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Ucrania: seguridad compartida

El Parlamento ucraniano exige a Rusia que retire sus militares de Ucrania

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En 1983 Olof Palme, primer ministro sueco, en plena guerra fría y de confrontación entre los bloques militares de la OTAN y el Pacto de Varsovia y con los misiles oponiéndose en el escenario europeo, lanzó la propuesta de la seguridad compartida como solución para evitar la guerra y la amenaza y para eliminar o disminuir la tensión vinculada al conflicto.

Era la época en la que el movimiento pacifista europeo, fuertemente organizado en la END (European Nuclear Disarmament), se oponía a la política de bloques militares, y en España también a la pertenencia de nuestro país a la OTAN y a favor de la neutralidad activa.

Frente a la disuasión militar, que se basaba en una feroz carrera armamentista nuclear y convencional, y frente a la militarización del pensamiento y del discurso político, la seguridad compartida apuntaba a la superación del enfrentamiento entre los bloques, reduciendo y eventualmente suprimiendo la amenaza mutua, deteniendo la carrera armamentista y creando seguridad y confianza también con medios no militares, en los planos político, económico, social y psicológico.

La caída del Muro de Berlín nos hizo pensar que se acababa con el problema. El Pacto de Varsovia se disolvía y la confrontación Este–Oeste desaparecía o, al menos, disminuía. La potenciación de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), los acuerdos sobre la reunificación alemana entre Kolh y Gorbachov, con anuencia de los Estados Unidos, de no expansión de la OTAN hacia el Este, y la ampliación de la Unión Europea eran otros signos de distensión e instrumentos de entendimiento dentro de una concepción amplia de Europa.

Sin embargo, las últimas semanas con el riesgo cercano de una guerra por la invasión de Ucrania por Rusia, con la OTAN de tercer beligerante, nos han devuelto al conflicto de bloques militares que creíamos superado y a la militarización del lenguaje y del discurso público: un relato pro-belicista que genera un estado de opinión que entiende que para la resolución del conflicto la solución es militar, y en el que la paz es vista como una opción negativa que renuncia a la justica. 

Sin duda que la responsabilidad más grave de esta crisis es la del Presidente ruso Vladimir Putin, en parte en la línea de la tradición expansionista del nacionalismo ruso sobre Ucrania, como antes lo hizo sobre Crimea y Bielorrusia. Para pedir seguridad para Rusia no ha dudado en llevar junto a la frontera de Ucrania a más de cien mil soldados, amenazando con invadirla y anexionarla si no acepta formar parte de su “zona de influencia”, rechazando cualquier atisbo de soberanía para ese país.  

Pero hay también una importante responsabilidad en la OTAN, o más bien en los Estados Unidos, que frente a la opinión de algunos países europeos, quiere forzar la expansión de la organización hasta la frontera de Rusia, llevando también su amenaza militar y la inseguridad a las mismas puertas rusas de Ucrania. 

La escalada bélica por ambos lados es continua, el envío de tropas como símbolo la llevan a cabo la mayoría de países, incluida España, y los tambores de guerra suenan en las portadas de toda la prensa escrita y en los noticieros de todas las televisiones, incluida la campaña mediática sobre el riesgo de una inminente invasión rusa de Ucrania, que refuerza la escalada de tensión.

De repente nos percatamos que los conflictos bélicos perviven en el viejo continente, una tierra que ha sufrido los más atroces impactos bélicos de las dos guerras mundiales o las guerras yugoslavas en los 90, hoy, en 2022 vuelve a revivir la posibilidad de la crudeza e inhumanidad de un nuevo conflicto bélico en Ucrania. Un episodio que, una vez más, avergüenza a un continente que no es capaz de mantener la paz en su territorio. 

Nos posicionamos inequívocamente en contra de la guerra y de la participación de España en la misma, en contra de que nuestro país participe en la escalada militar que estamos viviendo y a favor de la paz y de las vías diplomáticas como única salida para la solución de los conflictos entre los Estados. 

Por ello, a la vez que condenamos la amenaza rusa contra un país soberano como es Ucrania, reivindicamos que la OTAN reconsidere su objetivo de incorporar a Ucrania entre sus miembros, a la vez que reclamamos que Naciones Unidas ocupe un papel protagonista con el único objetivo de impulsar un proceso de Paz justo. Las Naciones Unidas han sido sistemáticamente rechazadas por la gobernanza neoliberal (G7, G8, G20). Es en el multilateralismo democrático donde se halla la solución, la posibilidad de transitar desde una cultura de imposición, dominio y guerra a una cultura de encuentro, diálogo, reconciliación, mediación y paz. Porque toda acción unilateral que se realice al margen del ámbito institucional y normativo de la ONU carecerá de legitimidad colectiva y supondrá una violación del Derecho Internacional.

Por su parte, la Unión Europea no puede quedar al margen de un conflicto que se produce en territorio europeo y entre dos países que están a las puertas físicas de la Unión. Debe superar las divergencias entre sus miembros y erigirse como la mejor aliada de la paz, siendo protagonista principal en las negociaciones de las partes, capaz de aportar soluciones que faciliten la desescalada del conflicto y no sometiéndose a la estrategia de Estados Unidos y Rusia, de ser estos quiénes deciden sobre el futuro de Europa. Los tiempos de imponer intereses geoestratégicos ante amenazas o a través de la fuerza militar deben terminar. Europa y su ciudadanía ya han vivido a lo largo de la historia demasiados conflictos y violencias a través de regímenes totalitarios o dictatoriales. Frente a ello nació la UE, que debe ser capaz de promover y garantizar por todos los medios seguridad a su ciudadanía y a todo el continente. Para ello, es apremiante eliminar la unanimidad para adoptar decisiones, especialmente en los temas más relevantes.

Siguiendo a Palme, consideramos que la mejor prevención de las guerras es impulsar la seguridad compartida. Hace unos día J. Borrell, Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, manifestaba que si Rusia quiere hablar de su seguridad, él cree que hay que hablar de la seguridad de toda Europa, incluida Rusia. 

De ahí que un escenario a considerar es el de Ucrania con un estatuto de neutralidad, similar a Finlandia, Suecia o Austria, sin perjuicio de que como país independiente sea soberano para establecer las relaciones y alianzas con quien considere, inclusive entrando en su caso en la Unión Europea, a la vez que se aplican con suficiente flexibilidad los Acuerdos de Minsk de 2015 que garantizan la pertenencia de Donetsk y Lugansk a Ucrania con estatutos especiales.

Desde las organizaciones pacifistas abogamos por el diálogo y la consecución de un acuerdo entre ambas partes lo antes posible. España, inequívocamente, tiene que formar parte de la opción que trabaje por el diálogo y la diplomacia. No cesaremos de repetir que la paz es la única solución: el diálogo, la diplomacia, el objetivo de la paz siempre en el horizonte. No podemos seguir construyendo sociedades inseguras, violentas y desiguales para millones de personas, por lo que debemos seguir enraizando en nuestras sociedades la cultura de paz, comprobado una y mil veces que es la única forma posible que permite a las personas una vida digna y pacífica.

No más guerras en nombre de nacionalismos ni de sueños expansionistas, ni en Europa ni en ningún lugar del mundo. No más violaciones de Derechos Humanos, que es lo único que traen las guerras, que son la constatación del fracaso del ser humano, la victoria del egoísmo de unos pocos, la devastación de los valores más básicos de humanidad. La paz es y será siempre la única solución. 

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