La esquina izquierda del tablero
Las elecciones europeas fueron un terremoto en las dos orillas: la emergencia de Alvise Pérez y el resultado de Sumar y Podemos. Un ciclo que se cierra por un lado y, por el otro, una prueba más del desplazamiento a la extrema derecha de parte del electorado.
Entre 2010 y 2023 los movimientos que con más fuerza sacuden el orden en España son: feminismo, procés catalán y 15 M.
El PP tuvo una respuesta reactiva, dura y constante, a pesar de esto parte del electorado conservador juzgó insuficientes sus acciones. Surgieron otras expresiones por la derecha: Vox y Alvise Pérez.
Se ha escrito que el PSOE es el partido más parecido a España, una manera de decir que ha sido decisivo para el mantenimiento del orden. Más que los elementos “esenciales” que lo compongan, lo relevante al hablar de orden político y social es que éste funcione: que la violencia y el conflicto no supongan un obstáculo para la convivencia democrática. La relación del PSOE con los tres fenómenos ha sido compleja pero decisiva para su devenir.
Los tres tuvieron semejanzas en su trayectoria: movilizaciones masivas, discurso impugnatorio del orden, niveles de poder institucional inéditos, división, publicidad de la misma, retroceso electoral e institucional, reflujo social.
15M - Podemos
El 15M tuvo en Podemos su principal expresión política. Entonces revivió el debate: calle o instituciones, desde dónde se “cambian las cosas”. Toda representación es siempre una usurpación de lo social o sin estar en las instituciones los esfuerzos de cambio son estériles.
Sin embargo, mientras Podemos fue un actor hegemónico este debate estuvo arrinconado. La irrupción fue tan poderosa que sectores reacios a lo institucional ensayaron una tregua. La hegemonía tiene esto, durante un tiempo ocupa todo: quienes no comulgan con cierta idea, de pronto dicen contarse entre quienes la promovieron. Y no mienten, lo creen: encuestas donde el recuerdo de voto a Podemos en las europeas se disparaba muy por encima del que obtuvo.
Cuando un actor es hegemónico tiene la facultad -reservada a los niños o a los locos- de cambiar el significado de las palabras y las cosas. Los revolucionarios franceses cambiaron el calendario, Evo Morales cambió el sentido de las agujas del reloj del Congreso como crítica a la modernidad, Pedro Sánchez convirtió un apodo despectivo sobre su nombre en un marca popular, Ayuso alteró el significado de la palabra fruta. Podemos podía ser Jiménez Villarejo y Cañamero sin que nadie viese contradicción. Cuando se es hegemónico se puede ser todo… un tiempo.
No hay hegemonía sin calles y sin urnas: manifestaciones, revoluciones, agregaciones electorales, la gestión del poder político. Luego de las elecciones generales de 2015 y 2016, las divisiones en Podemos se hacen públicas de manera torpe. Pablo Iglesias e Iñigo Errejón protagonizan sendos debates, uno de los más famosos: Iglesias reclamaba más Bruce Springsteen y menos Coldplay; ya en septiembre de 2016 expresaba su desconfianza con las instituciones y ponía como prioridad un mensaje que metiese miedo al poder. Declina el momento hegemónico de Podemos; la hegemonía, como el poder, nunca se queda libre. El PSOE había sentido el vértigo de casi ser superado, sufre una crisis interna de mayor envergadura que la de Podemos pero resiste en buena medida por tener identidad y organización. Entonces empieza la tarea de recuperación de su primacía con un liderazgo nuevo, camisa blanca, victoria en primarias: la épica cambia de bando. El tablero muda y ya no es Podemos quien (lo) ordena.
A la izquierda le ocupa mucho el debate entre lo material versus lo simbólico. En los alrededores de Podemos se gastan tuits, artículos con esta y otras peleas, como ser populista o ser de izquierda, siempre en lógica de la pugna interna mientras iban perdiendo convocatoria en las calles y votos. Quizás el voto es lo que mejor puede mostrar lo porosa, hasta cierto punto falaz, que es la frontera de la división política entre si priorizar lo simbólico o lo material. El voto es sin duda una expresión de deseos, una idea de sociedad, por otro lado, no solo se puede contabilizar, hoy incluso se puede radiografiar calle a calle: el voto pesa de distintas maneras. Los votos son el principio de realidad que a veces falta.
(Unidas) Podemos acaba exhausto: años de lucha interna pública, de decisiones equivocadas del grupo dirigente y de una ofensiva contra sus principales líderes por parte del poder. Exhausto, como si estuviera en una esquina del ring, habiendo perdido una parte importante de los votos y perdido o expulsado de facto a algunas de sus principales figuras y aliados. Mientras el PSOE, bajo el liderazgo de Pedro Sánchez, se consolida en 2018 como el actor central del campo progresista. Es en esa condición de subalternidad - no solo de escaños - que Podemos ingresa al Gobierno como socio menor.
