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Las otras torres de Londres

La torre de viviendas Grenfell de Londres ardiendo el 14 de junio de 2017

Álvaro Ardura

Arquitecto urbanista —

El miércoles 14 de junio, Antena 3 abría el noticiario nacional con el incendio de Grenfell Tower, un edificio de vivienda social de 24 plantas en el West End londinense. A pesar de los ingredientes sensacionalistas de las noticias de sucesos (incluido el rescate de un bebé lanzado desde la novena planta y varios muertos aún en el momento de escribirse estas líneas en número sin determinar al 100%), no deja de ser extraña la elección de un tema extranjero para el segundo día del debate de la moción de censura a Mariano Rajoy, que incluía la votación, de la que se ausentó el presidente. Un observador suspicaz podría atribuir esta súbita anglofilia al deseo de A3Media de tratar de minimizar el impacto mediático de la moción, promovida por Unidos Podemos, a pesar de no haber prosperado. Pero tal vez los editores de las noticias de Antena3 simplemente estaban siendo unos visionarios, recogiendo un hilo poco perceptible para el televidente medio. Veamos por qué.

El incendio de Grenfell Tower ha ocurrido en Kensington y Chelsea, probablemente el borough más rico de la capital británica. En las recientes elecciones británicas de la semana anterior, uno de los resultados más comentados fue precisamente el de Kensington, el último en declararse, bien entrado el día después de la votación, y que ganó la laborista Emma Dent Coad por 20 votos después de tres recuentos.

Fue especialmente llamativo por ser Kensington “la circunscripción más rica de Gran Bretaña”, según la prensa, y hasta ahora un feudo tory inexpugnable (el actor John Cleese llegó a afirmar en un tuit que su voto era inútil por votar en Kensington). Lo que hizo posible la victoria laborista es que, tras ese frío dato estadístico basado en medias, se esconde una enorme desigualdad. Entre la exclusiva Belgravia, al sur del borough, donde se acumulan las embajadas y los multimillonarios desplazan a los “solo” millonarios (en lo que se ha dado en llamar “supergentrificación”), o aún entre la trendy Notting Hill y los housing estates como Grenfell más al norte hay todo un mundo. Según el Índice de Vulnerabilidad (deprivation) de 2015, Kensington sería el distrito 177 con mayores carencias de un total de 533, y con 22 áreas estadísticas (LSOA, lower super output areas) entre el 20% más deprimido del país. Como dice David Madden, coautor de ‘In defense of housing’, la desigualdad mata.

El otro factor fundamental fue la candidata, como es lógico en el sistema mayoritario inglés, cuya probablemente única ventaja es la estrecha vinculación del electo con el distrito. Dent Coad es una historiadora de la arquitectura de origen español (su tesis lleva el título de 'Constructing Modern Spain: Architecture, Politics and Ideology under Franco, 1939-1975') y conocida activista local, del ala pro Corbyn, que por su perfil profesional precisamente hizo incidencia en los factores de segregación social y espacial, y en las políticas de vivienda, que han adquirido un peso enorme en esta campaña.

En los recientes gobiernos conservadores de Cameron y May se han promovido agresivas medidas de desmontaje de lo que quedaba del sistema de vivienda social en alquiler construido durante los “Treinta gloriosos” del Welfare state laborista. Otra catástrofe, la explosión de gas en la torre de Ronan Point en 1968 que provocó su derrumbe, marcó el declive de la edificación en altura (highrise) de diseño moderno que se prodigaba en muchos estates, contra la que confluyó una ofensiva estética encabezada por el gusto reaccionario del Príncipe Carlos con otra, netamente económica e ideológica, que alcanzó su cenit en la era Thatcher y que incluía la demonización de los barrios pobres como zonas inherentemente viciosas (los sink estates de David Cameron) como denuncia Owen Jones en su libro Chavs.

El menú de actuaciones llevadas a cabo por los conservadores recientemente incluye operaciones de “regeneración” urbana de algunos de los mayores polígonos de vivienda (como Aylesbury o Heygate, en Southwark) o incluso hitos arquitectónicos como los Robin Hood Gardens de los Smithson que en realidad son renovaciones en toda regla con graves desplazamientos poblacionales, en connivencia con los councils de mayoría liberal o incluso laborista en algunos casos; el cambio en la definición de vivienda social por vivienda asequible (affordable housing), sin mecanismos de control que monitoricen el número de viviendas destinadas a personas de bajos ingresos; y, finalmente, la desestimación de una enmienda laborista a la Ley de Vivienda y Planeamiento que incluía la revolucionaria determinación de que las viviendas para alquiler tuvieran que ser “adecuadas para el alojamiento humano”.

