Propuestas para un mundo progresista
Entramos en la recta final de la campaña para las elecciones generales del próximo domingo con la sensación de que muchas de las políticas clave para nuestro presente y futuro han sido eclipsadas por polémicas estériles de fácil titular o por debates anacrónicos planteados por las derechas. La transición ecológica justa, la digitalización de la economía, la educación pública o la pobreza infantil han quedado relegadas a los 20 últimos segundos de entrevista y, sin embargo, serán los debates que definan la España del mañana. Lo mismo ha sucedido con las propuestas en política exterior y europea. No todos los partidos son iguales, tampoco aquí, y eso se puede comprobar fácilmente en nuestra acción de gobierno y comprando nuestros programas.
El Gobierno de Pedro Sánchez, tras años de inacción de gobiernos populares, ha vuelto a poner a España en el mapa. En apenas 10 meses, el presidente del Gobierno ha viajado y cerrado acuerdos con una decena de países americanos, recuperando la presencia de España en una región hermana y prioritaria como lo es Latinoamérica. Tanto el presidente del Gobierno como el ministro Borrell se han esforzado por dar a África el papel que merece en nuestra política exterior, sin olvidar Asia, con visitas a gigantes como India o Japón o la del presidente chino Xi Jinping a nuestro país. Hemos retomado la proactividad de España en la escena internacional, volviendo a colocar la cooperación para el desarrollo como política de Estado y afrontando retos globales como el cambio climático, las migraciones o la Agenda 2030, llevándolos a los foros internacionales donde participamos. En el plano europeo, “España ha vuelto”, como dicen en Bruselas, y nos hemos convertido, en apenas 10 meses, en un actor imprescindible, junto a Alemania y Francia, en una construcción europea a la que nuestro país tiene mucho que aportar.
Pero, ¿qué proponemos para la futura política exterior y europea de España?
Queremos aprovechar la posición privilegiada que nuestro país tiene en muchas áreas y asumir nuestro papel como potencia media a nivel global y gran potencia europea. España es una de las 20 únicas democracias plenas del mundo para The Economist Intelligence Unit y, según el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, uno de los Estados europeos que más los respetan; el 26º país con mayor Índice de Desarrollo Humano para el PNUD y el país más biodiverso de la UE; también la 4º potencia económica europea, 13º a nivel mundial. Queremos aprovechar ese espacio en la comunidad internacional que España se ha ido forjando como potencia de poder blando para impulsar nuestros valores, principios y prioridades y colocar, como venimos haciendo, la Agenda 2030, nuestro nuevo contrato social global, en el centro del debate.
Frente al aislacionismo securitario y el repliegue identitario que ofrecen otros partidos, los retos globales solo pueden abarcarse usando el multilateralismo para lograr un planeta más justo donde la protección de los derechos humanos, una de nuestras prioridades en política exterior, esté garantizada. En este sentido, la promoción internacional de la igualdad de género, de los derechos de la infancia, los derechos LGTBI o el fin de la pena de muerte, junto con la promoción de instancias internacionales como la Corte Internacional de Justicia, son algunas de las iniciativas que hemos querido reflejar en nuestro programa.
Junto a ellos figura la salvaguarda de bienes públicos globales como la paz, el medio ambiente o la lucha contra el terrorismo global. Creemos que, desde el Gobierno de España y desde instituciones como el Parlamento Europeo, debemos contribuir a la solución de conflictos como el que enfrenta a Israel y Palestina —impulsando el reconocimiento de este último en la UE—, o el del Sáhara Occidental —con pleno respeto al derecho internacional— y dar visibilidad a conflictos olvidados como los de República Centroafricana, Sudán del Sur o Yemen. Retos como el cambio climático, pero también la pérdida de biodiversidad, los servicios de los ecosistemas y la desertificación —fenómenos que sufren más, pero a los que contribuyen menos, los más vulnerables— deben ser protagonistas de nuestra acción exterior, junto con un esfuerzo aumentado por paliar las desigualdades globales mediante un incremento de nuestra ayuda al desarrollo hasta alcanzar el 0,5% en los próximos años, para llegar al 0,7% en 2030.
En cuanto a las prioridades geográficas, nuestras propuestas para Latinoamérica pasan por seguir profundizando nuestras relaciones a través de las Cumbres Iberoamericanas, aprovechando efemérides como el bicentenario de las independencias para reforzar la creación de una verdadera Comunidad Iberoamericana. Queremos servir de puente entre Latinoamérica y la UE y, en ese sentido, la situación de países en clara deriva autoritaria como Nicaragua y Venezuela y la necesidad de propiciar un proceso pacífico para restablecer sus instituciones democráticas está en el centro de nuestras preocupaciones. Lo hemos demostrado: España ha liderado y lidera la respuesta europea a la crisis venezolana, tanto en el reconocimiento del presidente encargado, Juan Guaidó, como con la creación del Grupo Internacional de Contacto para la celebración de elecciones libres y democráticas.
El Mediterráneo es otra de nuestras áreas prioritarias tradicionales: queremos impulsar organizaciones como la Unión por el Mediterráneo y potenciar iniciativas que doten de estabilidad a la región. Pero debemos mirar más allá y considerar África subsahariana como una nueva área prioritaria en nuestra política exterior, superar la visión del continente como mero emisor de flujos migratorios y receptor de ayuda al desarrollo para considerarlo socio comercial fundamental, propiciando el conocimiento mutuo e inversiones que contribuyan al progreso socioeconómico de nuestros vecinos. Guinea Ecuatorial, por la falta total de libertades y de hostigamiento hacia la oposición democrática que sufre bajo el régimen de Obiang, merece una atención especial.
También proponemos reforzar las relaciones a todos los niveles con nuestros socios trasatlánticos, con Asia y con Oceanía, especialmente con aquellos países con los que compartimos presencia en el G20.
Y, por supuesto, la Unión Europea, a la que tenemos que dejar de ver como política exterior para considerarla política doméstica, porque es ahí donde se toman, cada día más, las decisiones que nos influyen. Queremos recoger el guante lanzado por Alemania y Francia para liderar la integración europea y abrazar nuestra responsabilidad como gran potencia de la Unión. Queremos una Europa que proteja, pero para ellos debemos proteger Europa ante el auge de movimientos populistas, nacionalistas y eurófobos que propugnan un repliegue identitario envueltos en propaganda y sirviéndose de la desesperanza de quienes más dificultades sufren. Tenemos que reconquistar a quienes se sienten desencantados con el proyecto europeo y, para ello, proponemos avanzar en la construcción del pilar social, la protección del medio ambiente, la lucha contra la desigualdad y la creación de empleo que serán, también en la UE, nuestras prioridades.
Estas son nuestras banderas y esta es la España que queremos mostrar al resto del mundo. Frente a unas propuestas de la derecha que solo ofrecen una España ensimismada, con miedo al exterior y que se conforma con atrincherarse en su zona de confort, desde el PSOE ofrecemos una España que ponga los derechos humanos, la igualdad y la sostenibilidad en el centro de la agenda exterior. Una España abierta, solidaria, multilateralita. Una España europeísta.