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La crisis de la sanidad es un problema de Estado

Varias personas sujetan una pancarta en la que se lee: 'La atención primaria de Madrid se queda sin médicos'.

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Las últimas semanas están siendo especialmente convulsas en la sanidad dentro de nuestro país, con huelgas, manifestaciones y protestas que, lejos de calmarse, pueden intensificarse y reproducirse en distintos puntos del país, máxime si lo único que hacemos es difundir el mantra de que hay falta de médicos y la solución pasa por fabricar más. Los problemas que acechan a la sanidad, incluida la imposibilidad de contratación de médicos, son problemas estructurales y de calado que vienen de muchos años atrás, condicionados por un sistema rígido y agotado que tras la pandemia ha tocado fondo.

El principal motivo por el que la sanidad en nuestro país está en quiebra es por las condiciones que sufren los profesionales, cuya vocación ya no aguanta todo. Jornadas extenuantes, sobrecarga asistencial, salarios bajos, guardias interminables, la falta de sustituciones por bajas o vacaciones, la precariedad de los contratos o la falta de tiempo para formación e investigación, son solo un ejemplo de la situación a la que se enfrenta la profesión médica.

No podemos basar la resolución del conflicto en “fabricar” médicos abriendo facultades de Medicina, porque sinceramente esto es simplista y reactivo. No partimos de un riguroso análisis demográfico ni hay un plan estratégico consensuado para armonizar todo el ciclo vital de los médicos y médicas. Faltan profesionales en determinadas especialidades sí, en determinados sitios sí, pero, sobre todo, carecemos de planificación, de nuevas y distintas políticas de recursos humanos, de incentivos económicos y de desarrollo profesional, de horizonte que guie el cambio, en definitiva, falta una estrategia a nivel nacional y autonómico que, de verdad, quiera poner solución a esta enorme crisis.

Hay que hacer atractivo el Sistema Nacional de Salud para todos los graduados en Medicina que, ahora más que nunca, ven una mejor salida en el extranjero o en la sanidad privada. En este nuevo mundo globalizado el sistema sanitario tiene competencia. No podemos permitir el desguace de una Atención Primaria sin la cual no se mantiene el modelo que hemos conocido en España estas últimas décadas, este sí que es un gran problema de Estado que requiere del consenso de todas las fuerzas políticas y de todos los gestores y responsables tanto autonómicos como estatales. Si no logramos salvar la Atención Primaria nos tendremos que ir olvidando de sustentar la justicia social en nuestro país porque estaremos retrocediendo en esa base de la convivencia en Europa que denominamos “Estado del Bienestar”.

El año pasado, cerca de 400 médicos de los 2.500 que solicitaron el certificado de idoneidad se dieron baja de la colegiación en nuestro país, un número que, aunque lejos de las cifras publicadas sobre la emigración de médicos refleja una preocupante realidad y confirma una tendencia. Además, este año quedaron desiertas más plazas de formación sanitaria especializada que en ningún otro año, especialmente para la especialidad de Medicina de Familia y Comunitaria y cada vez hay menos aspirantes a participar en la prueba MIR. A esto hay que sumarle el enorme número de jubilaciones que está por venir en los próximos cinco años – más de 70 000 - y el gran incremento de jubilaciones que se anticipan por la sobrecarga y cansancio de nuestros profesionales.

Estas cifras deben de preocuparnos a todos y requieren de un Pacto de Estado, un gran acuerdo para el que es necesario que cuenten con quienes hacen la sanidad, con los profesionales, y en especial, con quienes ejercen el liderazgo en el SNS, los médicos y médicas, sin nosotros no habrá solución sostenible. El Consejo General de Colegios de Médicos, reitera su voluntad de servicio a la sociedad y a la administración, participando en la definición de soluciones, de hecho, hace ya dos años presentamos en la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica del Congreso de los Diputados 45 medidas específicas para reflotar el Sistema Nacional de Salud, propuestas que contaron con el refrendo de la gran mayoría de grupos políticos pero que, a la hora de la verdad, siguen, casi en su totalidad, aparcadas en un cajón.

Estamos obligados a contribuir a la solución porque estamos seguros de que con nosotros la habrá, por ello, el camino no es culpabilizar a los profesionales de esta situación, mensajes que desgraciadamente alimentan un clima de crispación que deteriora aún más las fuerzas de los facultativos y puede promover agresiones en las consultas, agresiones intolerables que cada año van en aumento, no lo olvidemos.

Es el momento de tener altura de miras, de pensar como país y de actuar unidos para salvaguardar un sistema que está al borde del abismo pero que, hasta hace muy poco, denominábamos “la joya de la corona”, un modelo que era “marca España” referente en todo el mundo, sustentando, eso sí, por el esfuerzo de sus profesionales. El propio sistema ha conseguido por fin quebrar su fortaleza. Si de verdad hay una urgencia patriótica hoy en día en nuestro país es salvar la sanidad, una batalla que se puede librar de diferentes maneras, pero siendo plenamente conscientes de que, sin sus profesionales, la guerra está perdida.

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