Paradójicamente, mientras esto ocurría el skyline de Londres estaba siendo irremediablemente transformado con más de medio centenar de proyectos de rascacielos, mucho más altos que los edificios brutalistas de los setenta, en su mayoría de apartamentos de gran lujo para inversores foráneos que los utilizan como capital refugio. Una vez las torres no eran de vivienda social, los tories perdieron el vértigo.

En uno de esos guiños del destino que seguro que valoró el editor para elegir la noticia de Grenfell como apertura del noticiario, el otro resultado más notorio (junto con las derrotas de Nick Clegg y Alec Salmond) de las parlamentarias británicas fue la pérdida del escaño del anterior ministro de Vivienda, Gavin Barwell, el principal promotor de la citada Housing and Planning Bill. Barwell, sin embargo quizás pase a la historia como autor del libro 'How to win a marginal seat'. Desconocemos si las ventas se han incrementado después de que perdiera su escaño o si planea la secuela, 'How to lose it'. Dado que está encausado por fraude electoral, quizás la respuesta al título del libro la dé un juez en una sentencia.

Si no fuera trágica, la cuestión daría para reírse mucho. Pero en la nefasta herencia de Barwell (ahora recolocado, quién sabe si muy transitoriamente, como jefe de gabinete de Theresa May) además se añade la negligencia de haber ninguneado un informe de la comisión parlamentaria que trataba la seguridad anti-incendios elaborado hace nada menos que cuatro años. El estudio ponía en el foco en este tipo de torres de vivienda social tras un incendio similar en Camberwell en 2009, que se replicó hace dos años en Hammersmith, y específicamente Grenfell Tower, cuyo grupo de acción local llevaba más de dos años denunciando el riesgo de incendio ante la empresa encargada de la gestión de los alquileres, KCTMO. La compañía los ignoró e instaló paneles de fachada no ignífugos con un “ahorro” de unas 5.000 libras.

La polémica coleará, más aún porque Emma Dent Coad ha sido miembro de la autoridad local londinense de emergencias que trasladó dichas denuncias y que denunció los recortes que Boris Johnson, el anterior alcalde de Londres, actual ministro de Exteriores y candidato a la sucesión de May, llevó a cabo en el departamento de bomberos de la capital durante su mandato. Como ven, los conservadores británicos se parecen bastante a sus homólogos españoles.

Confluyen pues en este caso de la torre calcinada de Grenfell, que el crítico de arquitectura de the Guardian ha denominado como “un monumento a la desregulación y la desconfianza del Gobierno hacia los expertos”, tanto las consecuencias de la aplicación general de la consabida austeridad como la estrategia de demolición de la cuarta pata del estado del bienestar, el derecho a la vivienda, que tan poco desarrollado tenemos en España (cualquiera de los boroughs londinenses puede tener más vivienda social en alquiler que Madrid).

Pero es precisamente la preocupación por la vivienda un eje transversal que afecta no solo a las clases populares, sino también a clases medias precarizadas e incluso relativamente estabilizadas, sobre todo en contexto de burbujas como las de Londres (disparada) o la del alquiler (incipiente) en Madrid, en particular, y en España, en general. No en vano la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) es unánimemente citada como caso exitoso de movimiento social por la capacidad de generación de alianzas interclasistas en su seno.

Términos como “gentrificación” o “turistización” que hace apenas un año eran coto de académicos o activistas ahora se extienden con la misma rapidez que suben las rentas. Como recordaba recientemente Jorge Moruno, el cambio pasa por el alquiler social, cuando toda una generación está abandonando forzosamente la cultura de la propiedad que exitosamente instalaron los ministros de Vivienda falangistas como José Luis Arrese (“queremos un país de propietarios, no de proletarios”) y la experiencia de la PAH parece extenderse con los recién nacidos sindicatos de inquilinos. Es en este tipo de alianzas donde puede cimentarse la censura social a los gobiernos del PP, donde parte de su potencial electorado (o el de Ciudadanos) pueda asumir demandas de socialistas o podemitas. Una parte no menor, en definitiva, de ese “programa de mínimos” aún lejano.

Y es también en políticas de vivienda donde gobiernos municipales “del cambio” como el de Barcelona están marcando notables diferencias con sus predecesores, produciendo incluso casos de la tan manida “innovación social”, cargándose de una gran legitimidad de ejercicio que neutraliza el discurso de la inexperiencia o la ineptitud con los que trataron de ningunearlos. Quién sabe, por ello, si Antena 3 no se arrepentirá en un futuro de no haber empezado las noticias con la moción de censura, o al menos, de haber elegido para taparla esa otra torre de Londres, en definitiva, una pieza que no tratara el problema de la vivienda en tiempos de austeridad. Ojalá mantengan ese interés por la vivienda en el futuro, aun cuando no haya imágenes de muertos de por medio.

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