a esto el comportamiento de quienes conforman, mediante acuerdos y trapisondas de todo tipo entre partidos muy minoritarios, listas coaligadas, juntando no ya peras con manzanas, sino aceite con agua, a sabiendas de que se trata de uniones tan difíciles de consumar como ineficaces. La política, de este modo, se convierte en un refugio para atrevidos y descarados que se sienten satisfechos por el mero hecho de resultar elegidos, sin detenerse a pensar que si la política no sirve para conformar una sociedad justa, y equitativa como poco, se convierte en un juguete manejado por especuladores, con los riesgos que ello conlleva.

Recuperar la eficacia de la política y restaurar la nobleza y la responsabilidad de quienes la administran y ejercen es lo más urgente de cuanto nos atañe a quienes tenemos algo que ver con ella. Lo otro, lo inmediato y preocupante según el comportamiento de la mayoría de los líderes actuales (principalmente de los de las nuevas formaciones), que sólo es conseguir el poder pese a quien pese y caiga quien caiga, constituye un mal para nuestra sociedad, de difícil curación y fatales consecuencias. Desde luego que se trata de un mal muy extendido, tanto que se ha convertido en una pandemia sociopolítica que sólo el tiempo podrá suavizar o resolver.

El comportamiento tan escasamente democrático y nada participativo de los afiliados y militantes, con que los líderes máximos de los partidos administran la participación de sus huestes, choca frontalmente con el espíritu democrático que, según ellos, les guía. Y lo peor de todo es que cuando en el seno de un partido político se articulan métodos de participación o de elección de sus representantes para las instituciones públicas, suelen ser las propias bases, alentadas y aleccionadas por los afiliados más osados, las que convierten los medios de participación de la militancia en actitudes viciosas o viciadas, pues parece claro que la política apenas encandila a los ciudadanos normales y corrientes, quizás por la responsabilidad y esfuerzo que encierra su ejercicio activo.

He ahí la nobleza de la política, que bien poco tiene que ver con la indignidad de algunos líderes que, lejos de propiciarla y ponerla en valor, siguen dando la razón a los estúpidos que se atreven a vocear que “la política es solo para quienes viven de ella”, como si no la gozáramos o padeciéramos todos.

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