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Las desigualdades matan

Pobreza infantil

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Pronto se cumplen dos años del inicio de la pandemia. Una pandemia que irrumpe en un mundo que ya era muy desigual, agravando desigualdades, ensañándose con los más vulnerables y empujando a 160 millones de personas más a vivir en pobreza.

Por el camino, la falta de acceso a algo tan esencial como la vacuna contra la COVID-19 o los servicios básicos de salud se han cobrado la vida de millones de personas. Otras tantas han muerto de hambre o están en una situación extrema cercana a la hambruna. Otras se han quedado sin empleo o han visto cómo se desplomaban sus escasos ingresos, viviendo al límite mientras hacen malabares para sobrevivir. Mujeres, niñas, personas racializadas y colectivos discriminados se han llevado la peor parte. 

En España, tan sólo durante el primer año de pandemia, más de un millón de personas pasaron a encontrarse en situación de carencia material severa, una cifra que nos devuelve al peor momento de la crisis financiera anterior. Aquí, el impacto económico afecta especialmente a las más jóvenes, que son quienes más han sufrido la pérdida del empleo como resultado de la precariedad en la que se encuentran instalados.

En el polo opuesto, los multimillonarios que, dos años después, son todavía más ricos, mucho más ricos. Tal y como apunta el informe Las desigualdades matan la riqueza de los diez hombres más ricos del planeta se ha duplicado, alcanzando la cifra astronómica de 1,5 billones de dólares. Y acumulan seis veces más riqueza que los 3.100 millones de personas más pobres del mundo juntos. Hiere escribirlo. Es simplemente obsceno. La imagen de Jeff Bezos y Richard Branson, a 96 kilómetros de altura sobrevolando la tierra, resume a la perfección su desconexión completa con la realidad y una opulencia y ostentación sin límites.

Esta crisis sanitaria es el epílogo de una peligrosa senda de desregularización y desinversión en lo público iniciada tras la crisis financiera de 2008 que, año tras año se ha traducido en mayores niveles de desigualdad en todo el mundo. Desigualdades económicas, pero también sociales y políticas, que también destruyen el sentimiento de plenitud, dignidad y valía de las personas. 

Ha sido justo la inacción previa de muchos gobiernos frente a la desigualdad, lo que ha provocado que ahora fuéramos más vulnerables a los impactos de esta crisis sanitaria, social y económica. India, por ejemplo, azotada por la segunda ola de COVID tiene el cuarto presupuesto de salud más bajo del mundo y sólo la mitad de la población tiene acceso a los servicios más básicos. El bajo nivel de inversión pública en los sistemas de salud, unido a la debilidad de los sistemas de protección social y a la insuficiente garantía de los derechos de los trabajadores y trabajadoras, ha dejado a millones de personas en una situación de vulnerabilidad tan brutal como innecesaria. 

Tenemos la obligación de trabajar para hacer que el mundo sea un lugar mejor. Pero necesitamos que los gobiernos tengan el coraje político para tomar las medidas necesarias, asegurando que la reducción drástica de las desigualdades y la cohesión social son ejes vertebradores que marcan las políticas sociales y económicas en esta fase de recuperación, asegurando políticas redistributivas, pero actuando también sobre las causas estructurales y previniendo la reproducción de las desigualdades. 

Pueden empezar por gravar a los superricos y estas enormes ganancias amasadas durante la COVID-19, beneficiándose directamente del impacto positivo que la inyección de capital de bancos centrales y gobiernos (para amortiguar el golpe y salvar la economía) ha tenido en los mercados bursátiles. Es sencillo y de sentido común. Un dinero que debe invertirse para reforzar los sistemas públicos y garantizar derechos básicos como sanidad, educación, protección social o para luchar contra la violencia de género o mitigar el impacto del cambio climático. 

Tenemos la oportunidad de transformar nuestro modelo de sociedad y virar hacia uno que vele por los derechos y las necesidades de la gran mayoría, cierre las enormes brechas de desigualdad y reduzca drásticamente el uso de recursos naturales. 

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