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El futuro de las mujeres

Vista del inicio de la manifestación en Madrid convocada con motivo del 8M

Baltasar Garzón / María Garzón

Actúa —

No hay justicia social sin justicia de género. Eso lo sabemos todos  y en especial lo saben bien las mujeres de todas las épocas y de  todos los países. Del mismo modo que la democracia no es real cuando se cuestiona, ningunea y maltrata en todos los sentidos a las mujeres.

Lo cierto es que esta reivindicación sobre el papel relevante e igualitario de la mujer, en especial en sociedades que se jactan de democráticas y avanzadas, debería ser obsoleta a estas alturas. ¿En qué cabeza cabe que la vida, el trabajo, la seguridad o el esfuerzo sean distintos por el hecho biológico de haber nacido con uno u otro sexo? Pues ya ven, continuamos inmersos en una sociedad patriarcal, con dejes machistas que se reflejan en casi la totalidad de los ámbitos de la convivencia ordinaria, en la que siguen existiendo diferencias notables en sueldos y promoción laboral y profesional; en la asunción de trabajo familiar; en el cuidado de niños, ancianos y dependientes…, gracias a esa discriminación ancestral y actualmente vigente. Ella será quien cobre menos, deberá poner techo a su carrera o  dejar el trabajo para atender a los vulnerables a su cargo. Así es y la falta de voluntad para poner remedio a tales situaciones, resulta muy evidente.

Pero es que además, a la mujer la pegan, la torturan, la violan y la matan.  En lo que va de año y en el momento de escribir estas líneas, 20 mujeres han perdido la vida en España a manos de sus parejas en un goteo criminal que no cesa y se aproxima a pasos vertiginosos a las mil víctimas desde que en 2003 se puso en marcha el contador de una de las más vergonzantes lacras que vivimos.  Un contador que, no olvidemos, deja fuera a muchas mujeres, como Laura Luelmo y Lily, por no ajustarse a la definición que otorga la ley de mujeres víctimas de violencia de género.

Nuestros medios informativos, y los partidos reducen el debate a lo anecdótico, obvian el análisis de fondo sobre la mercantilización del cuerpo de la mujer a través de la prostitución o los vientres de alquiler y banalizan sobre lo que se considera o no consentimiento, mientras continúa la revictimización de las mujeres agredidas. Ocurre que las políticas que afectan a las profesiones más feminizadas son las que siempre se olvidan a la hora de implementarlas.

Si algo nos han dejado las grandes manifestaciones feministas de los dos últimos años, es la comprobación de la poliédrica configuración del patriarcado y cómo los frentes de lucha por la igualdad son múltiples, diversos y complejos. Es de ese modo porque las violencias machistas así lo son, y afectan particularmente a las mujeres, pero sus efectos se reproducen no sólo en ellas  sino en el conjunto de una sociedad que no podrá ser libre al cien por cien si las mujeres carecen de esa libertad.

Aunar esfuerzos

El PSOE y Unidas Podemos no se detienen apenas en estas políticas más que para afirmar que deben hacerse cosas que pudieron hacer y no realizaron; las derechas caminan de espaldas a las feministas; PP, Ciudadanos y Vox cuestionan, manipulan o directamente niegan, respectivamente, los derechos de las mujeres y en los casos más extremos incluso la violencia de género, representando el fantasma de una involución y un negacionismo que no tienen reparo en exhibir.

Porque el futuro es feminista, y así debe ser, pues el feminismo no es otra cosa que la lucha por la igualdad de derechos de las mujeres y los hombres, las fuerzas progresistas como Actúa tienen que hacer todo lo posible por aunar esfuerzos con aquellos dos primeros partidos. Y también con cualesquiera otros que se alejen de esa ideología rancia y patriarcal que sigue considerando a las mujeres como personas de categoría inferior, para lograr el cambio revolucionario por los derechos de las mujeres que ya no puede esperar más. Ese esfuerzo común pasa por asumir que la cuestión de género se aborda de manera trasversal, impregnando todas las acciones y políticas públicas desde una  igualdad real, mirando de frente al patriarcado, tomando como punto de partida el diagnóstico que las organizaciones feministas han realizado desde hace años en nuestro país y definiendo soluciones diversas y complementarias.

Con este enfoque integral, deben afrontarse cuestiones como la educación de las niñas y los niños desde las escuelas infantiles, con criterios de rechazo hacia la desigualdad; incluyendo sin miedo la educación sexual en todas las etapas educativas y visibilizando a las mujeres que marcaron avances en la historia y en los campos científicos. Más aún: ilegalizar la prostitución y prohibir la práctica de los vientres de alquiler, descubriendo la inconsistencia de los argumentos para afirmar un derecho que puede ser satisfecho de otras formas sin comerciar con la maternidad, y ello sin perjuicio de los derechos de los hijos, puestos de manifiesto por el TEDH, recientemente. Como también fijar por ley la igualdad retributiva y prohibir la publicidad sexista.

Política feminista

Para llevar adelante estas políticas hay que asumir con valentía que nos enfrentamos a intereses muy poderosos. Cualquier otra opción, sería renunciar a conquistas logradas. Por ello, resulta esencial potenciar el Pacto de Estado contra la violencia de género y el convenio de Estambul del Consejo de Europa para prevenir y para apoyar a las víctimas. Y por supuesto, dotar al funcionariado no sólo de formación en perspectiva de género, sino de los recursos necesarios para establecer y favorecer la prevención y agilizar las medidas de protección.

Estas son algunas de las políticas feministas en las que Actúa cree, y que se ven complementadas en políticas en Sanidad, derechos laborales, Ley de dependencia, y un largo etcétera de políticas progresistas. Por ellas Actúa se presenta a las elecciones, confrontando a los partidos de esta derecha que nos ha tocado sufrir en pleno siglo XXI, anclada  en el mar del tardofranquismo, rememorando el ideal de la mujer como descanso del guerrero; madre, esposa cumplidora con los asuntos domésticos y sumiso objeto de deseo; mujeres florero y objeto para ser agredidas o domesticadas. Sólo un Gobierno de izquierdas puede trabajar para alcanzar ese futuro feminista, ese futuro para mujeres y hombres con un nuevo contrato social que nos haga crecer en democracia.

Hemos perdido mucho tiempo sin actuar a causa de un Gobierno del PP que durante demasiados años supeditó los problemas reales de nuestro país a la consecución del propio beneficio sin mirar el horror de lo que su dejación estaba provocando.  Ahora, cuando ese escenario nefasto habita entre nosotros, hay que evitar que crezca y se apodere de la situación. En estas próximas elecciones votar por una opción progresista supone cortar el camino a la intolerancia y las connotaciones fascistas.  Hay que evitar el retorno al pasado. Nos jugamos mucho: el futuro de las mujeres de este país.

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