El aborto le salta en las manos a Feijóo
Hace 10 meses, el Partido Popular tomó una decisión política trascendental, a contravía de los grandes partidos democráticos europeos: permitir por primera vez la entrada de la ultraderecha en un gobierno. En este caso, el gobierno de Castilla y León. Con tal de mantener el control de la comunidad, el ‘moderado’ Alfonso Fernández Mañueco, con el beneplácito de la dirección nacional del PP, cerró una coalición con Vox y entregó la vicepresidencia del Ejecutivo a Juan García-Gallardo, un personaje que se caracteriza por su incontinencia para decir lo primero que se le cruce por la cabeza. Fue uno de los peajes que Mañueco tuvo que pagar a Santiago Abascal para asegurarse la investidura.
La última del locuaz García-Gallardo ha sido anunciar que en Castilla y León se ofrecería a las embarazadas, tuvieran o no disposición de abortar, la posibilidad de escuchar el latido o recibir una ecografía 4D del feto, así como de recibir asistencia psicológica. Añadió que los sanitarios tendrían la obligación de ofrecer a la paciente ese abanico de posibilidades. Las declaraciones del vicepresidente han sorprendido a Núñez Feijóo en medio de una serie de piruetas para transmitir una imagen de moderación, y justamente porque se trata tan solo de eso, de meras piruetas, la reacción del PP ha sido cualquier cosa, menos convincente.
Basta con revisar la secuencia de los hechos: cuando García-Gallardo hizo el anuncio, lo acompañaba uno de los altos cargos del PP, el portavoz de la Junta y secretario de Economía y Hacienda, Carlos Fernández, que permaneció con expresión imperturbable y no dijo ni mú. Este jueves, el consejero de Presidencia, Jesús Julio Carnero, dijo que “en ningún caso se va a obligar” al personal sanitario a presentar las propuestas a las embarazadas, que tendrán “absoluta voluntariedad” para solicitar la información. En paralelo, la Junta de Castilla y León emitió un comunicado pretendidamente aclaratorio en el que lo único que queda claro es que García-Gallardo no sacó sus declaraciones del vacío: más allá de cuál sea el acuerdo real del PP y Vox en materia de aborto, el comunicado deja meridianamente claro que existe una voluntad compartida por subrayar el papel de la asistencia psicológica y por activar un protocolo que permita a la embarazada escuchar el latido del feto en el primer trimestre. Es decir, por hacer lo posible para agudizar conflictos emocionales o morales a la paciente con el objetivo evidente de que desista de cualquier tentación de abortar. Si los sanitarios van a tener o no la obligación de ofrecer esos servicios marca sin duda una diferencia, pero no desdice en ningún caso el carácter reaccionario del proyecto. El viernes, la Junta contactó con periodistas para afirmar que el protocolo vigente seguirá sin variaciones.
Que el PP juegue a su peculiar manera a desmarcarse de Vox en este espinoso asunto no le quita responsabilidad en los hechos. Los populares han mantenido históricamente una actitud agresiva ante todas las iniciativas para extender el derecho del aborto, hasta el punto de que en el Tribunal Constitucional sigue esperando un recurso interpuesto hace más de una década por más de 50 diputados conservadores del Congreso. Aliados en Castilla y León con una ultraderecha empeñada en sobrevivir a costa de desatar ‘guerras culturales’, era apenas previsible que en algún momento el tema del aborto saltaría a la agenda del debate, por más que a Feijóo no le interesara que fuera justo en este momento de su baño centrista. García-Gallardo ha afirmado que las medidas que anunció estaban consensuadas con el PP. Más allá de si dice la verdad, o si ha hecho una interpretación libre de lo que tiene pactado con Fernández Mañueco, el hecho es que toda esta polémica no se ha formado en el aire. Que, como lo demuestra el comunicado de la Junta, hay una voluntad compartida de quebrar emocionalmente a las mujeres que tomen la ya difícil decisión de abortar y tratarlas como a seres psíquicamente frágiles, en lugar de ayudarlas a llevar a efecto su voluntad sin intromisiones ideológicamente interesadas.
Los intentos de Génova por distanciarse del debate del aborto tendrán corta vida, teniendo en cuenta sobre todo que es un tema muy querido por Vox, partido con el que el PP tendrá casi inevitablemente que contar para formar gobierno no solo en distintas comunidades, sino a nivel nacional. Es un tema al que tendrá que hacer frente Núñez Feijóo, sobre todo teniendo en cuenta que las amenazas para su estabilidad no solo vienen de la periferia. Como no podía ser de otra manera, la baronesa madrileña Isabel Díaz Ayuso, cuyos ojos nunca dejan de mirar hacia la Moncloa, ha aprovechado la polémica en Castilla y León para meter cuchara y anunciar la puesta en marcha de un teléfono “a favor de la vida”. Es decir, para convencer a las embarazadas dubitativas que desistan de abortar. Por supuesto, en ningún plan del PP o de Vox está activar una línea para dar información o prestar apoyo a las mujeres que quieran interrumpir su embarazo, pese a que una ley les garantiza esa opción.
El cielo no se puede tapar con las manos. Núñez Feijóo tiene un problema con el tema del aborto, que tensará aún más si cabe su poco creíble viaje a la moderación. Que la nueva cara amable del partido, Borja Sémper, se haya mostrado categórico contra lo dicho por García-Gallardo, no pasa de ser un ejercicio de pirotecnia, salvo que se demuestre lo contrario. El lío desatado por el pintoresco vicepresidente castellano y leonés no es una anécdota. Tiempo al tiempo.
17