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Tan sólo un obstáculo en el camino de Colombia hacia la Paz

Una colombiana llora en Bogotá tras conocer el resultado del referéndum.

Vidal Martín

Miembro de la Asociación Pro Derechos Humanos de España (APDHE) —

En un país tan diverso y con tantas deudas consigo mismo, el Plebiscito por la Paz de Colombia celebrado el pasado domingo representaba una gran oportunidad para avanzar hasta la Casilla de Salida.

Un país que reconoce 7,9 millones de víctimas de un conflicto armado que sigue existiendo tras 52 años, que aún no ha logrado dotar de presencia institucional todo su territorio y donde las autoridades del Estado aún tienen que ganarse la confianza de muchos ciudadanos, es un país en deuda. Y este proceso electoral era un instrumento determinante para que se ubicase un peldaño más arriba, porque antes estaba en negativo. Un Sí a los Acuerdos no implicaba remediar cualquiera de esos problemas, pero sí significaba la voluntad de hacerlo de ahora en adelante. No sólo la voluntad del gobierno, sino la voluntad de un país expresada de manera democrática en un plebiscito. Esa voluntad nacional debe ser el inicio.

El contenido de los Acuerdos de La Habana cumplía sólo parcialmente con los estándares internacionales existentes. Sin embargo, para quien haya conocido otros procesos similares y haya vivido la elaboración de otros acuerdos de construcción de paz que abordasen la gestión de justicia en un período de transición, seguramente se tratase de un paso adelante: una serie de medidas que mejoraban la situación anterior y permitían que en el futuro se pudieran vislumbrar otros pasos adelante.

No conozco un Acuerdo de Paz que haya dejado completamente satisfechas a todas las partes y sus seguidores. Esa es la característica principal de una negociación y, en el caso de que así fuera, uno debería dudar del propio término “acuerdo”. En Justicia Transicional nunca hay victorias. Hay pequeños peldaños que, con suerte, un día se suben. Sin embargo, sí hay derrotas habitualmente, derrotas que empujan escalera abajo.

El No a los Acuerdos –no confundir con No a la Paz– venció por 54.000 votos de diferencia, y los motivos plausibles son variados: la mala campaña del Sí (que disponía de grandes recursos y apoyos a nivel interno y externo), los errores políticos de Santos, la agresiva y sesgada campaña del No o las lluvias torrenciales son algunos de ellos. Pero hay más.

La escasa pedagogía en la difusión del detalle de los Acuerdos tiene mucha relación con que sólo el 38% de los citados a las urnas aparecieran para decir esta tierra es mía, y exige una reflexión. Seguramente tenga relación con otro dato abrumador: hace 15 días sólo el 7,1% de los votantes declaraba conocer detalladamente los Acuerdos. Todo parecía tan Sí que quizá alguno pensó que no eran necesarios más esfuerzos.

Una de las mayores paradojas fue observar cómo en muchas de las zonas más afectadas por el conflicto se votó Sí y en varias ciudades grandes –más alejadas- se registró un alto nivel de No, precisamente en nombre de las víctimas. El ejemplo palmario es Bojayá, donde ocurrió una de las peores masacres del conflicto colombiano, y el Sí obtuvo un 95% de apoyo. Sin duda en cada vereda hubo motivos diversos para no votar, o para votar por el No, pero tras 5 procesos frustrados de negociación de paz y ante el primer plebiscito nacional por la Paz, era fundamental explicar bien los beneficios del Acuerdo y argumentar de manera solvente, pública y razonada sobre los lemas del No.

De ahora en adelante, es momento de reconstrucción. Técnicamente podríamos afirmar que el Acuerdo perdura entre las FARC-EP y el Gobierno, pero no con el Estado colombiano. Según Rodrigo Uprinmy, “jurídicamente un nuevo acuerdo es posible. Políticamente es muy difícil”. A pesar de que ayer parece que las opiniones cambiaron, la mejor noticia de este Plebiscito fue la conciliadora respuesta de todos los dirigentes justo después de conocer los resultados. El Portavoz de la Campaña del No, Timochenko, Santos y Uribe anunciaron públicamente su voluntad de buscar acuerdos.

Pero llevará tiempo. No parece que pueda celebrarse otro Plebiscito antes de que termine la legislatura de Santos. Y después habrá que esperar a conocer a los nuevos interlocutores. Por eso entre los votantes del Sí el sabor amargo es profundo, desolador, no ven una meta clara pero sí las dificultades de retomar las negociaciones.

La votación de los Acuerdos en Madrid

En Madrid, el domingo fue una montaña rusa. El Sí obtuvo un 68% en España, pero sólo participó el 8,33% del censo en una jornada tremendamente emotiva. Más tarde supimos que el No había ganado el Plebiscito.

Como observador del proceso no reporté ningún incidente grave, pero sí fui testigo de cómo un pueblo emocionado celebraba el hecho de votar democráticamente y en libertad por la Paz en su país. Todos los jurados de las mesas de votación se habían ofrecido voluntarios para estar allí. Muchos padres fueron a votar con sus hijos y les explicaban qué significa Paz y dónde está Colombia. Un señor muy mayor, solo y con problemas de movilidad, no entendía por qué era necesario votar en el cubículo de cartón, y ni un segundo tardaron en salir a ayudarle. Había un voto hipnotizante, con mil círculos alrededor del Sí.

Cuando sonó el timbre del final, se desencadenó una ovación espontánea que junto al himno posterior le agarró la garganta a todo el que allí estaba presente. En ese momento, varios jurados, testigos y votantes lamentaban y reconfortaban a otras personas que, por distintos obstáculos, no habían podido votar, independientemente del signo de su voto.

Quizá algo así le pasó a Colombia. Tomó carrerilla para emprender el camino de la Paz y por mirar al frente encontró un obstáculo inesperado, que era necesario aprender a sortear para poder echar a andar. Pasado el shock, toca entender cómo superarlo, evitar la apatía y la polarización social. Es momento de buscar vías alternativas para que unos comprendan el dolor de los otros y prepararse para iniciar, desde el principio, el camino de una Paz que antes o después está por llegar.

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Vidal Martín trabajó en 2010 y 2011 en el Centro Internacional para la Justicia Transicional de Colombia (ICTJ). Desde entonces trabaja temas sobre Colombia desde Madrid con Sustentia Innovación Social y es miembro de la Junta Directiva de la Asociación Pro Derechos Humanos de España (APDHE).

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