Amores, alianzas y traiciones en el lecho de Cleopatra que marcaron el destino de Roma y Egipto
Atrapada entre enemigos y pretendientes, Cleopatra acabó firmando alianzas con quienes, en teoría, venían a arrebatarle su corona. Convirtió la política en un tablero donde ella movía las piezas.
Egipto, endeudado y desbordado, tenía su poder sostenido por acuerdos tan arriesgados como necesarios. Roma, con su ambición desmedida, no veía en ella una reina, sino un obstáculo, una tentación y una posible aliada según el momento. Y en medio de todo, lo que parecía una historia de conquistas terminó siendo una sucesión de traiciones cuidadosamente encadenadas.
Un reino hipotecado a cambio de favores romanos
La caída final no se entiende sin repasar el caos que sembró Ptolomeo XII, su padre, desde décadas antes. Mientras intentaba asegurar su permanencia en el trono, entregó a Roma más que dinero: entregó margen de maniobra. En el año 76 a.C. fue reconocido como rey gracias a una transacción que implicó el pago de 6.000 talentos a cambio del respaldo de Pompeyo y César.
La operación no solo vació las arcas de Egipto, sino que debilitó cualquier forma de resistencia. Cuando se produjo la anexión romana de Chipre, su silencio provocó tal enfado que el pueblo egipcio lo desterró sin miramientos.
Ese precedente dejó una estructura política frágil y un futuro comprometido. Al morir, legó el trono a su hija Cleopatra y a su hijo menor, con la condición de que gobernaran juntos. Pero ya desde el principio ella dejó claro que no pensaba compartir el poder. Poco a poco fue eliminando el nombre de su hermano de los documentos oficiales y se erigió como única autoridad.
A los pocos años fue apartada del trono por una maniobra cortesana, justo cuando Julio César desembarcaba en Alejandría persiguiendo a Pompeyo.
La historia cuenta que la farona Cleopatra se presentó ante César oculta en un saco de lino que cargaba uno de sus sirvientes. Según narró Plutarco más de un siglo después, “como era imposible no ser vista de otro modo, se tendió completamente en un saco de cama, que Apolodoro ató con una cuerda y cargó a cuestas hasta llevarla dentro a presencia de César”. El gesto, además de audaz, fue eficaz. César quedó prendado de ella y accedió a devolverle su lugar como reina, aunque lo hizo compartido con otro hermano menor llamado Ptolomeo XIV, de apenas 12 años.
Con Roma ya asentada en Egipto, Cleopatra supo que su supervivencia dependía de estar cerca del poder. Viajó a Roma con su hijo Cesarión, fruto de su relación con César, donde fue recibida como “amiga y aliada del pueblo romano”. Su presencia no sentó bien.
César no tenía herederos legítimos romanos, y la idea de que su hijo con una extranjera aspirara al trono inquietaba a muchos. A pesar de todo, Cesarión jamás fue reconocido oficialmente. Poco después, César fue asesinado por un grupo de senadores conspiradores y Cleopatra regresó a Egipto, ya decidida a gobernar sin más interferencias.
El inicio de una alianza con Marco Antonio
El encuentro con Marco Antonio fue posterior y no menos calculado. En el año 41 a.C., ella viajó hasta Tarso, en el sur de la actual Turquía, para ofrecerle apoyo financiero a cambio de estabilidad política. El historiador Plutarco describió así su llegada: “Navegaba por el río Cidno en una barca de popa dorada, con velas púrpura y remos de plata que marcaban el ritmo con flautas, arpas y pífanos”. Marco Antonio se quedó tan fascinado que dejó a su ejército sin órdenes y pasó el invierno con ella en Alejandría.
Durante ese periodo, Cleopatra eliminó a su hermana Arsínoe, exiliada en Éfeso, que aún suponía un peligro para su trono. Marco Antonio ordenó su ejecución, a pesar de que se encontraba bajo protección romana.
Años después, cuando la alianza entre Antonio y Octavio se resquebrajó, se produjo la gran batalla naval de Accio. Fue un desastre para Egipto. Tras la derrota, Antonio se quitó la vida creyendo que Cleopatra había muerto, y ella, al ver que su hijo no tenía posibilidad de sobrevivir a la victoria romana, optó por seguir el mismo camino con un método que todavía no está claro: mordida por una áspid o con veneno directamente.
Demasiados herederos y ninguna salida para el linaje ptolemaico
Cesarión fue engañado por Octavio con promesas de seguridad. Al poco, fue ejecutado en secreto. Las palabras que el filósofo Arius Didymus dirigió a Octavio resumen su destino: “Demasiados Césares no son buenos”.
Las otras criaturas de Cleopatra con Marco Antonio no corrieron la misma suerte. Fueron llevadas a Roma como trofeos vivos y entregadas a Octavia, la hermana del vencedor. Los hijos varones desaparecieron sin dejar rastro. Solo Cleopatra Selene sobrevivió, casándose con Juba II y reinando en Mauritania.
La muerte de Cleopatra marcó el final de la dinastía ptolemaica y la absorción definitiva de Egipto por parte del Imperio romano. Pero también cerró el capítulo de una mujer que supo convertir la seducción, la diplomacia y el poder en herramientas de supervivencia. Aunque la partida siempre la jugaran otros.
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