Sumar: ¿Episodio o Temporada?
Por ello es que la emergencia del liderazgo de Yolanda Díaz se desarrolla contra pronóstico. Su desempeño como ministra de Trabajo la convierte en el principal activo del espacio, con una alta capacidad de hablarle a sectores de votantes socialistas y alguno más.
Díaz consolida su figura y se mantiene en lo alto del podio de miembros del Gobierno más valorado. De hecho, con la perspectiva electoral cerca se promueve la idea del tándem con Pedro Sánchez. Parecía que Sánchez y Díaz eran el ejemplo de competencia virtuosa, sin embargo los resultados del 23J dejan ver que el tablero no había cambiado tanto.
Sin duda los 31 escaños de Sumar fueron un buen resultado, más en momentos de reflujo del espacio, pero no cambiaron algunas corrientes de fondo: Sánchez en esa campaña se confirma como la figura progresista más popular incluso en parte del espacio a su izquierda; la competencia virtuosa tiene menos de virtuosa y más de competencia cuando la diferencia de fuerza es notable; cuando Sumar opta por la unidad antes que por lo nuevo incluyendo a Podemos en la coalición la ciudadanía sabía que ni unos ni otros querían juntarse: la publicidad del enfrentamiento superaba ya el año; en la campaña no hubo nada parecido a una tregua por parte de Podemos contra su candidata a jefa del Gobierno.
Tan cierto como que esta no era una decisión sencilla -la intuición demoscópica decía unidad- es que al unirse con fórceps Sumar y Podemos garantizaron la repetición de nuevos episodios de peleas con el impacto en apoyo ciudadano.
Uno de los elementos derivados, y que sirve para explicar en parte el mal resultado en las europeas y la crisis posterior, es que desde el divorcio en el Congreso, Sumar parece más condicionado por las acciones de Podemos. Como una relación tóxica donde para saber qué hacer hoy y cómo planear el futuro se mira al retrovisor.
Esta creciente dependencia de Podemos para fijar sus propias posiciones ha alterado la relación con el PSOE. A veces el presidente del Gobierno es “uno de los nuestros” y de inmediato, un socio desleal y poco transparente con el apoyo a Ucrania. Los dos lemas de la campaña de las europeas, plantar cara y marcar el rumbo, ilustran mejor este péndulo tenso que va desdibujando qué es Sumar. Saber qué es un partido (identidad) también explica para qué sirve que le voten. Se suele plantar cara desde las calles y se suele marcar el rumbo de un país desde un gobierno. Otra vez, el debate calles o instituciones y Sumar parece que pensó que podía ser las dos, como cuando Podemos era Jiménez Villarejo y Cañamero, sin embargo, cuando en las elecciones obtienes un meritorio 13% no puedes ser todo, toca decidir y organizarse.
¿Continuará…?
El cierre de ciclo parece evidente. Antes de verlo en las urnas, había ocurrido en las calles. Como en un mal reparto de los bienes compartidos después de la última separación, Podemos parece haberse quedado con la dura verdad y Sumar, con las palabras y el convencimiento de su poder de persuasión y seducción. Mientras el PSOE y la abstención, con buena parte de los votos.
Desde entonces, existe una inflación de las palabras y una suerte de burocracia de los adjetivos en los mensajes desde Sumar. El fantasma de 2015 sobrevuela: cuando efectivamente se “hacían cosas con palabras”, pero esto sucedía por una combinación de elementos donde la palabra era uno más. Es una broma pero no tanto: Lenin escribió 'Qué hacer, no Qué decir. Organizarse es siempre necesario para poder hacer. Identidad y organización son dos cosas imprescindibles para cualquier proyecto político, de las que no se pueden postergar.
Hace dos años, Bruce Springsteen tuvo una aparición en un concierto de Coldplay. Interpretó “Working on a dream”. Lo importante aquí no es la “unidad” –Springsteen no se incorporó a la banda de manera permanente– sino otras cosas: como ser contemporáneos y el público transversal en sintonía con lo que tenía enfrente. Esto es lo que Sumar parece haber olvidado y que el liderazgo de Yolanda Díaz, antes de enredarse en la canción sin música de la unidad imposible (dos no se unen si dos no quieren), era: contemporáneo. “The sun rise come, and I climb the ladder ”
Hacerse cargo de las condiciones del presente es ineludible para proyectar el futuro con cierto éxito. Como escribió el poeta Ron Padgett :“Cuida primero las cosas que estén cerca de casa. Arregla tu habitación antes de salvar el mundo. Luego salva el mundo.”
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